Stefan Zweig nació en Viena el 28 de noviembre de 1881, hace ahora ciento cuarenta años. Hijo de un acaudalado matrimonio judío, tuvo acceso a una educación esmerada. Su familia comprendió y apoyó al joven cuando expresó su deseo de ser escritor. La única condición que se le impuso fue que estudiara una carrera. Zweig matriculó Filosofía y Letras en la Universidad de Viena, y recibió su diploma en 1904, antes de cumplir veintitrés años. La fortuna familiar, y posteriormente sus honorarios de escritor exitoso, le permitieron viajar por distintos países, ampliando así su horizonte cultural. En París entró en contacto con Émile Verhaeren, Auguste Rodin y Rainer Maria Rilke. También le unirían lazos de amistad con Romain Rolland, Máximo Gorki y el pintor belga Frans Masereel, quien ilustró algunas obras de Zweig.
Ya desde el bachillerato había comenzado a escribir poesía y narrativa, y había logrado publicar sus primeros poemas en el periódico berlinés Die Gesellschaft. Pero el espaldarazo para el incipiente autor fue la aceptación de sus colaboraciones en el periódico Neue Freie Presse, que era considerado la más alta instancia literaria en Viena, y en el cual se había publicado, entre otros, a Ibsen, Zola, Shaw, Strindberg y Hofmannsthal. Zweig se mantuvo como colaborador del periódico durante tres décadas.
Siguiendo el consejo de Richard Dehmel, dedicó parte de su tiempo a traducir literatura, para desarrollar su sentido de las posibilidades expresivas de la propia lengua. Zweig tradujo, entre otros, a Keats, Baudelaire y Verlaine; más adelante traduciría también a Verhaeren, Rolland, Barbusse y Pirandello.
Durante la Primera Guerra Mundial, Zweig trabajó en el Archivo de la Guerra en Viena. En 1915 fue enviado a Galitzia para reportar sobre la situación en esa región, reconquistada hacía poco por los austriacos. Las experiencias en Galitzia reafirmaron su rechazo a la guerra y su orientación hacia un pacifismo consecuente; así surgió la apasionada denuncia antibelicista que es su drama Jeremías, publicado en 1917 y estrenado con éxito en Zúrich, en 1918.
Concluida la guerra, Zweig regresó a Austria y trasladó su residencia de Viena a Salzburgo. Allí lo visitarían célebres escritores como Thomas Mann, H. G. Wells, Hugo von Hofmannsthal, James Joyce, Franz Werfel, Paul Valéry y Arthur Schnitzler, a quien dedicaría «con afectuosa devoción» la biografía de Joseph Fouché. Conocedor y amante de la música, Zweig recibió también en su casa a Maurice Ravel, Richard Strauss, Alban Berg, Béla Bartók y Arturo Toscanini.
En la gran biblioteca de su casa en Salzburgo se hallaba, celosamente conservado, el escritorio que había pertenecido a Beethoven; y en un armario a prueba de incendios, la vasta colección de escritos autógrafos de Zweig, en la que se contaban originales de Goethe, Balzac, Dostoievski, Flaubert, Nietzsche, Schiller, Verlaine, Hölderlin, Kleist y Whitman, así como de Rolland, Rilke, Thomas Mann, Gorki y Sigmund Freud. Con este último sostuvo una larga y fructífera relación de amistad; el intercambio de ideas entre ambos ejerció una gran influencia en la obra de Zweig.
Abordó diversos géneros literarios, pero su fama se fundó, sobre todo, en su obra narrativa: cuentos, noveletas y biografías. No experimentó con el idioma; no fue un innovador. Su meta era llegar, con temas de interés tratados en forma cautivante, a un amplio círculo de lectores. Tras haber escrito ensayos biográficos y monografías sobre varias personalidades, Zweig publicó, en 1929, la biografía de Joseph Fouché, una de sus más logradas creaciones.
En 1933, cuando el fascismo estaba en pleno ascenso, Zweig escribió a Thomas Mann: «…la mentira extiende, insolente, sus alas… las cloacas están abiertas, y los hombres aspiran su hedor como si fuese un perfume». Para Zweig solo había una respuesta posible ante el fascismo: su aporte literario. En Triunfo y tragedia de Erasmo de Rotterdam (1934), Zweig proyecta sus propias actitudes en la figura del gran humanista que solo se sentía comprometido con la razón.
