Es la última presentación de las que Cubaliteraria ha traído para el espacio Cuba Digital en esta 32 Feria Internacional del Libro de La Habana. Es la hora de ese dejar Hablar la Noche, a que el poeta Jesús Lozada Guevara nos convoca. Surgen entonces, de entre los versos leídos, los decires y agradecimientos del editor —que funge como moderador— Rigoberto Rodríguez Entenza, la voz de la prologuista Marta Lesmes Albis y el canturreo del propio Jesús Lozada.
Rodríguez Entenza agradece la posibilidad haber sido el editor y también al resto del equipo que realizó el libro digital: la diagramación en pdf interactivo y conversión a ePub de Damaris Rodríguez Cárdenas y el diseño de cubierta de Enrique Smith Soto. Se refirió al texto como un tejido donde se entrelazan lo humano —reúne varios de los poemarios de Jesús Lozada a través de los años—, lo cultural y ese cuidadoso trabajo con la métrica, o «secreta complejidad» borgeana, donde percibimos a través de una aparente simplicidad estructural un delicado entramado del ciclo de vida y de formación del poeta.
Luego Marta Lesmes —quien humildemente se reconoció como una «lectora atenta» más que como crítico literario—, contó que fue gracias a la labor aglutinadora que realiza la poeta Caridad Atencio que había llegado a la obra de Lozada. Primero se atrevió a hablar de «Canciones eslavas» y luego se envalentonó con Hablar la Noche. Puntualizó que sin pretender ser Lezama, Lozada ha logrado un sistema de pensamiento que se entronca con lo universal a través de la tradición greco-latina, sufista y judeo cristiana, con énfasis en la católica, sin perder la esencia de lo cubano. Apuntó algunos de sus símbolos recurrentes: la luz, el agua y la naturaleza, especialmente la del árbol.
Por su parte, Jesús Lozada Guevara expresó que la poesía lo ha ido visitando al amparo de su ángel tutelar, el poeta e investigador, Roberto Friol, Premio Nacional de Literatura en 1998 y del lema inmarcesible ¡Viva Cristo Rey! Nos confesó que lo que ha escrito no es más que el testimonio de aquello que han mirado o miran sus ojos, el testimonio de la gratitud. «Delante del libro me doblo. ¿Soy yo? ¿Soy ese?». Así pues, a pesar de reconocerse como un ser analógico —por lo que le fue un poco difícil el proceso del libro digital—, se descubre a sí mismo, también a través de la pantalla, ante las nuevas capas, esta vez, tecnológicas. Agradeció a Cubaliteraria, a los colegas que presentaban su texto, a los amigos presentes en el público y leyó dos poemas «No es este el país» y de Canciones eslavas, «Estación XV», ratifacando dos de sus grandes obsesiones: la Noche y Cuba.
No es este el país
–ni los astros el astro– No es el país de nuestros nervios este Esforzándonos reconocemos Recordamos el amanecer Como visiones que desaparecen El Mar al partirse Hace que escapen y resuciten Las ciudades Existió aquí Fuerza Que nos unía al destino de las rocas Pero ellas son construcciones Culto a la destrucción Y nada significan para el que habrá de convocar Los regimientos Había marcas de dureza Combatimos hasta ver hundidos Los surgentes corales Primero un olor a plata después lago No es este el que vivía en el Diario Ni este el olor a fruta ni la página arrancada Más allá de la muerte Lleva siempre el mismo traje La misma bestia El mismo zapato Y su oquedad que era luz No es este el país Pero está aquí.
Giran los tres en rueda armoniosa. Y también la Noche agradece.
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