
Hace algunos años, en un acercamiento anterior de cierta forma relacionado con este tema, había afirmado que el ensayo El poema del Niágara de José Martí, escrito en 1882, contiene un fundamento de la lógica cabal que desarrolló el escritor en Nuestra América del año 1891. No en balde existe un puente o un vaso comunicante entre ambos textos, situado dentro del artículo que comento, allí donde se proclama:
«Ni originalidad literaria cabe, ni libertad política subsiste mientras no se asegure la libertad espiritual». Al estar delineados los caminos certeros del espíritu humano no había más que hacer una readecuación del mismo a la situación americana, donde ya las palabras vertidas en 1882 parecían haber sido escuchadas […] Los juicios de base filosófica y poética desplegados en El Poema del Niágara son enriquecidos mediante una aplicación a conceptos como política, sociedad, economía, identidad y autoctonía en América Latina en Nuestra América.[1]
Ahora pretendo develar cómo están recreados dichos conceptos. La manera en que se acercan en el ensayo emblemático esas «ideas-fuerza, centros intuitivos alrededor de los cuales se reconstruye la obra y el mundo martiano»,[2] al decir de Franco Avicolli, y el modo en que está concebido su lenguaje. Cómo Martí, en su condición, ya para este momento, de maestro de la imagen pictórico-verbal en todas sus formas —y especialmente en su función política, según Cintio Vitier—,[3] traduce a la sintaxis, a través de expresos recursos, una serie de intencionalidades, sin perder nunca su poder comunicativo, ni su eficacia y originalidad expresivas. El ensayo comienza, sin temor, con una sentencia que emplea el presente histórico —igual que las frases que inauguran muchos de sus cuentos de La Edad de Oro— y tiene como ese arranque de entrar directo en materia, cualidad que singulariza su sintaxis, pero que es también en cierto modo, lógica en un texto de profundo carácter programático: «Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea». A lo que siguen breves y exactas oraciones donde describe este pecado, para luego dar paso a un lenguaje metafórico abierto. Se suceden entonces párrafos construidos sobre la base de la estructura paralela: Primero, la descripción de lo mal que han venido comportándose los hombres en Latinoamérica. Segundo, lo que se debe hacer, para terminar con otra sentencia. Es decir, comienza y termina el primer párrafo con sentencias, donde ya se hace visible la base ideológica y sociológica del ensayo, que se ejecuta sobre la dicotomía ser / deber ser. Pues «para la defensa de nuestro deber ser se escribió Nuestra América».[4]
La advertencia del peligro que corren los países latinoamericanos se trasmite a través del uso de una variante del imperativo: «Lo que quede de aldea en América ha de despertar»,[5] y de oraciones negativas: «Estos tiempos no son…», «ya no podemos ser». Dicha estructura se repite en otros pasajes del artículo. Ocurren, por tanto, amplificaciones del mismo asunto, de ahí lo didáctico, pero sin rebajar nunca su lenguaje literario. Las construcciones poéticas o metafóricas le sirven para fijar, amplificar y trascender una idea.
