Sobre el autor
Tirso de Molina (seudónimo de fray Gabriel Téllez; Madrid, 24 de marzo de 1579-Almazán, 12 de marzo de 1648) fue un religioso mercedario español que destacó como dramaturgo, poeta y narrador del Barroco. Se le atribuye la creación del mito del Don Juan, en su obra El burlador de Sevilla; este personaje ha sido uno de los más revisitados dentro del teatro europeo, por autores como José Zorrilla, Óscar Milosz y Alexander Pushkin, entre otros.
Fragmentos de su obra
Sonetos
1
Sale el sol por el cielo luminoso
las nubes pardas de oro perfilando,
y con su luz los montes matizando
ilustra el campo su zafir hermoso.
Veloz pasa su curso muy furioso
y cuando la quietud solicitando
halla otro mundo que voceando
al sol le pide su esplendor hermoso,
a la campaña salgo defendido
de fuertes rayos de mi estoque ardiente
a quien se rinde el bárbaro vencido.
Y cuando del descanso solamente
busco un instante, torpe mi sentido
me acomete el amor eternamente.
(de La joya de las montañas, I, 7)
2
Del castizo caballo descuidado
el hambre y apetito satisface
la verde hierba que en el campo nace,
el freno duro del arzón colgado;
mas luego que el jaez de oro esmaltado
le pone el dueño, cuando fiestas hace,
argenta espuma, céspedes deshace,
con el pretal sonoro alborozado.
Del mismo modo entre la encina y roble,
criado con el rústico lenguaje,
y vistiendo sayal tosco he vivido;
mas despertó mi pensamiento noble,
como al caballo, el cortesano traje:
que aumenta la soberbia el buen vestido.
(de El vergonzoso en palacio, I, 11)
3
El tardo buey atado a la coyunda
la noche espera y la cerviz levanta,
y el que tiene el cuchillo a la garganta
en alguna esperanza el vivir funda.
Espera la bonanza, aunque se hunda,
la nave a quien el mar bate y quebranta.
Sólo el infierno causa pena tanta
porque de él la esperanza no redunda.
Es común este bien a los mortales,
pues quien más ha alcanzado, más espera,
y a veces el que espera, el fin alcanza.
Mas a mí la esperanza de mis males
de tal modo me aflige y desespera,
que no puedo esperar ni aun esperanza.
(de Marta la piadosa, I, 1)
4
Un año, cielos, ha que amor me obliga
a la dicha mayor que darme pudo;
que, en fin, de puro dar, anda desnudo,
y por tener que dar, pide y mendiga.
A Sirena me dio, porque le siga,
en amoroso e indisoluble nudo;
mas con tal condición, que siendo mudo,
goce callando: ¡viose tal fatiga!
Callar y poseer sin competencia,
aunque el bien es mayor comunicado,
posible cosa es, pero terrible;
mas que tanto aquilaten la paciencia
que obliguen, si el honor anda acosado,
a que calle un celoso, es imposible.
(de El pretendiente al revés, I, 9)
5
Yo os prometí mi libertad querida,
no cautivaros más, ni daros pena;
pero promesa en potestad ajena,
¿cómo puede obligar a ser cumplida?
Quien promete no amar toda la vida,
y en la ocasión la voluntad enfrena,
seque el agua del mar, sume su arena,
los vientos pare, lo infinito mida.
Hasta ahora con noble resistencia
las plumas corto a leves pensamientos,
por más que la ocasión su vuelo ampare.
Pupila soy de amor; sin su licencia
no pueden obligarme juramentos.
Perdonad, voluntad, si los quebrare.
(de El castigo del penseque, II, 1)
6
Amor, hoy como astuto me aconsejas
que a pesar de tus celos y favores,
cogiendo de tus gustos verdes flores,
labre la miel que en mi esperanza dejas.
Yo sé que los amantes son abejas,
que en el jardín que aumentan sus amores
labran panales dulces, sin temores
no mezclan el acíbar de sus quejas.
Abeja, soy, amor; dame palabra
de darme miel sabrosa de consuelos,
que la esperanza entre sus flores labra.
No sequen mi ventura tus desvelos;
que si es abeja amor, y el panal labra,
los zánganos la comen, que son celos.
(de La villana de la Sagra, III, 1)
7
No en balde, niño amor, te pintan ciego.
Pues tus efectos son de ciego vano:
un guante diste a un bárbaro villano,
y a mí me dejas abrasado en fuego.
A tener ojos, conocieras luego
que soy digno de un bien tan soberano,
dejándome besar aquella mano,
que un labrador ganó, ¡costoso juego!
La falta de tu vista me lastima.
Amor, pues eres ciego, ponte antojos;
verás mi mal, mi desdichado clima.
Diérasme tú aquel guante por despojos,
que el labrador le tiene en poca estima;
guardaréle en las niñas de mis ojos.
(de La villana de la Sagra, III, 6)
8
Movido de mis ruegos, Febo el paso
alargó de su carro rubicundo.
Espantado de velle todo el mundo
tan presto madrugando de su ocaso.
Vino la noche, y con el negro raso
de sus ropas, causó sueño profundo,
muerte que da a la vida ser segundo,
sino es a mí, que velo y que me abraso.
Amor me manda que velando aguarde
a quien sin haber visto, me enamora.
¡Extraña fuerza! ¡Grave desatino!
Temor me hiela porque me acobarde;
mas llega tarde ya, que en mi alma mora
por quien pienso seguir este camino.
(de La villana de la Sagra, III, 11)
9
Quiere hacer un tapiz la industria humana
en donde el arte a la materia exceda,
y con su adorno componer se pueda
la pared de la cuadra más profana.
Matiza en el telar la mano ufana
y mezcla hilos con que hermoso queda;
pero entre el oro ilustre y noble seda
entreteje también la humilde lana.
Lo propio hace el amor, que mezcla y teje
con la lana la seda, aunque más valga,
igualando al villano con el noble.
Noble yerno me da, no es bien que deje,
que con mi lana y con su seda hidalga
saldrá el tapiz de amor curioso al doble.
(de la Primera Parte de La Santa Juana, I, 11)
10
Todo es temor, amor, todo es recelos,
pues ¿cómo puede ser el amor gloria,
si está siempre luchando la memoria
con tantos sobresaltos y desvelos?
Estas penas del alma son sus cielos;
estas guerras y asaltos, su victoria,
y es bien todo este mal, cuando a su historia
no encuaderna capítulo de celos.
Amor, en popa voy con mi esperanza,
haciendo espejo tus azules mares;
no trueques en tormenta la bonanza.
No se me niegue puerto en que me ampares,
que si el que el alma ha deseado alcanza,
daré perpetuo asiento a tus altares.
(de Los amantes de Teruel, I, 5)
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