Hay términos en el español criollo que hablamos los cubanos, con sus variantes en distintas regiones del país, que la mayoría de nosotros desconocemos su procedencia.
Por solo poner un ejemplo bastante contemporáneo, cuando la Orquesta Van Van con Juan Formel en su dirección, compuso un número musical que es encanto de nuestro público —me refiero a «El guararey de Pastorita»―, nunca supimos el significado de la palabra guararey.
Y entonces le pregunto a mis lectores, ¿qué quiere decir guararey? Buscando en el Diccionario Larousse publicado por Edición Revolucionaria, La Habana 1968, no encuentro la palabra, pero si el término guara, que tiene varias acepciones: nombre dado a un loro hablador, a un aguardiente, a un adorno de vestido, y a un movimiento exagerado, resultado que creo que se acerca más a lo que la canción quiere expresar.
Sobre esta canción también tengo una anécdota en mi historia personal.
En febrero del año 76 fungía como subteniente en la Sección Política de la Misión Militar de Cuba en la provincia de Cabinda, Angola, y entre otras tareas tenía la de organizar y acompañar a los artistas cubanos que iban a actuar para nuestras tropas. Un día me dan la orden de llevar a Belice —un poblado muy cerca de la frontera con Zaire, enemigo entonces―, a una orquesta organizada entre los mismos soldados nuestros, con la misión de actuar para la población del lugar.
Cuando la orquesta empezó a actuar para la multitud que se había reunido —la mayoría nunca había visto a una orquesta en vivo―, inició con «El guararey de Pastorita» y yo hice coro también pues, aunque me considero un músico frustrado, siempre me ha gustado cantar e incluso llegué a estar en el coro de la Iglesia Bautista de Caibarién.
El primer guararey lo cantamos solo los cubanos, pero a partir de entonces, todos fueron coreados por la multitud. Siempre me he preguntado, si guararey tendría algún significado en el dialecto fiote, que es el hablado en Cabinda, pero nunca he encontrado respuesta.
De vuelta a los términos que usamos los cubanos sin conocer del todo su procedencia, hay otra anécdota muy interesante.
Cuando las tropas inglesas tomaron La Habana, sucedieron circunstancias que dieron lugar a formas populares de expresión cuyo origen muchas veces desconocemos.
¿Sabe usted, amigo lector, de dónde surge la tan utilizada expresión «la hora de los mameyes»?
La frase surge porque los soldados ingleses que ocuparon La Habana —y también otras ciudades como la del Puerto de Cárdenas— usaban un uniforme con el que más bien parecía que iban a un desfile y no a combatir. Vestían chaqueta rojo-mamey y pantalón negro. Por eso el pueblo, a manera de burla y aplicando la jocosidad más criolla, los bautizó como «los mameyes».
Para evitar posibles trifulcas y, por supuesto, velar por sus intereses, las tropas inglesas implantaron un toque de queda en el horario de la tarde, aunque realmente lo decretaban cada vez que entendían. En este tiempo solo podían transitar por la ciudad los militares o alguna persona autorizada, por lo que la ciudad se inundaba de «mameyes». De ahí que los citadinos denominaran este lapso como «la hora de los mameyes».
Otro asunto con los ingleses ocupantes también puede ser una interrogante para muchos: ¿Por qué al plátano maduro aplastado se le llama «fufú»?
Según don Fernando Ortiz, durante la dominación inglesa habanera entraron muchos esclavos a la isla traídos por los ingleses. La comida que normalmente se daba a los esclavos era plátano hervido aplastado, pues alegaban que esta manera de comerlo era típica de Ghana y Sierra Leona.
Los negreros ingleses acostumbraban a insistir con los esclavos para que comieran repitiéndole «food, food, food», palabra que en español significa comida, de ahí que los propios esclavos comenzaran a darle el nombre de «fu-fu».
Al día de hoy este manjar se come en toda Cuba y el Caribe, aunque en el oriente de nuestro país se le llama machuquillo o matajíbaro; en Puerto Rico se conoce como mofongo; y en República Dominicana como mangú.
Habría muchos ejemplos más que podríamos relatar, pero creo que con esto basta para que mis lectores lleguen a la conclusión de que siempre nos quedará mucho por investigar y aprender, sobre todo si se trata de nuestra habla popular.
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