El taller «Contrapunteos del arte y la literatura» dio inicio en la mañana de hoy en la Sala Villena de la UNEAC con el panel «La dialéctica vanguardia-tradición en el arte de la literatura». Rafael Hernández, director de la revista Temas, luego de dar la bienvenida a los presentes e introducir la sesión, recordó la última vez que tuvo lugar el evento en 2009 y la importancia de revisar esas memorias como punto de partida para lo actual.
Denia García Ronda, moderadora del panel, consideró que luego de enfrentar estos últimos años sería bueno revisar lo que se conoce como tradición, lo heredado, lo que ha cambiado o no en este período, porque la comparación siempre nos ayuda a ver mejor el asunto. Llamó a hacer énfasis en lo novedoso, innovador. Y bajo dos preguntas como eje conductor dejó abierto el espacio.
1- ¿Cómo ven ustedes la relación del tema que hoy abordamos entre el 2009 y el presente? Las nuevas tecnologías, la relación con el mercado, la introducción de lo novedoso, ¿han hecho variar estas realidades?
Manuel López Oliva comentó sobre los paradigmas de creación artística y cómo han sido tocados por todo lo que ha ocurrido. Los conceptos de tradición y de vanguardia han sido disfrazados al punto de que las nuevas generaciones no pueden entender lo que significa. No necesariamente existe una correspondencia entre los jóvenes y la nueva vanguardia creativa. Los jóvenes están en función de un mundo globalizado. Eso que se veía como la vanguardia emergente se ha vuelto muy completo, algo que era natural en los años 70 y 80. Algo ha cambiado. Y ha cambiado por aquello que conocemos como repetición para el mercado.
Por su parte, Omar Valiño, teatrólogo, consideró que las circunstancias son totalmente diferentes a aquel 2009. En primer lugar, la dinámica tradición-vanguardia es algo más escurridizo. Es menos visible ver, sobre todo, la vanguardia. Es más fácil ver la tradición, incluso. En el sentido cubano he señalado varias veces englobar, relacionar. Quiero apuntar que las dificultades materiales inciden para hacer un panorama. En el teatro, para valorarlo, no puedes pensar en ver una obra, sino en muchas, cientos. Eso se hace más difícil en los últimos años. Se me pierde entonces esa dinámica. Creo que en buena parte del arte cubano esa dinámica está perdida. No quiere decir que no haya producción, pero no hay ninguna confrontación artística, lo que claramente sí existía en el 2009. La gente hace, produce, pero no hay pugnas estéticas. Si viajo fuera del teatro es difícil valorar el panorama sin libros, sin revistas, impresas, me refiero, que sirven para valorar también este panorama. Fue en lo primero que pensé cuando Rafael me convocó.
El tercer panelista, Jorge Fornet, expresó que hubiera querido que los panelistas tuvieran voces discordantes, pero cree que no será así. Me toca revisar la vanguardia y tradición en la literatura, básicamente. Algo muy dramático es el momento de incertidumbre que se vive, de manera general. Y no solo desde el punto de vista económico sino social. La población envejecida preocupa grandemente a la hora de la concepción y la creación. En los años 90, de crisis, hubo un boom en la literatura cubana, acompañada de la crítica. Pero no ocurre así en este momento. Pienso en la desaparición de La Gaceta, como quiebre, luego de la pandemia. Ahora lo que más se comenta es lo que se envía a través de WhatsApp. Veo que hay confrontaciones entre escritores y artistas con las instituciones. Pero eso no provoca nada. No motiva a nada. ¿Dónde está la gran literatura y el arte generado por eso?
2- ¿Consideran ustedes que se han transformado los patrones de recepción que se veían en el 2009?
