
Este jueves en el Memorial José Martí se realizaron las presentaciones de los libros Las miradas perdidas, de la poetisa Fina García Marruz, Premio Nacional de Literatura, y Versiones de la sed, de la escritora Lourdes María Mazorra López, novedades de la Editorial Letras Cubanas.
Yessica Arteaga, subdirectora de la Editorial Letras Cubanas, presentó el poemario Las miradas perdidas, mientras que Ruby Ruiz comentó el libro Versiones de la sed y dio lectura a las palabras enviadas por la autora. El espacio contó también con la presencia de Francisco López Sacha, escritor a quien se dedica la Feria, quien conversó sobre su novela Voy a escribir la eternidad.
Palabras de agradecimiento en la presentación de Versiones de la sed
Yo estudié periodismo. Mentiría si dijera que lo tenía muy claro. Escogí la profesión porque quería escribir y confiaba en mis lecturas tempranas de grandes periodistas que fueron grandes escritores: García Márquez, Carpentier, Martí, Capote, Hemingway… y, siendo mujer camagüeyana, debo mencionar a Aurelia Castillo. La lista sería demasiado larga para estas palabras.
También mentiría si dijera que desde niña quise ser escritora, si no confesara que sufría y me reprochaba (vaya palabra para una niña) por mis largos chismes, que oía en conversaciones de adultos y contaba a mis compañeros de aula, aderezándolos con mi propia invención. Les mentía descaradamente, yo era una niña mentirosa que se entrevistaba mentalmente camino a la escuela, haciéndose preguntas que la mayoría de las veces comenzaban: ¿Y si en vez de esto, pasara esto? Así fue un poco, no lo sabía nombrar, aunque hoy les hable a mis talleristas sobre la verdad de las mentiras y les asegure que la literatura no es la vida, pero la imita muy bien, robándome palabras de otros escritores.
Versiones de la sed es eso, una gran mentira que pasa por verdad, o una gran verdad que quiere parecernos una mentira. Todas las veces que me entrevistaron, hace ya unos años… si estuviera físicamente aquí, si estas palabras no las estuviera leyendo alguien en mi nombre, seguramente bromearía con algún lugar común sobre el largo y tortuoso camino editorial en Cuba, para estar menos nerviosa, menos neurótica al tener que hablar en público. Entonces, sí, en todas las entrevistas que me hicieron durante los meses que siguieron al Premio Pinos Nuevos, siempre dije que eran 6 cuentos y todos trataban sobre algún tipo de «sed» del ser humano, sed de amor, de aceptación, de poder, de liberación, de compañía, de soledad… Y también sigo diciendo que son versiones, mis versiones de la sed, las de una mentirosa y espero que cada lector tenga sus propias versiones, porque el libro por sí solo tiene las suyas.
También es un cuaderno de soledades, lo digo sin spoiler. Todo está en los paratextos: la idea del viaje en los versos iniciales de Pizarnik; la butaca como objeto que se repite en varios cuentos y en la fotografía maravillosa de Gustavo Pérez, que da vida a la cubierta; ese objeto-símbolo de la permanencia y, al estar vacío, también de la ausencia, de la transitoriedad. Una butaca hogareña puesta en un entorno natural, no habitual, que a su vez no está en su esplendor, para mí es la salida de la protección del hogar, del espacio privado al mundo hostil. En Versiones de la sed, los personajes salen todo el tiempo al mundo, se trata de una salida en la que están solos y de la cual están huyendo un poco.
Finalmente, y siguiendo la tradición ceremonial de los agradecimientos en eventos, quiero reconocer la labor de mi editor Mario Brito, que estuvo al tanto de cada detalle; gracias a la editorial por acercar las distancias con la Isla y, por supuesto, gracias a mi familia, sobre todo a mi madre y a mi abuela Aya, por escuchar todas mis mentiras, por tanto tiempo, sin ningún hastío. Hace poco escribí que mi madre, mi abuela y yo somos ahora mismo un triángulo escaleno, debía tener demasiada sed de amor en ese momento al pensarnos con la forma geométrica más inquietante para una estresada como yo; pero sí, al fin y al cabo, somos un triángulo, la más simple figura, formada por tres puntos no alineados que donde sea que estén pueden unirse, pueden cerrarse.
El último agradecimiento es, por supuesto, para el cuento. Nunca he publicado una novela, no digo que no lo pueda intentar un día; digo que es el género literario cuento el lugar donde me refugio. Defiendo al cuento contra todo vendaval. Soy una cuentista y también mataría a cualquiera que intentase quitarle medio metro más a mis mentiras. Miren ustedes, ya que lo traje, tendré que cerrar con ese nombre: Onelio Jorge Cardoso y, por supuesto, el Centro de Formación Literaria que fue un parteaguas en mi vida. Gracias. Y compren el libro, si se trata de calmar la sed, una mentira nunca hace daño.


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