Abordar en una conversación los fructíferos 93 años de Isabel Monal, Premio Nacional de Ciencias Sociales, y una de las autoras a las que se dedica la Feria, es una verdadera odisea. Hay toda una vida dedicada a su país. Donde más hizo falta, ahí estuvo. Así fue que pasó de Harvard a la clandestinidad.
Conversar con esta dama, nacida en Sagua la Grande, es una delicia. La charla empieza por sus primeros años. «Yo era demasiado maldita. En realidad, hay que asombrarse de que en algún momento me “encaminé”, no sabría decir cómo ni por qué. En mi cuadra yo robaba mangos en la esquina, tenía una mata de manga en casa, pero yo iba a robar los mangos de la esquina. Recuerdo que mi papá tenía dos o tres amigos que habían sido mambises, y de vez en cuando iban a la casa, allí papá se sentaba a conversar, ellos hacían cuentos de la lucha del mambisado, y yo me sentaba en una esquinita a escuchar aquellas narraciones. Todo eso influyó en mí, era una casa muy patriótica, también mi madre era muy religiosa, y bueno, me empecé a encaminar un poco.
Sin embargo, terminó optando por la Filosofía y las Ciencias Sociales…
Fue un proceso de varios años, porque yo estudié para maestra normalista, que era lo que estudiaban las muchachas para poder trabajar en cuatro años, pero no se encontró trabajo para mí. Entonces estudié Pedagogía, y ahí empecé a interesarme por la psicopedagogía, y opté en un momento dado por una beca en Estados Unidos, la gané, y tuve que tomar una asignatura de Filosofía de la Educación con un profesor muy bueno que influyó mucho en mí. Así fue que «descubrí» la teoría y me fascinó. Luego fui a estudiar Filosofía de la Educación en Harvard, y ahí sí me enamoré de la Filosofía por completo.
Recién llegada de Harvard se puso en contacto con el Movimiento 26 de Julio. ¿Qué sentimiento hizo que en aquella época una joven como usted pusiera en riesgo su futuro, vinculándose a la lucha?
La idea del riesgo no pasó por mi mente. Yo tenía un amor por mi país enorme, el mismo que tengo hoy. Desde adolescente desarrollé este amor por la Patria. Sufría mucho la situación, la pobreza, la corrupción, los asesinatos, eso había desarrollado una sensibilidad muy grande ante toda forma de discriminación. Yo quería participar, quería hacer algo por Cuba, fue extraordinario que apareciera un hombre como Fidel Castro en medio de la desolación. De pronto hubo una luz, entonces seguí esa la luz.
Triunfa la Revolución y le dan a usted la ardua tarea de dirigir el Teatro Nacional de Cuba…
Realmente yo empiezo trabajando en la Dirección Provincial de La Habana, del Movimiento 26 de Julio. Allí, entre las cosas que hice, estuvo crear una sección para cultura. Yo creo que fue por eso que, cuando iban a nombrar a alguien en el Teatro, pensaron en mí. Como joven, me encantaba el teatro, la situación de la cultura en Cuba era desastrosa antes de la Revolución. Recuerdo que el teatro prácticamente no existía, sin embargo, yo era de las que vivía averiguando dónde había una función de teatro.
Ha viajado en varias ocasiones al exterior, representando la cultura cubana. ¿Qué imagen de nuestro país dejó en el mundo?
Siempre me he esmerado en dejar lo mejor parado posible a mi país, esa ha sido mi preocupación principal, y lo he tratado de hacer en la medida de mis posibilidades y capacidades.
¿Se considera una mujer de ciencia o de cultura?
Jamás se me ha ocurrido escindir eso. Yo le he dedicado mi vida a la Revolución y, dentro de ella, a la cultura en su sentido más amplio, y al desarrollo de las Ciencias Sociales y de la Filosofía, que para mí es inseparable del trabajo por la cultura. Hay una polisemia en el concepto cultural, no hay que plantearse que si cultura es una cosa u otra. El que trabaja la filosofía sabe que uno, perfectamente, puede tener estos dos planos utilizando la misma terminología, siempre y cuando esté claro en el discurso.
