A veces nos preguntamos quién fue Tranquilino Sandalio de Noda, un sabio pinareño que en su tiempo nunca fue debidamente conocido ni considerado. Modesto en demasía, laborioso también en demasía, conocedor de idiomas, en fin… un personaje multifacético que tuvo entre sus dones el de la escritura y cuya obra conserva interés.
Difícil resulta hallar una obra tan abarcadora como la suya en cuanto a saber y diversidad de disciplinas. Difícil igualmente será encontrar otro estudioso que escribiera o dejara notas sobre una gama tan amplia de conocimientos.
Agrónomo y matemático, lingüista y filósofo, arqueólogo y maestro, crítico y economista, agrimensor y narrador, políglota e historiador: he ahí algunas de sus profesiones, expuestas con la seguridad de haber olvidado más de una.
De su quehacer como lingüista dio cuenta a principios del siglo XX el profesor Juan Miguel Dihigo en uno de sus trabajos. Noda fue, dentro de su época, uno de los que más profundizó en el estudio de las lenguas africanas, en particular el mandinga, el congo y el carabalí. Incursionó también en la lengua de los siboneyes y trabajó su léxico.
Pero hay más… y sorprendente. El hebreo, el latín y el griego los conoció como pocos, los tradujo e hizo anotaciones sobre sus respectivas gramáticas. Por si no bastara, dominaba el inglés, el francés, el portugués y el italiano. Inteligencia privilegiada la de este compatriota virtualmente desconocido cuya capacidad intelectual era pasmosa y causó la admiración de sus contemporáneos. Noda levantó planos de la región occidental, proyectó caminos, trazó poblaciones, trabajó en favor de la implantación del sistema métrico decimal y escribió una memoria acerca de las ventajas que su utilización aportaría.
Redactó un tratado de topografía, ideó un método de taquigrafía, sostuvo amistad y correspondencia con el ictiólogo Felipe Poey acerca del tema de los peces ciegos, elaboró trabajos de economía y agrimensura.
Extraordinaria y abarcadora fue su obra escrita. Hizo apuntes sobre geografía, política y costumbres. Sus Tradiciones cubanas (1842) aparecieron en la prensa. Compuso versos, redactó una novela inédita: El cacique de Guajaba, colaboró en muchas publicaciones.
Los primeros destellos públicos de aquella inteligencia enciclopédica los percibió la Sociedad Económica de Amigos del País, que le premió cuando solo contaba 20 años su Memoria sobre las causas que producen la alternación en las cosechas de café.
De la mirada y atención de José Martí no escapó. El Apóstol reconoció la labor de este sabio polígrafo y en ocasiones diversas lo llamó «un hijo de los campos, un titulado de la naturaleza», «el pasmoso Noda», «el sabio más laborioso de Cuba». Otros lo llamaron enciclopedia andante, pues todo lo estudió y asimiló.
Noda fue también extraordinario por su sencillez. Murió el 23 de mayo de 1866, a los 58 años, en San Antonio de los Baños y fue deseo expreso suyo que los funerales se realizaran sin pompa alguna. Había nacido en el municipio de Guanajay, Pinar del Río, el 3 de septiembre de 1808, es decir, hace 214 años. El lector dirá que no se cumple ningún aniversario cerrado. Y es cierto. Solo que una personalidad como la de Tranquilino Sandalio de Noda no requiere, en opinión nuestra, de aniversarios cerrados para rendirle homenaje.
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