En ocasiones tomamos un libro en nuestras manos con el fin de complacer con la lectura a los más chicos, y observamos que su concepción, toda está dirigida a la adolescencia tardía, más que a la niñez. Incluso la noción conceptual de su cubierta, las ilustraciones que comprende, ocultan o sencillamente exhiben códigos dirigidos a público adulto, configuraciones fálicas, connotaciones sensuales más apropiadas para un lector de más edad, ya iniciado en los misterios de la sexualidad. No obstante, la cuestión no desmedra su calidad en la ilustración ni en el contenido; quizás sea tarea de los decisores de la casa que publica el volumen, acertar de una manera más puntual en los públicos metas que se prefiguran en la colección donde se incluye el libro.
Hace algún tiempo, el poeta y escritor Alberto Peraza Ceballos, incluyó sensibles estrofas en su volumen de poemas publicado bajo el título Tierra Mojada. Este libro, inspirado en el despertar de una adolescencia y una juventud vinculadas al campo cubano, a misterios existenciales y trampas de la intimidad, fue sacado a la luz por Ediciones Al Margen de la editorial Cauce, de Pinar del Río, la más occidental de las provincias cubanas, en 2016. Aunque incluido en el apartado de poesía infantil, tanto la esencia de los poemas como sus ilustraciones, se dirigen más bien al mundo joven y adulto, al referirse a temas que trascienden la niñez, sobre todo en la primera parte, donde el autor cultiva la décima fundamentalmente, debido a la rima que maneja, aunque su manera de representarla gráficamente viole la consabida estrofa uniforme. He aquí su poema «Surcos», una de cuyas frases da título al libro.
Infancia de lechuzas y potreros, / arados campos con rumor de garzas;/ la luna cae sobre la guardarraya, / el agua se destila por los techos. //
Tierra mojada, olor donde me pierdo… / en la siembra renazco; la cosecha / es el giro que la naturaleza / brinda a las manos, hasta hacerlas grandes. / ¡Qué importa el horizonte tan distante / si el horizonte a todas partes llega!
Alberto Peraza Ceballos nació en 1962 en Río Seco, municipio de San Juan y Martínez, Pinar del Río. Ha publicado libros para la niñez y la juventud cubanas, entre ellos destacan los títulos El Cielo es mucho más grande, por Gente Nueva; Querer al derecho y al revés, con la editorial Cauce; Historias de Río Seco, por ediciones Loynaz; Karina, por la editorial Abril. En editoriales mexicanas has publicado; La Casa de Todos, por la editorial Progreso del grupo Edelvives; Los circos tienen alas, de la editorial El Arca; y Planeta Trelo, en la editorial Tres Abejas. Con Tierra Mojada, el texto que le presentamos hoy, obtuvo la beca de creación «Leandro González Alcorta», de la filial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en su provincia natal. De este poemario, es el título «Catauro», en cuya atinada síntesis se resume la cubanía campesina:
Olor a pomarrosa y a guayaba; / a leche derramada en la cocina; / a tabaco maduro en cada orilla / y a bestias que atraviesan la sabana.//
En el centro de todo, olor a casa, / a jardín florecido, a perro viejo; / a agua fresca que guarda el tinajero,/ a reloj de madera en la pared, / y en las tazas de güira, el café / envuelto en humo, pasea por el viento.
El volumen está concebido en dos porciones: «De mi casa al cielo» y «Del cielo a mi casa». Alrededor de una veintena de poemas incluye cada parte. En la primera, se evocan recuerdos de infancia, nostalgias, cuestionamientos existenciales. Así, aparecen imágenes del diario vivir del campo cubano, de una casa de familia, de profesiones distintas, de tradiciones, de sueños; mientras el autor emplea recursos apelativos como olores, sabores, sensaciones disímiles, con el fin de arrastrar consigo al lector en cada página. Tal sucede en «Barcos en el Aire», que celebra el trabajo maternal:
Mi madre lava. En la tendedera, / el mástil es la horqueta contra el cielo; / la ropa, en una danza con el viento / es un barco sin anclas… muchas velas. // Fiesta de agua y jabón en la batea: / mi madre busca el sol. Siempre lo busca; / el sudor hace charcos en su blusa / y a sus dedos no tarda el color rojo; / una lluvia mojándole los ojos / y en las manos un fruto que madura.
Otro tanto sucede en «Queja del árbol», un simbólico canto a la esperanza tras la furia de los ciclones que asolan las tierras cubanas:
Quedo inmóvil en tu edad / de viejo tronco. Vacilo: / vienes a pedirme asilo / después de la tempestad. / Traes rostro de novedad / cuando el huracán te muerde, / y en tus pájaros se pierde / la paz que fuera su casa. // El mal tiempo siempre pasa / y el verde vuelve a ser verde.
Este cuaderno de poemas fue premiado por un jurado integrado por tres valiosos intelectuales del patio: César López, Margarita Mateo Palmer y Magaly Sánchez Ochoa. La edición del volumen estuvo a cargo de otro gran poeta cubano: Nelson Simón, y la corrección es de Irma Rodríguez Curbelo. Con este cuaderno, el creador cubano Alberto Peraza Ceballos demuestra una vez más su sensibilidad de poeta y su delicadeza para tratar temas vitales que interesan a cualquier edad, aunque siempre se ha reconocido como escritor para la infancia, un prejuicio que podría desterrarse esta vez. Desde el mismo título del volumen, pasando por las ilustraciones hasta la sonoridad de ciertas palabras, se entretejen metáforas, símbolos y recursos apelativos al erotismo, a la intimidad y a los sueños más inconfesables, como se ilustra en «Juegos secretos»:
Yo aprendí a jugar juegos secretos, / y a perdonar las manos que obligaban / a levantar el rifle en una cama / y a amamantar ganado en el potrero. // Este sería mi primer recuerdo: // yo era un niño, muy niño todavía, / con el pecho rompiendo la camisa / y un toro bravo brotando de muy hondo. // Yo no quería el agua de ese pozo / porque se hundía en él toda mi vida.
En la segunda parte de Tierra Mojada, el autor refiere su apego a las raíces literarias que le nutrieron, a través de poemas dedicados directa e indirectamente a Verne, Saint Exupéry, Juan Ramón Jiménez, Andersen, Collodi, Chaplin, Michael Ende, Twain, Irving, Lorca y Dora Alonso, entro otros paradigmas de las letras nacionales y universales. En este segmento, el verso es más libre, pero la décima vuelve a llamarlo sin él proponérselo quizás, aunque trate de disuadirnos de su vital apego partiendo las estrofas a destiempo, pulsado por la dramaturgia del poema:
Por la ventana / se aleja el mundo / solo y sin rumbo. // Nadie lo alcanza. / Se fue de casa… // Los ojos lleva / llenos de quejas.// Parece un barco / que se ha quedado / sin mar ni estela. («Las Mil y Una Noches antes que apareciera Scherazada»)
Tierra Mojada, considero, es un sensible cuaderno que ilustra la nostalgia de la juventud por esa niñez y adolescencia que ya ha partido, y evoca entre sus vivencias y recuerdos lo mejor de la cotidianidad familiar, del entorno social y de las lecturas conocidas, todo aquello que impulse a construir un futuro bien sedimentado, erguido sobre fuertes raíces.
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