Texto en colaboración con Jesús Martínez Beatón quien ha sido en varias ocasiones embajador de Cuba en Colombia.
1896: La cuestión cubana en la Cámara de Representantes de Colombia
En la sesión de la Cámara de Representantes colombiana que se inició el viernes 21 de agosto de 1896 tuvo lugar un breve debate que sirvió para introducir el tema de Cuba en el parlamento colombiano. Uribe Uribe aprovecharía la presencia en ella del ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Holguín, para convocarlo a que asistiera a la jornada del lunes 24 donde pensaba presentar una proposición concerniente a la independencia cubana. De entrada, el representante liberal le advertía al ministro que no fuera a creer que se tratara de un proyecto de beligerancia «sino únicamente de simpatías a la causa de la independencia de Cuba». De inmediato el ministro Holguín pondría reparos a la propuesta esbozada que ni siquiera se había presentado formalmente:
Considero inconveniente para el país la discusión de proposiciones de la naturaleza de éste. Es innegable la simpatía de todos los colombianos a la causa cubana. El mismo derecho que tuvimos para emanciparnos les asiste a ellos; no podríamos maldecir en otros nuestra propia obra (…) pero, ¿Tenemos elementos para apoyar la independencia cubana? Estas proposiciones nos concitarán la antipatía de una Nación poderosa como España, sin lograr con ello prestar apoyo a Cuba.
Si tuviéramos buques, cañones, ejércitos, la lógica nos llevará a ese fin (…). El Honorable Señor Uribe nos va a poner en un gravísimo aprieto (…) nos pondrá en dificultades con España si se aprueba, o con nuestra propia conciencia si se niega.[i]
En realidad, el argumento sustentado por Holguín no era más que un sofisma basado en situaciones hipotéticas. Su criterio poco tenía que ver con la sencilla propuesta presenta por Uribe para que el congreso acogiera el sentimiento de solidaridad del pueblo colombiano hacia el cubano. El ministro, al negar un mensaje de solidaridad a los patriotas cubanos y al propio tiempo reconocer su derecho a la independencia, quiso excusarse con su propia conciencia. Aquella posición enigmática que asumía era todo un contrasentido, para consentir la proposición hecha por el representante liberal no se requería contar con una armada poderosa. Al mismo tiempo, sostener esa postura, consecuente además con la historia de Colombia, no debía concitar necesariamente el disfavor de España.
Holguín, en un discurso pleno de contradicciones, agregó que España tenía derecho a imponer la guerra puesto que consideraba a Cuba una provincia española y concluyó afirmando que Colombia debería mantenerse neutral a toda costa. No obstante, la propuesta pasó a la siguiente sesión porque algunos congresistas presentes como Eladio Ferrer, Valencia, Cuervo Márquez (Rufino) y Mantilla se pronunciaron a favor de ella y avalaron su discusión pública. Como bien afirmara el académico colombiano Gabriel Giraldo Jaramillo, el canciller colombiano asumió una noción exagerada de neutralidad y olvidó «el fondo mismo del problema que era la libertad de América».[ii]
Durante el debate de la moción expuesta se presentaron algunas objeciones de parte de los representantes Márquez, Calderón Reyes y Suárez. Este último apeló al recurso de que la Cámara de Representantes no podía inmiscuirse en asuntos privativos de otros poderes. Suárez, que también cuestionó la Doctrina Monroe y propuso la creación de una confederación de países de habla castellana, no alcanzó a darse cuenta de lo que Uribe indicaba: «Cuba, República independiente, sería colaborador más eficaz en la confederación que Cuba, colonia subyugada».[iii]Por otro lado, el legislador Márquez manifestó su temor de que una Cuba independiente se convirtiera en bastión de apoyo a una rebelión liberal en Colombia.