Tras el registro practicado en su casa de Salzburgo en 1934, Zweig abandonó Austria, adonde solo regresaría por temporadas. En 1936 vio avecinarse la catástrofe fascista y encargó a su primera esposa que vendiese la casa lo antes posible. Los escritos autógrafos que con tanto celo había conservado los traspasó a la Biblioteca Nacional de Viena y a un coleccionista privado.
Los libros del judío Zweig fueron quemados públicamente por los nazis, y de hecho eliminados de las bibliotecas. «Mi obra literaria ha sido reducida a cenizas en el idioma en que fue escrita, en el mismo país donde mis libros conquistaron la amistad de millones de lectores.» (Zweig, El mundo de ayer). El 12 de marzo de 1938, Hitler invadió Austria y proclamó la anexión, el Anschluss. Hasta entonces, Zweig había sido un exiliado «a medias», que podía retornar a su tierra natal cada vez que lo deseara. El Anschluss constituyó para él la pérdida definitiva de patria y hogar.
Entre 1936 y 1940 residió en Londres, de donde pasó a Estados Unidos. Allí se ocupó de conseguir permisos de entrada y pasajes para su primera esposa Friderike, las hijas de ésta y otros exiliados. En el barco a bordo del cual llegaron a New York Friderike y sus hijas, arribaron también emigrantes de renombre: Franz Werfel, Alfred Polgar, Heinrich Mann y Golo Mann.
Con su segunda esposa, Lotte, Zweig pasó en 1941 de New York a Petrópolis, Brasil, donde alquilaron una casa en la que Zweig escribió su famosa Novela de ajedrez (Schachnovelle) y concluyó su autobiografía El mundo de ayer, que se publicó en 1941 en Londres, mientras que la edición en alemán aparecería póstumamente en Estocolmo, en 1942. En realidad, no se trata de una autobiografía en sentido estricto. No es el destino de su autor el centro de la obra, sino las experiencias y sentimientos de su generación, marcada por dos guerras mundiales.
«Ninguno de los dos podía sobrevivir a Austria», dice un personaje de La Marcha de Radetzky, de Joseph Roth, tratando de explicar la muerte casi simultánea del protagonista de la novela y del anciano emperador Franz Joseph. Tampoco Stefan Zweig pudo sobrevivir a la destrucción de su país y la de Europa. Pero, sobre todo, no pudo soportar la pérdida de la fe en la humanidad, que le había sostenido a lo largo de su existencia. Así, el 23 de febrero de 1942, los cadáveres de Zweig y su segunda esposa fueron hallados por la policía en la casa de la rua Gonçalves Dias 34, en Petrópolis. También se halló una declaración firmada por el escritor, en la que daba cuenta de sus motivos para abandonar la vida, y agradecía a Brasil la hospitalidad que le había brindado. «¡Saludo a todos mis amigos! ¡Ojalá puedan ver la aurora después de esta larga noche! Yo, demasiado impaciente, me voy antes que ellos.» Los Zweig yacen enterrados junto a la tumba del emperador Pedro II, en Petrópolis. La casa donde vivieron fue comprada por el estado brasileño y convertida en museo.
Junto a Mozart, Johann Strauss y Sigmund Freud, Stefan Zweig se cuenta entre los autores austríacos más conocidos en el mundo entero. Reeditadas una y otra vez, traducidas a más de cincuenta idiomas, las obras más importantes de Zweig siguen siendo leídas. Varias de sus narraciones han sido llevadas al cine; el filme de Maria Schrader Antes del amanecer [Vor der Morgenröte, Alemania-Francia-Austria, 2016] aborda los últimos años en la vida del escritor. La editorial cubana Arte y Literatura –que ha publicado varios de sus libros, entre ellos Fouché– reeditó en 2018 la biografía María Antonieta. En España, la editorial Acantilado acaba de publicar, en dos tomos, la colección completa de las biografías escritas por Zweig.
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