
«He cumplido con la labor de mi vida», afirmó rotundo Sergio Chaple, en los últimos minutos de la celebración de su obra que, en el contexto de la Feria Internacional del Libro, le dedicó el Foro Literario de la Asociación de Escritores, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).
Pero, a sus 80 años, el narrador, investigador, ensayista y profesor no piensa en puntos finales. Luego de más de cuatro décadas sin publicar sus cuentos, por estar enfocado en otros desafíos profesionales y personales, el autor de Hacia otra luz más pura (Premio de la Uneac, 1974) ha vuelto a escribir relatos para conformar tres nuevos libros.
Según el escritor Lázaro Zamora, en estas obras recientes, donde se aprecia un Chaple asediado por mil espectros, para bien de la literatura cubana, no solo se muestra un sólido conocimiento de las técnicas narrativas, sino, además, un inteligente empleo de la ironía y el humor en el intento de recuperar el pasado.
«Él hurga de manera obsesiva en su memoria. Sus historias están narradas desde un presente que testimonia el paso destructor del tiempo; aunque no hay barreras temporales, como si pretendiera mostrarnos un fresco de la vida», comentó Zamora.
La ensayista, investigadora y crítica literaria Cira Romero destacó «el oficio de revelar de Chaple», quien ha dedicado muchos de sus esfuerzos a la investigación de la literatura cubana, en especial lo que respecta a Alejo Carpentier.
Para el narrador Julio Travieso, como Chaple integrante de la generación de escritores de la Revolución –aquellos que nacieron alrededor de 1940 y publicaron sus primeras obras después del triunfo de 1959–, entre las virtudes del escritor homenajeado se hallan la pluralidad de las temáticas, el manejo del lenguaje popular y la perspectiva de testigos que suelen manifestar sus personajes.
De polemista galante, narrador de la síntesis y trabajador infatigable, calificó el poeta, crítico e investigador Virgilio López Lemus a Sergio Chaple, cuya extraordinaria nobleza también remarcó.
«Ahora tengo tiempo para leer y no rechazo las ideas que vienen», confesó un Chaple entusiasta, enredado en los dimes y diretes editoriales con la misma pasión de un autor novel. Así confirma que, si bien la literatura no nos hace inmortales, sí permite que como tales nos sintamos.
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Tomado de Granma
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