Manuel López Oliva: En el caso de las artes visuales, sin referirnos al cine, el diálogo interno, de la producción, ya es un diálogo que está marcado por «interés interesado». Sobre todo en un país que no tiene mercado nacional, que está produciendo para guardar, por las situaciones diversas. Por muchas razones no hay disposición dialógica entre un receptor y el emisor. Los receptores son mercaderes hipotéticos o intermediarios entre esos y los artistas. Esa carencia de mercado de la sociedad cubana, una formación endeble de los artistas de la última generación (los estudiantes salen con el afán de producir un arte de mercado), trae como consecuencia que el destinatario del arte no es el público, la gran cultura universal, sino que está limitándose a un comprador que no existe. Lo torna un individuo unidireccional en el tema de cultura nacional. El arte a veces se torna artesanía. Repite con mucho brillo, decoración, en correspondencia con las peticiones del mercado.
Omar Valiño: Me voy a referir más al periodo del que hablamos que al presente. Creo que sí cambió la recepción del arte cubano. Justo por la confrontación de inicios de siglo. He visto disfrutar mucho las puestas, películas, libros, que antes no se hacía. Creo que de todas las afirmaciones que estamos haciendo hablar de la recepción es lo más difícil. Pero en mi percepción, si pienso en el teatro, sí cambió esa recepción. Sin embargo, la propuesta de recepción por buena parte de las instituciones y la promoción sigue anclada. Lo que uno recepciona como espectador de la promoción cultural, de actos, celebraciones, ceremonias, es un tipo de arte, en cualquier manifestación. Y mucho de lo que se propone ahí es de lo menos valioso de nuestra producción artística.
Jorge Fornet: ¿Cuánto de ese consumo cultural proviene de las instituciones? Se repite que ya no se lee como antes. Hay quienes dicen que cada vez se lee más porque cambió cómo se lee. No voy a detenerme en eso, pero quiero hacer énfasis en cómo los creadores sí están reflejando.
Una vez abierto al público el debate, Marta Bonet comentó sobre el tema de la música, y de cómo se está volviendo al disco de pasta, aunque hay un consumo grande a través de internet. Hay una buena recepción de los conciertos que ahora mismo se dan en La Habana, donde la mayoría del público es joven. Aun cuando estamos permeados por la mala música, las letras horribles. La mezcla entre las tradiciones y las vanguardias es difícil de separar, porque todas las músicas están permeadas por ambas.
Marilyn Garbey, teatróloga, comentó que se han realizado estudios de público referidos al festival de cine. Se trata de ver los diferentes tipos de públicos. De 2009 para acá el público ya se multiplicó. Es algo que se ha hecho muy escasamente en el teatro, el valorar el tipo de público que asiste.
Rafael Hernández pidió a los panelistas que comentaran sobre la diferencia entre esa captura de lo político en el arte de aquel momento y el presente. Cada cual, desde su perspectiva, abundó en la diferencia política de ambos periodos, en la diversificación de la naturaleza de los públicos, las formas del pensamiento, del arte y el artista, y de cómo, a nivel personal también hay cambios de concepción y de política. Uno puede leer lo que antes no leía, o ver, o escuchar, y no es excluyente, sino enriquecedor. Se trata de ver las cosas orgánicas, interrelacionadas, no de manera fragmentada. Se desconoce muchísimo todo lo que se está haciendo fuera de Cuba y que también integra el arte cubano. Se hace énfasis en la manera de lidiar con elementos incómodos por parte de las instituciones. Los límites, censuras, qué se pone, se lee y qué no.
Las preguntas y valoraciones referidas al teatro de la diáspora, la importancia de hablar no solo del arte que se realiza en la capital cubana, la clasificación y reconocimiento de la vanguardia, fueron algunos de los criterios que se sumaron al debate propiciado por el taller, y evidencian inquietudes más profundas en torno al proceso creativo. Sin dudas, es un evento que pretende dialogar y polemizar sobre las nuevas maneras de ver y concebir el arte y la cultura, y que propiciará a escritores e interesados un espacio ideal durante estos tres días en la UNEAC.
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