Graciela Bialet nació en 1955, en Argentina, donde se formó como Licenciada en Educación. Pronto se puso al frente de varios proyectos de promoción cultural para la infancia, adolescencia y juventud de su país y fuera de él. De igual manera comenzó a escribir. Actualmente, no sólo es escritora, sino también comunicadora social y entusiasta promotora de lectura en América Latina y España, labor por la cual obtuvo un par de prestigiosos premios internacionales. Igualmente ha publicado con reconocidas editoriales como Edebé (Caracoleando; Gigante), Anaya (Gigante Neón, El perro reloj), y Alfaguara de México (Epaminondas). Dos títulos: El jamón del sánguche y Si tu signo no es cáncer, fueron incluidos en la colección Zona Libre del Grupo Editorial colombiano Norma radicado en Buenos Aires.
Esta última obra es la propuesta que les traigo para hoy. Pudo haber sido premiada en varios concursos adonde su autora la propuso anteriormente a su salida a la luz, sin embargo, ya sea por la calidad de sus contrincantes en cada caso o por los criterios (temáticos, recursivos, de formato, genéricos, etarios, etc.) que se buscaba con estos certámenes, la obra no fue galardonada.
No obstante, un premio mayor que todos es el aplauso de los lectores, y puedo asegurarles que han quedado y seguirán quedando muy satisfechos los adolescentes y jóvenes que emprenden el disfrute de este relato, incluido en el año 2015 dentro de la Colección Veintiuno de Gente Nueva, creada y mantenida por el escritor e investigador Enrique Pérez Díaz, quien a propósito nos ofrece un ameno prólogo titulado «Si tu signo es Vida», donde abunda en los juicios que le impulsaron a publicar una historia tan realista, veraz y espontánea; a la vez que nos da a conocer de primera mano detalles de la autora que mucho pueden interesar a los lectores.
Evidentemente basado en hechos reales, por el tono y la variedad de las dedicatorias que preceden al contenido de la novela, el argumento se centra en una jovencita preuniversitaria llamada Gabriela, llena de planes para el futuro (consulta el horóscopo invariablemente y practica creencias esotéricas, de ahí el título), de sueños (desea terminar sus estudios para independizarse y no seguir siendo la pequeña mandadera de la casa), ilusiones (ama en secreto al hermano de su mejor amiga Anahí Arnaudo, joven discreto de nombre Felipe) y travesuras (siempre está en competencia con su hermana mayor Violeta y su fastidioso cuñado que no trabaja). Como cualquier muchacha de su edad, se debate en un mundo compartido entre su familia, la escuela, los mejores amigos y esto llega a ser casi un círculo cerrado y repetitivo hasta que un accidente le cambia la simplona visión que tiene de todo lo que le rodea. Las preocupaciones sobre el amor, la amistad, el trato con sus padres y los exámenes pasan por completo a un plano de fondo porque los primeros lugares comienzan a ocuparlos, todos de una vez, una sola razón: la de mantenerse viva. Lo terrible que sucede a raíz del accidente, el cual no fue ni mucho menos fatal, es el descubrimiento en una parte de su cuerpo de un liposarcoma, un tumor maligno que al principio le parecerá cosa de cortar y seguir, incluso lo tomará con cierto humor irónico, pero con el tiempo y los tratamientos a los que tendrá que someterse, le hará valorar la vida hasta el límite de lo infinito, más allá de las modas, las fiestas, las profecías y el aspecto personal que tanto preocupan a los adolescentes.
La autora logra una progresión dramática magistral, ofrecida a través de la mirada de la protagonista. Se viste literalmente con su piel y habla con las palabras, jerga y giros que solo una desenfadada quinceañera podría proferir. La excelencia en la caracterización de cada personaje, la ausencia, por ende, de inconsecuencias en los diseños respectivos, hace de la dramaturgia un tejido perfecto, donde no existen acciones ni bocadillos fuera de lugar, ni resultan ficticios, aparatosos o inverosímiles. Resulta igualmente acertadísima la manera en que esta progresión va llevando a la joven y a su familia por peligrosos terrenos minados por los ocultamientos, las angustias, las reservas, los terrores, las inseguridades. Paralelamente, cada personaje va descubriendo en los otros, valiosos sentimientos que, a veces con una sola frase, evidencian su peso dentro de las relaciones humanas que se dibujan certeramente en el texto y convencen a quien lee, de la conducta que cada uno de ellos desarrolla a través de la diégesis.
Estructurado cual un diario juvenil de tipo confesional, cada parte de las doce en total que lo conforman se inicia con anotaciones poéticas o filosóficas de figuras del arte, la ciencia y la literatura universales, ídolos de distintas épocas, pero adorados igualmente hoy. Así aparecen pensamientos de Mario Benedetti, Walt Whitman, César Vallejo, Ernesto Sábato, Fito Páez, Blaise Pascal, Octavio Paz, Federico García Lorca, Bertolt Brecht, Rabindranath Tagore, Juan Gelman, Julio Cortázar, Rafael Alberti, Jorge Luis Borges, entre muchos otros que satisfacen el actual apego generacional a un conocimiento fragmentado, adquirido mayormente a través de las redes sociales, más que en la escuela o la familia. Con apenas el enunciado de estas frases, la autora propone la búsqueda de vidas y obras de los firmantes; con ello induce la curiosidad de los más jóvenes hacia el conocimiento más profundo y placentero del bagaje omitido.
Sin adelantar el final, puedo decirles que no es un libro trágico, sino una novela sencilla pero contundente, donde se aborda el tema del riesgo por enfermedad en las primeras edades desde un punto de vista tragicómico que se mueve de un extremo a otro, en dependencia de la situación que se exponga, pero nunca abandona la esperanza. A través de una lente optimista, veremos florecer aquellos buenos sentimientos que antes se habían explorado con sutil sensibilidad, y quedará la balanza favorablemente inclinada a pesar del final abierto que nos entrega la autora. La protagonista ganará en experiencias, sabiduría, comprensión y amor hacia la lucha de otras muchas personas con males similares, y aprenderá una terrible y rotunda lección de valentía, respeto y suficiencia para el futuro, convirtiendo el pesar y la desesperación en confianza y luz. Es esta una lectura que anima a crecer sin miedo, a asumir situaciones penosas y seguir adelante en esa carrera de obstáculos que nos impone apenas el simple hecho de estar vivos, por lo que celebramos su aparición en Cuba y agradecemos a su autora la certera recreación de una historia que puede ser real en cualquier tiempo y lugar del Planeta, hoy.
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