Este hombre, sentado a mi lado, con cara de argentino bueno, y que hacía más de quince años no nos visitaba, es Mempo Giardinelli. Novelista, cuentista, ensayista, crítico, es una de las figuras imprescindibles del postboom, uno de los grandes narradores latinoamericanos contemporáneos y tiene un corazón que no le cabe en el pecho, cargado de amor a Cuba y a los cubanos.
Eso bastaría para hacérnoslo entrañable, si no fuera porque además escribió, entre otras novelas, Santo oficio de la memoria (Premio Internacional Rómulo Gallegos, en su octava edición de 1993), una verdadera obra maestra que lo consagró definitivamente, y con anterioridad, en 1983, había ganado el Premio Nacional de Novela en México (concedido por primera vez a un extranjero) con la muy popular Luna caliente, que ha sido traducida a más de quince idiomas. Pero él mismo ha confesado que el cuento es su género predilecto, y en ese campo publicado cinco libros en los que sobresalen muestras capaces de figurar en la más exigente antología del género. Es un notable crítico y ensayista, y un verdadero teórico del género, al que ha dedicado memorables ensayos como «Estructura y la morfología del cuento», un libro como Así se escribe un cuento, con ensayos y entrevistas, y EI género negro, ensayos de literatura policial. Añádase a esta ficha que fue director-fundador de la revista Puro cuento, de obligada referencia para el género en América Latina, y tendremos que concluir que, si semejante curriculum no es un record, sí constituye un magnífico average.
Tener a Mempo con nosotros es una verdadera fiesta para sus numerosos amigos cubanos. Nos hemos cruzado con él en Guadalajara, en México DF, en su Chaco natal, en España, en Estados Unidos, en fin, por esos caminos del mundo que la literatura descubre y enlaza con los hilos invisibles del afecto y la amistad. Juntos hemos leído ponencias, cuentos; juntos hemos reflexionado sobre nuestro solitario oficio; juntos volvemos a estar ahora, esta vez en la X Feria Internacional del Libro de La Habana, que él prestigia con su presencia, para presentar Textos violentos, un libro que es a la vez un sueño mío de varios años, como también lo es su presencia entre nosotros. Él lo sabe: sabe que desde la primera vez que nos cruzamos, en una de las Ferias de Guadalajara, en la que leímos y nos admiramos mutuamente un cuento cada uno, le confesé que tenía dos obsesiones: publicarle un libro en Casa y que volviera a visitarnos.
Y he aquí, queridos amigos, que las obsesiones se han hecho realidad. Aquí está Mempo y están los cuentos que componen este libro que hoy tengo la satisfacción de presentarles. No voy a cometer la indiscreción de contárselos, porque ese placer está destinado a sus futuros lectores. Baste decir que en estos textos está la mano y el oficio de un maestro del género y de sus técnicas. Cada cuento es como un chispazo, como una reverberación de luz entre las sombras. Dijo Mempo una vez:
Sin ánimo de definir, diré que para mí un cuento es como estar ante una infinita serie de focos apagados. De pronto, sé que uno va a encenderse y me agazapo, me pongo alerta; debo estar dispuesto sólo a mirar su luz, a dejarme encandilar; debo descubrir todas sus facetas, describirlas, sentirlas, exponerlas, analizarlas cuidadosamente. Es como dice Marguerite Yourcenar: eI escritor es a al que si le arrojan un guante a la cara, ni se indigna ni lo devuelve, sino que lo recoge, lo analiza y se pone a escribir acerca del episodio. Ante esa luz, pues, debo impedir que se apague. Y cuando el foco ya no irradia luminosidad, porque me la bebí toda, creo que entonces hay un cuento.
Hay aquí entonces nueve luces, nueve focos encendidos con la luminosidad acrecentada por el talento del narrador que son verdaderas variaciones alrededor de la violencia: desde la violencia soterrada que estalla sorpresivamente como una bofetada en medio del silencio, en «EI ciego», hasta la violencia sostenida desde las primeras frases del cuento que nos va envolviendo con el horror de la situación narrada, como en «EI paseo de Andrés López», o «Tiempo de cosecha»; desde la técnica objetiva de un narrador ubicado en un nivel de realidad puramente visual, descriptivo y que, sin embargo, va desplegando la corriente subterránea de sentido, ese otro cuento (que es el verdadero) que se revelará en una explosión final, como en «EI tipo»; hasta el empleo magistral del tiempo psicológico y de las mudas espaciales en «Naturaleza muerta con odio».
Todo el talento, todo el oficio, toda la técnica puestos en función, precisamente, de una escritura depurada, limpia, sencillamente impecable. Eso es este libro.
Termino con una anécdota: Hace algunos años, en una de las Ferias de Guadalajara, Mempo, junto con el narrador chileno y entrañable amigo Poli Délano, asistía a una conferencia de prensa. Una periodista, no recuerdo ahora su nombre, con no muy rectas, por no decir, provocadoras intenciones, quiso saber la opinión de Mempo sobre la «situación crítica y los errores de la política cubana», a lo que Mempo respondió:
Mire, señorita, aquí en la Feria están presentes varios amigos escritores cubanos. Después que me siente con ellos a hablar sobre esa supuesta «situación crítica y errores de la política cubana», y me informe con mis amigos de la verdadera situación de Cuba, entonces a lo mejor me quede un poco de tiempo para sentarme a hablar de ese tema con usted.
Nunca olvidaré esa lección de solidaridad y de honestidad intelectual con nuestro país.
Todo está dicho. Los invito, estimados amigos, a leer Textos violentos. No quedarán defraudados.
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Texto incluido en El libro de las presentaciones, de Eduardo Heras León, publicado en 2018 por Editorial Oriente.
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