Si el primer párrafo termina con una sentencia: «Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras»;[6] el segundo se inicia con otra, equivalente en contenido a la anterior: «No hay proa que taje una nube de ideas»,[7] pero se incorporan elementos que hacen suponer el movimiento y lo estelar; antes nos había presentado una imagen fija, incorporando en pequeñas dosis lo emotivo. No queremos dejar de señalar en este párrafo, además de la recurrencia de oraciones desiderativas con matices del modo imperativo —«Los pueblos que no se conocen han de darse prisa por conocerse»—, el hecho de terminar con una incidental: «como quienes van a pelear juntos», y deslizar en ella ideas que son muy importantes, lo que aparentemente entra en contradicción con su concepto de construcción accesoria y de menor significación, de lo que se desprende el uso estilístico refinado que de ella hace Martí. En este bloque las estructuras paralelas se resumen en el párrafo final, ahora usando en la primera acción que se presenta, abiertamente la negación: «Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz o la tundan y talen las tempestades».[8] Luego de lo cual ocurre una amplificación figurada que se cierra con una advertencia expresa que ya no usa la metáfora, solo un símil: un tropo de comprensión más fácil: «¡Los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes».[9] De lo que derivamos que el lenguaje metafórico es la manera escogida para hacer llegar el mensaje. Ese lenguaje no se rebaja, pero los razonamientos sí son didácticos, sobre todo en los cierres de bloque o cierres de una idea. Asoman entonces estructuras semánticas compuestas por afirmación + sentencia + reflexión + razonamiento metafórico + razonamientos directos didácticos con carga de denuncia, que emplean la metáfora como reforzamiento de la idea que se quiere trasmitir:
A los sietemesinos solo les faltará el valor [afirmación]. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses [sentencia]. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza el árbol difícil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. ¿Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque lleva delantal indio, de la madre que los crio, y reniegan, bribones, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre? ¿el que se queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel.[10]
Puede decirse también que el lenguaje figurado es asumido con afanes parabólicos para darle un giro ético a su razonamiento —lo que se manifiesta cuando emplea la metáfora de la madre, ese emparentamiento de la madre con América—, y que es exacto y profundo, y llega a todos, doctrinal y literariamente. Llamamos la atención de igual forma sobre la hermosísima metáfora que utiliza para referirse a nuestra circunstancia, que es el «árbol difícil» —el de los otros es «el de París» o «el de Madrid»— que nos recuerda ese aserto lezamiano que parece venir en más de una arista de Martí, donde se afirma que «solo lo difícil es estimulante», no en balde la frase pórtico del ensayo que abre su libro La expresión americana, que nos da el sentido de lo propio de este continente: «la dificultad para llegar a las esencias de ese mundo secreto».[11] Si antes habíamos hablado de la presencia de verbos con matiz imperativo —«hay que cargar»— que se repiten, la salvación también se presenta como un imperativo, es imperiosa para los pueblos de Latinoamérica: «¡Estos hijos de Nuestra América, que han de salvarse con sus indios!»,[12] aspecto estilístico de gran valor semántico dentro del ensayo.
En el próximo bloque, encabezado por un emotivo llamado de amor hacia lo suyo para el hombre americano, vuelven a ser aludidos los yerros que caracterizan aún a nuestros conciudadanos y gobernantes a través del presente histórico con tendencia a lo sentencioso que también encontramos en el comienzo de los anteriores bloques: «¿Ni en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América?».[13] Luego de esta idea, que se reitera más adelante en el propio ensayo, asistimos a la enunciación directa de las formas de gobierno que han llevado al fracaso al continente, seguida de sus consideraciones de lo que este debe ser en nuestras tierras, y las consecuencias que la aplicación de semejantes presupuestos traería, aunque él, por aquello del deber ser, las narre en el consabido y abarcador presente histórico:
Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras esta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recabar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés. Por esta conformidad con los elementos naturales desdeñados han subido los tiranos de América al poder: y han caído, en cuanto les hicieron traición. Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno, y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.[14]
Pues, como dice Cintio Vitier, a propósito de ese deber ser o futuridad que incesantemente se proyecta en estas y otras muchas páginas afines, Martí, como hacían los profetas hebreos, suele dar por hecho lo que en realidad es una plenitud inalcanzada. Es como si lo que debe ser, lo más justo y hermoso, precisamente por serlo, estuviera inscrito en el presente espiritual de la visión, o en el pasado sin caducidad de la consumación. Y como no solo diagnostica el mal presente, sino que indica sus remedios, entendemos que estos son para que, curado el cuerpo social de sus deformaciones, puedan cumplirse los ideales establecidos en el párrafo anterior.[15]
Luego de la amplificación de ideas que engloban su concepto de gobierno, continúa utilizando el modo imperativo para enunciar el perseguido deber ser: «En la carrera de la política habría de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. El premio en los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive».[16] Por lo que debe destacarse la sutileza de las formas y modos verbales empleados en el ensayo, que fijan potencialmente una desiderata y lo que se debe evitar. Vuelve a incurrirse en la estructura sentencia + amplificaciones reflexivas con afán de fundamentación: «Conocer es resolver. Conocer el país y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de las tiranías […]». Vemos cómo, a través de la eficacia expresiva, la reflexión derivada del razonamiento apegado a la realidad social se convierte en sentencias muy suyas: sentencias de naturaleza histórica que atraviesan el ensayo, grandes verdades dichas rectamente.
