No es la primera vez que comento sobre un título del escritor colombiano Santiago Gamboa.
Sé que para muchos de mis lectores este nombre no es conocido, porque desde hace tiempo y por las razones que todos conocemos, se publican pocos libros de autores extranjeros en la isla.
Pero yo tengo la suerte de tener un amigo colombiano llamado Gonzalo, que desde hace varios años, siempre que encuentra un nuevo título de este autor, se toma el trabajo de mandármelo.
Por esa razón me he leído varios libros de dicho autor, a quien considero uno de los grandes escritores latinoamericanos de la época.
Gamboa nació en Bogotá en 1965, luego vivió en Medellín, después emigró a Madrid, luego a París y ahora vive en Roma, Italia.
De dicho autor he leído los siguientes títulos:
Vida feliz de un joven llamado Esteban publicado en el año 2000.
Octubre en Pekín, publicado en el 2003.
Una casa en Bogotá, impreso en el 2011.
Los impostores, editado en 2001.
El síndrome de Ulises, que vio la luz en el 2005.
Y ahora Será larga la noche, publicado en 2019.
Este título fue impreso por la Editorial Alfaguara, en Colombia, pero antes de introducirme en la temática del libro quisiera narrarles un poco sobre quién es Santiago Gamboa:
Como ya dije antes nació en Bogotá en 1965, y allí estudió Literatura en la Universidad Javeriana. Luego, mientras residía en Madrid, se hizo licenciado en Filología Hispanoparlante. Entre 1990 y 1997 cursó en la Universidad de La Sorbona un doctorado, nada menos que de literatura cubana.
Es considerado un escritor de las llamadas novelas urbanas, y tiene alrededor de doce libros publicados, entre ellos su primer texto de ensayos, que data del 2013.
Trabajos de su autoría han sido traducidos a dieciséis idiomas.
Será larga la noche se desarrolla en Colombia, primero en el departamento del Cauca, y luego en otros lugares de la nación sudamericana y en algunas zonas del extranjero. Aborda el gran conflicto político social que vive actualmente el pueblo colombiano con el accionar de las mafias, los paramilitares y los continuos asesinatos de dirigentes sociales, antiguos combatientes de las FARC-EP*, y conflictos personales básicamente entre las mafias, con total impunidad de parte de la fuerza pública.
Se inicia cuando un niño campesino, que ha subido a un árbol quizás a desprender alguna fruta, es testigo de un brutal enfrentamiento entre bandos contrarios en una casi desconocida carretera. Los habitantes de la zona aseguran no haber oído disparos, sin embargo, una denuncia anónima llega a las manos de la Fiscalía Nacional y uno de los fiscales se encarga del caso, con la ayuda de una periodista reconocida y su asistente, antigua combatiente de las FARC. Este equipo se inmiscuye en una peligrosa investigación.
Desde el principio las mujeres conocen al niño testigo, que limpia una Iglesia Evangélica Pentecostal en el pueblo. Luego el niño desaparece y lejos de lo que se suponía empiezan a descubrir sospechosos que no se esperaban. Al final el fiscal y sus colaboradoras se dan cuenta de que la reyerta se arma por serias contradicciones de todo tipo entre dos ministros «evangélicos» de la zona. Termina cuando establecen contacto con la madre del niño, que vive en otro país, el niño al fin aparece y va con las mujeres al aeropuerto a recibir a su madre, y cuando la ve llegar sale corriendo y vuelve a desparecer.
Realmente la obra es una gran denuncia a la situación que vive la población colombiana –sobre todo los más pobres– que sufre una atroz realidad desde hace ya décadas, debido al comercio clandestino de cocaína, básicamente con el principal consumidor mundial: los Estados Unidos, y todo ello gracias a la alevosa actitud de la dirección política del país desde hace varios años.
No quiero terminar este comentario sin precisarles una situación peculiar que tiene el texto y que se refiere al uso de vocablos y frases de carácter popular, propias de los colombianos. Entre muchas les ofrezco las siguientes:
Chateba, verrionda, cucha, estar pilas, estandero, guisa, pandebono, huevos pericos, chontaduro y lulada, pastusa.
Estos términos, conocidos por los colombianos, para los lectores foráneos no dicen nada. Pienso que quizás esa fue la intención del autor, escribir solo para sus coterráneos, no sé.
Realmente es la primera vez que observo este detalle en una obra de Gamboa.
No obstante, la novela tiene una serie de reflexiones muy interesantes y acertadas, y por ello quiero mostrarles algunas:
«La verdad no es más que nuestra percepción de la verdad.»
«Yo tardé mucho en estar listo para el perdón, pero al final creció en mí.
Es como el amor; nadie puede obligarnos a amar ni a perdonar. A veces sí y a veces no. Pero es mejor perdonar, porque el no perdón es el rencor, que perfora el colon y reduce la absorción de las proteínas, Lo leí en algún lado, no recuerdo donde. A mí me gusta mezclar las ciencias con la vida…»
«…mi palabra no nació del estudio, sino de la contemplación limpia del mundo.»
Hay algunas opiniones de la crítica en los medios literarios que quizás vale la pena que mis lectores conozcan y así puedan apreciar otros puntos de vista y no solo el mío. Ahí les van:
«Uno de los escritores latinoamericanos (se refiere a Gamboa) más interesantes de la actualidad».
La Nación, Argentina.
«El talento de Gamboa para cultivar la intriga y la extravagante energía de sus historias hacen que su lectura sea compulsiva».
Times Literary Suplement
«Santiago Gamboa se inscribe con elegancia y virtuosismo narrativo en la tradición de la novela urbana de aventuras y aporta a la literatura europea el impulso del cosmopolitismo mejor entendido».
Frankfuter Rumbschau
Luego de esto solo me queda esperar que Gonzalo me envíe un nuevo libro de Gamboa y poder comentárselo a ustedes.
*Antiguamente Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo, hoy convertido en partido político y renombrado Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.
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Hola, en Cuba se publicaron no hace mucho Plegarias Nocturnas y El Síndrome de Ulises, por Arte y Literatura y vi en un catálogo de Casa de las Américas que en 2016 habían publicado Necrópolis, aunque ese no lo tengo.