El 24 de agosto Uribe Uribe expuso formalmente su proposición que básicamente expresaba «un voto de simpatía calurosa hacia los patriotas cubanos, que están esforzándose por llevar a cabo la independencia de la Grande Antilla, y el deseo de la Cámara de que la guerra actual (…) se termine pronta y honrosamente para entramabas por medio de tratados que aseguren a la una dicha independencia y a las dos ventajosas relaciones de amistad y comercio».[iv]
La Cuestión cubana fue un capítulo glorioso en los discursos parlamentarios de Uribe, el debate de la propuesta se prolongó durante cinco días en los que se expresaron diversos criterios sobre el lugar de Cuba en el hemisferio occidental. El general colombiano, autor intelectual de la consulta legislativa, asumió con magistral capacidad el proyecto de unidad de los pueblos colombiano y cubano en el contexto de las Américas. La pasión solidaria de Uribe en defensa de Cuba se puso de relieve en toda la fundamentación que hizo sobre los propósitos de emancipación de los patriotas de la Mayor de las Antillas. Recomendaba que «la Cámara vería con gusto cualquier paso que el poder ejecutivo diese para conseguir estos fines, interponiendo sus buenos oficios».[v] Entre los miembros de la Cámara que se afiliaron a la propuesta de Uribe Uribe destacaron los representantes Valencia y Cuero Márquez (Rufino), quienes a pesar de pertenecer al Partido Conservador supieron aquilatar la importancia del proyecto en discusión. Cabe destacar esta frase de Valencia, de origen cubano, donde defiende la causa de los mambises y evoca a Maceo: «Si hay algo más hermoso, clásicamente considerado, que Demóstenes jurando por los muertos en Maratón, será, sin duda, aquel hombre de la Antilla que, cargado con el peso de quince lustros y con el más grande todavía de sus laureles, está vertiendo generoso las últimas gotas de sangre que hacen ya falta a su organismo gastado y viejo. Si hay algo en los tiempos que alcanzamos, digno del mármol, será Maceo, el Páez de Cuba, el mulato valeroso, en cuyo cuerpo no caben ya las cicatrices».[vi]
Por su parte Cuervo Márquez (Rufino), dueño de una oratoria impecable, asumió en profundidad el compromiso del digno pueblo colombiano con el cubano cuando afirmó:
Solo quien voluntariamente pretenda desconocer los inefables bienes que consigo trae la posesión de la libertad, puede mirar con indiferencia la homérica lucha que sostienen en la perla de las Antillas quienes combaten contra el poder tres veces secular de la Metrópoli. La noble causa porque hoy batallan en Cuba Gómez y Maceo, es la misma que hace diez y seis lustros sacaron avante y proclamaron en el resto de la América, Bolívar y San Martín, Hidalgo y O´Higgings. Y si nosotros queremos conservar reverentes y cultivar con esmero esa preciada herencia de libertad ¿cómo, sin renegar de nuestros mayores y sin maldecir de la República, podemos abstenernos siquiera sea de dar un voto de simpatía a quienes aspiran por legar a sus hijos una patria y un hogar? (…) Ya que no tenemos ni blindados, ni cañones, ni dinero, enviemos a los jefes y soldados del pabellón de la estrella solitaria, siquiera sea el óbolo del evangelio- nuestra voz de simpatía.[vii]
En el caso de Uribe Uribe su extensa y brillante intervención fue paso a paso enfrentando cada uno de los inconvenientes presentados por sus rivales, para aquellos que temían represalias de España respondió:
Es solamente la Cámara de Representantes (…) la que por su propia cuenta se hace portavoz de los sentimientos del pueblo colombiano (…) y todo el mundo sabe que los actos de las Cámaras de representantes, sobre todo cuando no adquieren la forma severa de leyes, sino de meras proposiciones como ésta, no acarrean para el país seriedad de consecuencias como si fuesen actos propios del Soberano.[viii]