El bloque que comienza en «Con los pies en el rosario, la cabeza blanca, y el cuerpo pinto de indio y criollo vinimos, denodados, al mundo de las naciones…» tiene entre sus intenciones hacernos saber que todos somos mestizos, incluso los blancos. A partir de ese momento los protagonistas de la independencia americana son convertidos en personajes y se recrean sus vivencias en breves tramos de prosa poética. Martí por medio de una reflexión o entrada en materia nos cuenta lo que ocurrió durante el proceso liberador y luego de él, conformada a través de una sintaxis comunicativa que resume con una tirada metafórica, entre ideas que amplifican su concepto de hombre natural, ya presentado antes. Es en tal porción donde el ensayo describe magistralmente quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, y la historia de las revoluciones y gobiernos americanos después de la separación de España. Por eso es tan atinado el juicio de Liliana Giorgis donde se afirma que este artículo «representa el fruto de una búsqueda condensada en la necesidad de dar respuesta a la problemática del hombre americano».[17] Todos estos recursos metafóricos, a través de los cuales el escritor recrea una convulsa realidad, evidencian que a estas alturas la imagen en la prosa martiana no es un truco supuestamente embellecedor o sustitutivo, sino, rigurosamente, un medio e incluso, un método de conocimiento, como afirma Cintio Vitier.[18] Pues Martí ya ha convertido lo americano en algo más que un vínculo geográfico o cultural, y lo ha enraizado en la intimidad, a partir de adentro, al decir de Fina García Marruz.[19] En varios momentos, durante la lectura del artículo, reparamos en la magnitud de su actualidad, por ejemplo, cuando alude a fenómenos como el mercenarismo, el militarismo, entre otros, pero hay una línea que parece escrita para alertar a la juventud y que otra vez interiorizo antes de leérsela a mi hija: «El lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano, y abre la puerta al extranjero».[20]
Uno de los elementos más llamativos en este ensayo es, sin lugar a dudas, el tratamiento del lenguaje, del que emana un profundo amor por lo suyo, un entusiasmo preñado de fe. El tono ensayístico de Martí rezuma optimismo, sin que falte por ello el llamado a la cautela, la alerta. Lo emotivo nos recuerda la afirmación de Geovanni Meo Zilio donde plantea que
la iteración [recurso estilístico especialmente adecuado para expresar ciertos estados de ánimo afectivos]; como por otra parte todo procedimiento de estilo, es síntoma [es decir, indicadora de cierto tipo de personalidad o de estado de ánimo], y es al mismo tiempo signo (indicadora de cierta intencionalidad del autor con respecto al lector o al oyente). La función de síntoma y la de signo se dan simultáneamente en Martí: por una parte él es una personalidad intensamente afectiva, que vive en situación patriótica particularmente dramática (la esclavitud de Cuba, el exilio, el imperativo moral de la revolución); por otra parte, se dirige a un pueblo de intensa afectividad, agudizada por las mismas condiciones sociales y políticas al cual quiere dirigir un mensaje revolucionario (casi toda su prosa tiende, explícita o implícitamente, a este objetivo). La extrema tensión de la afectividad […]es, según nuestra opinión, la constante espiritual dominante en la prosa del gran cubano […] Sin embargo, la forma a través de la cual el mensaje se realiza, a pesar del carácter detonante que tiene, no es la razón, la causa, la procedencia: es la forma del tema, y no el tema.[21]
Comienza entonces la porción magistral más recordada, incluso musicalizada de esta obra: «Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño […]» que se extiende hasta donde se afirma que «Los gobernadores, en la repúblicas de indios, aprenden indio»[22] que constituye como una vuelta al principio, un regreso o recuento en que se resume a modo de prosa poética —prosa rítmica que puede ser segmentada en versos octosílabos, heptasílabos o endecasílabos— lo que nos ha venido contando hasta ahora en una especie de Da capo, donde hallamos una bella, exacta y triste metáfora que describe a la juventud del continente, entre las soluciones que propone a todos nuestros males: «La juventud angélica, como de los brazos de un pulpo, echaba al cielo, para caer con gloria estéril, la cabeza coronada de nubes»,[23] de las cuales ninguna es tan certera y emotiva como donde se afirma que «la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación»,[24] donde Martí contextualiza el problema, pero sabe la magnitud de la certeza de lo que está pronunciando, pues esa es la manera en que puede salvarse toda generación, aunque recuerde aquí la idea de Simón Rodríguez, quien veía la salvación del continente también en la capacidad de crear.
