Si yo me pierdo […], que me busquen en Cuba.
Federico García Lorca
En el aniversario 125 del natalicio del poeta, escritor y dramaturgo granadino, Federico García Lorca (1898-1936), quiero evocar la memoria del eminente intelectual hispano y universal a través de la reseña que le hiciera a la novela Si yo me pierdo, del escritor y periodista español, Víctor Amela, publicada por la Editorial Planeta, y que recoge —en sus casi 400 páginas— el periplo insular realizado por García Lorca, quien quedara fascinado con las bellezas naturales y humanas que caracterizan a la «tierra más hermosa que ojos humanos vieron», al decir del gran almirante Cristóbal Colón.
El ilustre intelectual barcelonés, en 2021 (en plena pandemia de COVID-19), visitó varias provincias cubanas del occidente y centro del país (a este cronista le extraña el hecho de que Amela no haya ido a la heroica Santiago de Cuba; urbe oriental fuente de inspiración del poema garcialorquiano «Iré a Santiago»), para seguir las memorables huellas de Federico durante su visita a la «Cuba Secreta» (como la calificara la escritora y filósofa española, doña María Zambrano), en la década de los años 30 de la anterior centuria, especialmente invitado por la Institución Hispano-Cubana de Cultura, presidida por el sabio, don Fernando Ortiz (1881-1969).
De acuerdo con el autor de esa joya de la literatura iberoamericana, García Lorca desembarcó en la capital cubana en marzo de 1930 para una visita de solo 7 días…, pero fue tanto y en tan creciente medida el «encanto» que le produjeron la mayor isla de las Antillas, la personalidad básica (concepto antropogénico) de la población cubana, y el carácter —«suave como la seda y dulce como la caña de azúcar»— de ese mestizo único e irrepetible, que vive, ama, crea y sueña en nuestra plataforma insular, que extendió su permanencia en la nación caribeña durante más de tres meses; espacio de tiempo en que tuvo la oportunidad de «embriagarse» con la música criolla, la auténtica, la verdadera, los soneros, los babalochas (santeros), las terrazas, las palmeras, el ron, la sensualidad tropical, y las noches «mágicas» del malecón habanero.
En la «Ciudad de las Columnas», el fiel amante de la vida y la obra del autor de Bodas de sangre, entre otros grandes clásicos de la literatura y el teatro universales, fue en busca del laureado escritor y periodista Ciro Bianchi Ross, Premio Nacional de Periodismo «José Martí», y principal artífice del texto García Lorca: pasaje a La Habana, para que le proporcionara detalles específicos acerca de la estancia capitalina del genial bardo granadino. Por otra parte, se entrevistó con otros intelectuales cubanos, quienes habían seguido sus inquietos pasos por nuestra bendita tierra.
Entre otros sitios visitados por el profesional de la prensa y las letras ibéricas en busca de mayor información, estuvo la finca «Santa Bárbara», propiedad de la familia Loynaz del Castillo, y hoy sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. En ese bucólico lugar, García Lorca estableció sólidos vínculos afectivo-emocionales con los hermanos Loynaz, y en especial, con Flor, «su mejor amiga» en la «Isla de la Música y el Baile», cuya imagen hizo suya, y por ende, quedó «atrapada» para siempre en la mente y en el alma del inolvidable vate granadino, quien le dejara a la humanidad un valiosísimo legado intelectual y espiritual, registrado —con letras indelebles— en la memoria poética de quienes habitamos en el archipiélago cubano, donde Federico García Lorca se perdiera para siempre.
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