¿Es esta toda la realidad? ¿O nuestros sentidos nos engañan y hay mucho más? Parece que la respuesta correcta es un sí a la segunda interrogante, añadiendo una nueva cuestión ontológica: ¿quiénes o qué en realidad somos? Seríamos algo así como información genética viajando por el cosmos dentro de una nave planetaria. La realidad no termina en el precio de los tomates, dijo Gabriel García Márquez en una entrevista. Pero para muchos, sí, no hay más realidad que el valor y el precio. El mundo se les acaba en laborar y comer, y los dos ejercicios se gozan del acto para la reproducción, convertido en divertimento esencial de las especies.
La física cuántica y las matemáticas nos dan otras respuestas, desde Einstein nos hablan de otras dimensiones, de duplicaciones del Universo, de explosiones constantes de las que nacen nuevos orbes, de modo que la realidad es una idea relativa que pasa por la infinitud y no solo por la vida efímera del día a día de los comestibles y los goces carnales. Las religiones nos hablan de la trascendencia, y el ser mira su sobrevida como esperanza puntual: allá tal vez no haya que consumir comida diariamente y luchar por obtenerla.
¿Dónde es ese allá? En las naos hispanoportuguesas hace más de quinientos años aún el hombre buscaba un paraíso terrenal. Hoy, explorado y contaminado el Mundo como una bola sin mayores secretos visibles, en medio milenio el Paraíso se trasladó hacia el cosmos abierto hacia Dios, sabrá Él en cuál planeta, cuál galaxia, cuál dimensión. ¿Es a tal lugar a donde van los muertos?, ¿o no hay lugar? ¿Es osado buscarlo en una inflexión del espaciotiempo?
Mientras, los seres humanos nos morimos todos los días y la mayor parte quisiera un plazo más prolongado de vida para hacer esto o aquello, otros no desean tal cosa, y salen por la puerta de un disparo o de una cuerda… o de un veneno. Dice Perogrullo que la vida se cumple con la muerte, y que esa es la realidad. Una vieja canción, un bolero, reza: «La realidad es nacer y morir». Siendo niño, escuchaba tal canción y me decía: «yo no, yo no me voy a morir»: ingenuidad, cosa de niños. Así de cándida es la infancia. La realidad es otra, pero qué significa «otra». Depende si hablamos de micro de macro cosmos, de partículas que son ondas o de estrellas y galaxias. El cosmos es tan variado que no hay una respuesta única para el concepto de «realidad».
Uno puede dejar a un lado las especulaciones, no hacerlas más, que no solo de poesía vive el hombre, y la realidad es también la carestía en que el pueblo cubano sobrevive y crea, funda y resiste, apacienta sus iras y mira hacia el Norte feroz que quiere tragarlo. Esa es parte de la «realidad», la realidad de la política es también muy compleja y tampoco es un término cerrado y único, depende a veces del punto de vista. La realidad del pan nuestro de cada día impone y quita gobiernos, levanta grandes grupos humanos, ofrece instantes sosegados de búsquedas de ese pan que, si no lo hay, no podemos sustituirlo por pasteles.
La realidad siempre es otra. O sea, es esta y otra. Y puede ser un sueño que se esfuma o que se cumple. Si el sueño forma parte de la realidad, entonces ¿cómo dejar fuera la especulación y la imaginación, porque no solo de pan vive el hombre? Y gracias a la intensa curiosidad que asiste a nuestra especie (también son curiosos las fieras, los grandes peces, las aves superiores), cada día podemos transformar la realidad, a veces para peor, pero tenemos la esperanza de que el resultado final, paradisíaco, sea un mundo mejor.
En los diccionarios de esoterismo no suele aparecer la palabra realidad. Trabajan con conceptos de la irrealidad, de lo invisible, de lo oscuro. En el Diccionario de la Lengua Española, la Real Academia define realidad: «Existencia real y efectiva de algo // 2. Verdad, lo que ocurre verdaderamente // 3. Lo que es efectivo y tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico o ilusorio». La poesía se nos queda así fuera de la realidad, o en el ítem de «lo fantástico o ilusorio», cuando en verdad no existe otra realidad más intensa que la poesía, por medio de la cual se expresa el cosmos. Pero mucho más se queda fuera en tales definiciones, por ejemplo, la realidad divina, el realismo ficcional, don Quijote, y el acto de imaginar.
Salgo de casa, compro tomates, razono que están caros, pero allí no termina mi realidad. Hay tubérculos más económicos y carnes de animales sacrificados a precios superiores. Quien vende, consume su plenitud de la realidad, quien compra, yo mismo, dilapida una realidad un poco pedestre. Pero la realidad es que hay que comer. Sin comida no hay sueños, como dijo José Martí en difícil juego métrico: «Ganado tengo el pan. Hágase el verso». La realidad es movimiento, trabajo, el trabajo creativo del cosmos, el pan-ganar humano. Todo esto es la realidad, y mucho más, un ente formado por pasado, presente y futuro en un solo movimiento, en una sola pieza espacio-temporal, tan relativa como lo es desde que sabemos que el espacio-tiempo es otra dimensión… de la realidad.
Nunca terminaremos de definir a la realidad. Kant, Hegel, Marx, Platón u Horacio la definieron a sus modos. Hágase una encuesta popular y se hallarán diversas definiciones, desde las más pragmáticas hasta las puras filosóficas. Porque la realidad es mucho más que la simpleza que entendemos a diario. Ella resulta plural, como la vida.
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