Un acontecimiento que tuvo lugar hace pocas semanas me hizo jurar que, la próxima vez que escribiera una reseña crítica, me referiría a él: al hecho de que dedicarse a escribir unas páginas sobre un libro de poesía constituía un verdadero premio, dorado, luminoso… alejado de aquellos que se dan por las instituciones y pagan en dólares. Un acercamiento franco, sin cortapisas ni concesiones a un libro de poesía sube más por el horizonte y eleva al libro y al autor muchísimo más que el Premio Nicolás Guillén, pues sobran los dedos de una mano para contar los libros verdaderamente relevantes que han recibido este lauro.
Vivimos días en los que se olvida, en los que lo poético y lo literario, a manera de vida social o acontecimiento relevante, han ido perdiendo virtualidad, se han ido marchitando entre mediocridades y famas inmerecidas. Cuando toda posible «dicha» o jerarquía literaria consiste en aspirar a ganar un concurso, la vida literaria —que no es la literatura, pero se mezcla con ella de diabólicas maneras— no anda nada bien. Por todas las cabezas ha pasado la idea de mandar a concursos, dado lo precario de la vida material. Entonces me pregunto: ¿Qué tratamiento dará la institución literaria a los que no reciben premios, a los que no mandan a los premios y tienen una obra atendible, más allá de virtualmente «echar a fajar» a los libros y poetas que no «hacen el peso» premiados y a los autores de libros de calidad? ¿Qué hace? ¿Qué estrategias despliega? Casi ninguna. Los cafés y peñas literarias han, desde ciertos puntos de vista, languidecido. Sus animadores, además de enfrentar vicisitudes para conformar un espectáculo llamativo y lograr que el público asista, padecen desgaste, y resisten estoicos entre el amor a la poesía y el provecho material que les reporta. Un panorama muy complejo, como solemos decir un grupo de amigos para chancearnos de la cruda realidad.
¿Qué hacer, qué hacen los poetas? ¿Socializar hasta que, por condición propia, llamen la atención de la academia norteamericana o mutar y «forzar la poética» para entrar en sus rubros de apreciación y competencia? ¿Esperar y esperar que el reconocimiento nos venga una vez más de afuera y no de dentro, como en el cine y en la música? Nadie es profeta en su tierra, pero siendo nosotros nuestros propios profetas nos cocinamos en nuestra salsa, que a muchos ahoga, pero a otros deja avistar el futuro en el que aspiramos a que los críticos de poesía vengan a dar su esperado veredicto. Pero eso que digo no es verdad nueva, sino caldo de cultivo de nuestras mentes hace años.
Poesía y pandemia
Viéndome sola al interior de mi casa y mi deseo, los medios a mi alcance posibilitaron que me dedicara a promover la poesía, la buena poesía, y para ello publicaba en Facebook un día a un poeta extranjero, y al otro un poeta cubano, alternando así infinidades de veces, pero nunca me cansé. Me di a la tarea de divulgar entre amigos y lectores a casi todos los premios Pulitzer de Poesía, lo mejor de lo contemporáneo de la poesía rusa, irlandesa, norteamericana, rumana, etcétera. También en esta «actividad» he usado y uso el gmail, al alcance de un número mayor de colegas. Algunos de ellos se me acercaron para agradecer que, con mi acción, los hubiera hecho conocer autores de los que ni siquiera tenían noticias. En esa labor sigo y seguiré con más pausa o más velocidad, porque, aunque la comencé a realizar antes de darme cuenta, las revistas digitales encargadas de nuestra vida cultural en todos estos años de pandemia no publican poesía: hablo de La Jiribilla, el sitio web de la UNEAC e incluso Cubaliteraria que, para ser justos, sí publica de vez en cuando a poetas foráneos o del patio ya fallecidos.
¿De qué poesía cubana podemos hablar entonces? ¿De qué difusión? Antes los poetas podían mantener un lazo alrededor de las revistas, por ejemplo, La Gaceta de Cuba que, además de publicar premios y menciones de su concurso de poesía, permitía que vieran la luz textos poéticos inéditos en sus páginas. Esta revista mantenía nucleada a la intelectualidad de cierta forma alrededor de ella, por lo que en mi opinión fue un error dejar de seguir publicándola, estuviera la crisis como estuviese. También La letra del escriba lo ha hecho inveteradamente, pero, a pesar de mantenerse saliendo en tiempos de pandemia, la falta de insumos ha retrasado su periodicidad. El espacio «Aire de luz» que conduce la poeta y crítica Basilia Papastamatíu también se interrumpió durante la pandemia, y ahora, aunque se ha retomado, es el único espacio que se dedica a divulgar la poesía cubana, lo que hace que no sea suficiente en esta tierra de buenos poetas desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí.