Esta porción magistral nos hace reparar en la gravedad, la solemnidad de los temas tratados a lo largo del ensayo, cualidades que nos llevan a contemplarlo como un himno, nos permiten reparar en su carácter hímnico o su condición de poema en honor a un pueblo héroe, transido de entusiasmo o amor, en su carácter de prédica de lucha convertida en canto, sazonada de las sentencias de raigambre histórica aquí descritas que se repiten: «Estrategia es política. Los pueblos han de vivir criticándose; pero con un solo pecho y una sola mente».[25] Pues él llega a decirlo, aunque en lecturas previas no hallamos reparado en ello: «¡Porque ya suena el himno unánime!»[26] en que este ensayo se ha convertido, para honor y justa y futura vida de nosotros, los latinoamericanos.
[1] Caridad Atencio. «Dos lecturas a El Poema del Niágara» en Revista Islas, n. 136, Santa Clara, abril – junio de 2003, p. 69.
[2] Véase Franco Avicolli. «Análisis semántico de cuatro textos martianos», Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, n. 9, 1986, p. 140.
[3] Véase Cintio Vitier. Las imágenes en Nuestra América, Casa Editorial Abril., La Habana, 1991.
[4] Cintio Vitier. Ob. Cit, p.14.
[5] El subrayado es mío. (C.A)
[6] José Martí. «Nuestra América, Edición Crítica», en Cintio Vitier. Vida y obra del Apóstol José Martí, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2010, p. 337.
[7] Ibídem.
[8] José Martí. Ob. Cit, pp. 337 – 338.
[9] José Martí. Ob. Cit, p. 338. El subrayado es nuestro.
[10] Ibíd., p. 338. El subrayado es mío. (C.A)
[11] Armando Álvarez Bravo. Orbita de José Lezama Lima, Ediciones Unión, 1966, p. 31. Allí se afirma que: La expresión americana «nos ofrece una visión señorial de nuestro mundo a través de una mirada que todo lo ve distante y que, regocijándose en la proliferación sensual, barroca, parte de una exuberante grandeza universal, aunque sus manifestaciones estén teñidas de entrevesados juegos y triquiñuelas».
[12] Ibídem.
[13] Ibídem.
[14] José Martí. Ob. Cit, p. 339.
[15] Cintio Vitier. Ob. Ci. pp. 26 – 27.
[16] José Martí. Ob. Cit, p. 340.
[17] Liliana Giorgis.«Recuperación y vigencia de “Nuestra América”» en Anuario del Centro de Estudios Martianos 18, 1995/ 1996, La Habana, p. 29.
[18] Cintio Vitier. Ob. Cit, p. 7.
[19] Véase Fina García Marruz. “El escritor” en Temas Martianos, Primera serie, Biblioteca Nacional José Martí, 1969, p. 230.
[20] José Martí. Ob. Cit, p. 344.
[21] Geovanni Meo Zilio citado por Franco Avicolli. Ob. Cit, p. 108 – 109.
[22] José Martí. Ob. Cit, p. 342.
[23] Ibídem.
[24] José Martí. Ob. Cit, p. 343.
[25] José Martí. Ob. Cit, p. 343.
[26] José Martí, p. 345.
Visitas: 199
Deja un comentario