
Agradezco a Cubaliteraria, y en especial a Isa González, la oportunidad de reflexionar, de manera breve, sobre Efectos secundarios, imprescindible antología de Leymen Pérez. En este libro, que recomiendo a los lectores, el poeta matancero, desde un dominio excepcional de la palabra y de las exigencias del verso, se propone y logra dialogar, teniendo la complicidad de la poesía, con la realidad, consigo mismo y con nosotros, sus contemporáneos.
La realidad, vista a través de la poesía de Leymen, no resulta un concepto abstracto. Es palpable, se admira y se rechaza, duele física y moralmente, es una y diversa, parece que no cambia, pero si lo hace, solo que el rumbo resulta, a veces, proliferante y difuso. En su obra se puede palpar la temperatura angustiosa de lo cotidiano que afecta al individuo, tanto en su vínculo entrañable con los humildes objetos que lo rodean, como en su relación conflictiva y amorosa, con su familia, su casa, las ciudades que marcan su peregrinar, el país que nos duele y el mundo, cada vez más estrecho y más ajeno.
El poeta nos dice que es posible leer el futuro, palparlo, a través de un puñado de arroz. Y es cierto, porque en cada uno de esos diminutos granos está la tierra, el aire que batió las espigas para espantar los insectos intrusos, está la luz vivificante del sol, las fases de la luna, la lluvia que le permitió germinar, el sudor de los cosechadores, la ambición de los mercaderes y el hambre de los que lo buscan afanosamente para evitar la muerte. Así como Santa Teresa nos dice que Dios está en los pucheros, Leymen nos conmina a que encontremos en las cosas cotidianas la pulsación del ser y de sus circunstancias.
Ver el todo en lo singular y viceversa, centra los afanes del filósofo y del poeta. Mientras el primero busca una explicación sobre la relación entre el ser y la existencia, el otro prefiere integrarse, formar parte, ser uno con la naturaleza y todas las realidades que lo rodean, y trata de dejar testimonio de su tránsito por la existencia, jugando a ser inmortal. Leymen siente ese vínculo y nos lo dice en un verso donde siente que es uno con la tierra y el bosque. En más de un texto del libro que comentamos hoy, el poeta siente que se arranca, que se desarraiga, pero también que se siembra, que, como los árboles, se ancla poderosamente a las entrañas de la tierra, de manera que pueda resistir cualquier embate real o imaginario. Ese dilema, que ha sido «El Dilema» del hombre a través de la historia, está magníficamente ilustrado en las páginas de Efectos secundarios. Llamo la atención de los futuros lectores del libro, sobre el acierto que tuvo el poeta a la hora de escoger este título, para un poemario donde se insiste, con mucha frecuencia, en advertirnos que la trascendencia no siempre depende de lo que aparece en primer plano, de lo protagónico, y que, las más de las veces, lo que está en segunda fila es lo que da sentido a los reflectores.
Desde la cita de William Wordsworth, donde el poeta inglés advierte que la búsqueda de la felicidad requiere tener conciencia de que es aquí y ahora donde podemos obtenerla o no, hasta los versos finales de esta antología donde Helena Blavatsky nos dice que la vida es más realidad que los sueños, algo que parece elemental, pero que está muy lejos de serlo en el libro; repito, desde Wordsworth hasta Blavatsky hay un invisible hilo que atraviesa toda la obra, donde Leymen nos habla sobre la urgencia de encontrar la felicidad y al mismo tiempo se lamenta de que la realidad soñada, se aleja cada día más de la vida. En el poeta inglés predomina el fatalismo romántico, la pérdida inevitable; para la teósofa, que buscaba una explicación a la existencia más allá de la ciencia y la religión, la vida es el punto de partida para revelar los misterios más allá de la muerte; para Leymen vivir es luchar, es agonía, pero también puede ser triunfo. Por eso, a pesar de todas las trampas de la realidad, que pueden derrumbarlo a veces, siempre termina empinándose, asido al pabellón indestructible de la poesía, la única capaz de darnos la más vivificante luz aun cuando esté refiriéndose al dolor más atroz, o describiendo las más lúgubres sombras del averno.
Concuerdo absolutamente con Roberto Manzano cuando califica el libro de Leymen como un «vigoroso conjunto de textos» poseedor de una «indiscutible coherencia artística» donde podemos palpar «la resonancia humanista y la autenticidad espiritual de su trayectoria creadora». Manzano también nos ilumina sobre las «profundas inmersiones en el consciente colectivo» que logra el poeta cuya poesía deviene «testimonio y […] denuncia del mundo que malvivimos».
En la obra de Leymen hay un permanente viaje de lo universal a ese espacio intimo donde nos afanamos en buscar la Explicación, en mayúscula, esa que nos permita entender qué somos, por qué lo soñado se diluye, por qué cuando nos consideramos arraigados en el amor, sedemos a la irresistible y seductora lejanía. En ese tránsito, palpable en su poesía, el poeta se apoya con frecuencia en autores o personajes reconocidos, como otra posibilidad para llegar a esa explicación cuya mayor virtud es no ser revelada. Se apoya, reitero, en personajes y autores de distintas épocas y a través de ellos aborda temas y asuntos que nos inquietan también a muchos de nosotros, no solo a él. Pero ese viaje de lo universal a lo íntimo, también lo lleva a lo más próximo, a lo que está a su lado, a lo que late en la casa, en las venas de la abuela, en el barrio, en la ciudad, en el país. Y entonces su discurso encuentra palabras, expresiones que vienen de lo más hondo del pueblo, de esa esencia que nos define. Es paradigmático como este autor logra que poetas y filósofos como Ezra Pound y Gilles Deleuze, entre otros; personajes como el Oskar Matzerath, del Tambor de Hojalata o Godot; novelistas como Dostoievski o Marguerite Duras, convivan, en curiosa armonía con asuntos y temas de nuestro, a veces, angustioso acontecer.
Efectos secundarios es un libro que recomiendo. El lector se encontrará en él, no siempre de manera complaciente y es bueno que así sea. Yo lo leí con una mezcla de placer y dolor, pero puedo asegurar que me fue muy útil y aleccionadora su lectura. Gracias de nuevo a Cubaliteraria, a Isa, al Centro Loynaz, pero sobre todo a mi admirado y muy querido Leymen Pérez.
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Puede descargar, de manera gratuita, en nuestro Portal Efectos secundarios, de Leymen Pérez, en formato ePub y Pdf.
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