Memorias de la guerra, actividad que se efectúa en el Centro Cultural Dulce María Loynaz los segundos jueves de cada mes, es inspirada en el libro, con el mismo título, que escribiera Enrique Loynaz del Castillo.
Dirigido por Yoel Cordoví Núñez, presidente del Instituto de Historia de Cuba, el espacio contó este jueves 13 de octubre con la presencia de Pedro Pablo Rodríguez, Premio Nacional de Ciencias Sociales, uno de los hombres que más conoce la obra martiana en la isla.
Rodríguez explicó a un público joven —alumnos de la escuela secundaria― que el pensamiento y la acción de José Martí son inseparables, lector que no solo devoró miles de libros, sino también periódicos, porque siempre quiso estar actualizado. Nada se le escapa al Apóstol, ni la ciencia, la pintura, la psicología, la música, la mecánica…, lo cual destaca su capacidad de trabajo a pesar de su frágil salud, mellada en las canteras del presidio político.
Comentó acerca de su caligrafía, difícil y engorrosa, porque el tiempo no le alcanzaba y escribía en bloque, alargando, a veces, el palo de la T hasta encontrar otra, o ignorando la palabra, dejando un espacio para luego ponerla, o poniendo palabras de más, escalonadas, sobre el espacio en blanco. El inquieto niño, que caminaba siempre apurado, aun hombre, y saltaba los escalones de dos en dos, queriendo ganarle siempre tiempo al tiempo, sería hoy, estaría seguro, director de cine, o de radio…
Continuó su discurso refiriéndose a las personas sobre las que se interesó y escribió Martí, entre ellas: Alfredo Torroella, José Joaquín Palma, Rafael de Castro Palomino, Rafael María de Mendive, Enrique José Varona, Fermín Valdés Domínguez, Félix Varela, Julián del Casal, Cirilo Villaverde, y los poetas de la guerra.
Por último, Rodríguez categorizó la cultura como elemento principal para elevar el espíritu, ejemplificada en el Apóstol, cuyo objetivo principal es fortalecer los sentimientos, el corazón y con ello, apreciar y disfrutar el arte.
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