A inicios del encierro tuvo lugar un hecho memorable: la presentación de los primeros diez libros de la colección «Arco Tenso», a cargo del poeta Jesús Lozada con el concurso de los poetas y editores Roberto Manzano y Jesús David Curbelo. Fueron gotas de gloria ante nuestros ojos que permitieron que vieran la luz algunos frutos poéticos de valor. Presentamos hermosamente estos libros en Matanzas, con la promesa de ir a otras provincias, pero la COVID no lo permitió.
Mi pasión por la poesía y la calidad de los libros me permitió escribir reseñas de los libros de Jesús Lozada, Ismael González Castañer y Roberto Manzano, las que pude publicar en nuestras laboriosas revistas digitales. Mi libro El camino a casa también vio la luz por «Arco Tenso», siendo el libro más reseñado y reverenciado de mis cuadernos poéticos. Escribieron sobre él personas que lo leyeron incluso en formato digital: una prueba, modestia aparte, de que cuando un crítico o escritor quiere expresar su parecer exegético, este emerge por encima de las difíciles pruebas a que lo pueda condenar la realidad cotidiana.
Aproveché este impasse sin revistas en papel para publicar de manera digital reseñas que se me habían quedado trabadas en dichos magazines por falta de papel. El crítico hedónico ha sustituido al crítico profesional que debiera laborar en los suplementos culturales de nuestros periódicos que no existen. Como poeta, como escritora, como crítica me pregunto: ¿quién no quisiera leer un buen libro de poesía y organizar unas cuartillas sobre él?
Sobre la crítica de poesía
- La revista La Gaceta de Cuba se negó a publicar presentaciones de libros de poesía porque decía que no eran reseñas propiamente. Al parecer eran espaldarazos de amigos creadores a creadores.
- Si no se publica poesía cubana contemporánea en las revistas digitales, que son las que siguen teniendo una sistematicidad, ¿cómo sabremos del desarrollo del género, qué marca tendencia y qué no?
- Los poemarios vienen a ser como guerreros de las propias editoriales. Hasta que no lo comprendan así no habrá desarrollo en el proceso que comienza cuando se publica el libro. Luchar, trabajar por las mejores reseñas es el objeto de trabajo de su equipo promocional y a veces lamentablemente solo promueven el libro en la red con la nota de contracubierta que el autor buscó y obtuvo. Los periodistas deben estar en estos grupos de promoción de las editoriales.
- Queda entonces el poeta soldado: que busca publicar desarrollando estrategias, que se procura al que mejor pueda escribirle la nota de contracubierta, al que mejor lo pueda presentar.
- La relación crítica-premio muchas veces es inversamente proporcional.
- Es natural el desencuentro entre vida literaria y crítica literaria, aunque es impostergable el acuerdo entre crítica literaria y las instituciones.
- La crítica y la promoción parecen estar relacionadas directamente. La crítica debe incidir en los fundamentos de la promoción.
- ¿Qué ocurre si la promoción no está basada en el fundamento o especie de canon que construye la crítica? Que se establecen falsas jerarquías que obedecen a cuestiones extraliterarias vinculadas a veces al carisma del poeta, a su ostensible posición política, o a sus influencias sobre las instituciones o círculos de poder.
- ¿Qué se sabe, a ciencia cierta, de las relaciones o los vasos comunicantes entre la academia dígase universidades, Academia Cubana de la Lengua, Instituto de Literatura y Lingüística y otros centros de investigación— y la crítica y los críticos?
- ¿Recuerdan los Diversos que ponían en la televisión? ¿Un poeta leyendo un poema o parte de él? ¿Y los programas de poesía hechos por Curbelo? Muy útiles en su momento. Hay materiales como estos que solo hay que reponerlos, o reconcebirlos para sentir que se hace algo, para no quedarnos en el agudo ejercicio del pensar.
- Tengo malísimas referencias y recuerdos del polémico Premio de la Crítica, donde muchos de los escritores que han sido jurado me han dicho que ha sido difícil que presten atención a poemarios de calidad. La vez que fui jurado hubo libros relevantes de poesía que no llegaron a nosotros. Puestos en guardia tales poetas, y yendo a reclamar, este director dijo a uno de ellos que él era un poeta reconocido ya que no necesitaba ese premio. Es así, o no se envían, o llegan tarde al jurado, o se hace una jugarreta para que no sean examinados los mejores. Para finalizar este punto solo expongo un argumento interesante: cuando gané este Premio en 2011 con El libro de los sentidos, Juan Nicolás Padrón y Enrique Sainz me dijeron que quisieron darle a alguien el premio que lo mereciera, y lo necesitara, como era mi caso, no para ponerle una estrellita más al arbolito de brillo.
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