¿Cuál ha sido su vínculo con la Feria Internacional del Libro?
Mi vínculo fue el de una lectora normal, que va a los estantes y les cae atrás a los libros. Pero yo hacía muchos años que estaba en un contacto bastante estrecho con la editorial de Ciencias Sociales, porque la revista Marx Ahora la hacíamos allí. También mantuve muy buenas relaciones con algunos compañeros que dirigieron el Instituto del Libro. La Feria probablemente es el acontecimiento cultural más importante que hacemos en Cuba. A mí me gusta hablar del lector, la sociedad socialista, si no tiene un lector, no es posible, porque sin leer no puede haber mente, no puede haber inteligencia.
¿Lee todavía?
Sí, sí, claro que sí, además, ¿quién puede vivir sin leer? Leo siempre con alguna intención, en función de un tema o de algo que estoy escribiendo. A veces, en gran medida, hago uso de la relectura, que es muy necesaria, porque cuando uno lee algo descubre cosas nuevas. Uno ya no tiene la mente de cuando tenía 40, pero todavía no ha entrado en decadencia.
¿Qué cinco libros considera que toda persona debería leer?
Pero eso es imposible… ¿Qué cosas son cinco libros solamente? Esto es como la película favorita que pregunta Taladrid, ¿quién tiene una película favorita? Yo tengo como 200 libros favoritos. Ahora pienso en el Sermón del Monte, y otras partes de la Biblia; algunos de los salmos de David son absolutamente preciosos. Lecturas más bien cercanas en el tiempo, Balzac, García Márquez, Alejo, sin la menor duda, José Martí, Émile Zola, Shakespeare más allá de Romeo y Julieta, la poesía clásica española. La Ilíada me marcó mucho cuando la leí. No, no he hablado de filosofía porque sería imposible entrar en eso, y seguramente se me están quedando grandes cosas.
¿Siente que ha hecho todo lo que ha querido, o queda algo pendiente en su carrera o su vida personal?
No he podido hacer todo lo que hubiera querido, no podría hacer la lista de todo lo que se ha quedado y se me está quedando. A veces me hago la ilusión de que alguna de las cosas que se me están quedando, a lo mejor, si vivo dos o tres añitos más y la cabeza me sigue acompañando, podría hacerlo. El cuerpo es el que no me acompaña, y eso me molesta muchísimo, porque yo siempre he tenido una energía endiablada.
¿Algo en específico que haya querido hacer y no pudo?
La vida está llena de cosas que uno no ha podido hacer, sobre todo lugares que hubiera querido visitar, y eso que yo tuve la suerte de visitar muchos lugares porque viví en Estados Unidos, en Alemania, en Francia, cumplí algunas misiones, pero nunca pude ir al Taj Mahal, ni a Machu Picchu. Hubiera querido ir, y ahí quedó.
¿Qué otra profesión lo hubiese gustado tener?
Arqueóloga, a mí me da una envidia tremenda. No tengo otra palabra, cuando veo el trabajo y los resultados de los arqueólogos. Yo tengo plena conciencia de que es un trabajo muy largo y que muy pocos tienen la suerte de lograr esos resultados, pero sí me fascina la idea de haberme dedicado a eso.
Cuando habla de literatura es fácilmente reconocible el lugar que los libros han ocupado en su vida. Ya nos ha dicho cuánto le cuesta sacar unos pocos títulos de semejante lista; sin embargo, era de esperar que una mujer como ella no dejaría trunca su respuesta… Cuatro días después de aquella conversación, Isabel tomó el teléfono:
–«¿Me escucha? Es Isabel Monal. Yo no había dicho nada de Filosofía porque solo pensé en la literatura, pero hay que poner dos títulos ahí: Los diálogos de Platón, y el Manifiesto Comunista».
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Tomado del sitio web de la UNEAC
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