En su razonamiento Uribe demostró que era posible mantener la neutralidad y dirigir pasos a favor de la independencia de Cuba, «los neutrales pueden tener simpatías por uno de los beligerantes. Neutralidad no es sinónimo de indiferencia».[ix] Recordaba la postura adoptada por el congreso de los Estados Unidos de América cuando los legisladores estadounidenses se pronunciaron a favor de conceder la beligerancia tanto a españoles como a cubanos y aconsejaron a su presidente que ofreciera a España sus buenos oficios para el reconocimiento de la independencia cubana. En realidad, el presidente Cleveland no adoptó las sugerencias del congreso y nunca reconoció la beligerancia a los cubanos. Uribe admitió que la Doctrina Monroe pudo ser provechosa para la América Latina en la lucha contra los poderes coloniales europeos. Lo cierto fue que en ese momento no alcanzaba a distinguir todas las ambiciones imperialistas de Washington y su interés en aplicar la política de la Fruta Madura consistente en hacer que las dos partes beligerantes se desgastaran en la contienda para luego intervenir militarmente. A pesar de ello, debemos señalar que Uribe no pasó por alto un hecho singular con respecto a la posición de Cuba en el hemisferio occidental como llave de las Antillas entre los Estados Unidos y América Latina: «Si Cuba está materialmente más próxima al país anglo-sajón, moralmente se estrecha al pecho de los hispano-americanos, por índole de raza, antecedentes de historia y analogía de porvenir».[x]
Uribe reconoció que algunos parlamentos de América Latina como los de Venezuela, Brasil y Chile habían dado a conocer su solidaridad hacia la causa independentista cubana. No obstante, hizo un llamado para que la región no se quedare rezagada en la hora de la independencia de Cuba y así poder consolidar la soberanía de las repúblicas americanas:
¿Cómo podría ser que el cálido soplo de abnegación y de heroísmo que arrebató a nuestros padres de victoria en victoria hasta ya bien entrado el siglo, corresponda, aún éste no concluido, el soplo helado del interés, del egoísmo y del miedo? Eso sería hacernos dignos de que se nos aplicase el verso del poeta: «Cómo pensar, generación menguada, que en pocos lustros descendieras tanto». Eso sería merecer los epítetos de «infiel, cobarde y traidora» con que el patriota cubano Manuel Sanguily moteja a la América hispana, cruzada de brazos ante la lucha angustiosa y terrible de los hijos de la Grande Antilla.[xi]
Para Uribe, la emancipación de Cuba era todo un acontecimiento que iba a incidir en la balanza de fuerzas a escala internacional donde el objetivo más inmediato para las Américas era contener las ambiciones colonialistas de las metrópolis europeas. A su entender eran los libertadores de América los que habían producido el equilibrio social y político de la humanidad:
Realizada la emancipación de Cuba, poco quedará faltando para que (…) la línea que separe la acción y el predominio de los sistemas sociales y políticos de América, encarnación de un inconmensurable porvenir humano, y los sistemas del viejo mundo, producto de una tradición de siglos. Del contrapeso de esas dos fuerzas resultará el equilibrio futuro, y se hará visible la mano del Destino sosteniendo la altura el fiel.[xii]
Otro punto de apoyo de Uribe en sus intervenciones ante el parlamento resultó el repaso de la digna historia de solidaridad de Colombia con la independencia cubana desde los tiempos de Bolívar y Santander hasta los del hermano del propio ministro Jorge Holguín: Carlos. Fue Carlos Holguín como diputado del Estado de Tolima quien gestionó en 1871 un proyecto de ley en el congreso de Colombia solicitando exigir a España el cese de dominación en Cuba y Puerto Rico.[xiii] En ese recuento histórico de los nexos de Sudamérica con las Antillas hispanas, Uribe reconoce un hito en el Congreso de Panamá de junio-julio de 1826 cuando Bolívar plantea la idea de liberar a las Antillas hispanas y poco tiempo después desiste de ella por la negativa expresa de los Estados Unidos: «Nuestros padres, los próceres de la independencia (…) se dispusieron a llevar el poder de sus armas victoriosas al suelo mismo de la Grande Antilla; propósito que si no cumplieron , fue por haber tropezado con la fuerza mayor del malquerer de los Estados Unidos». Entendía Uribe que Washington era contrario a esa empresa porque podía amenazar la esclavitud de los estados sureños. Volviendo al presente, el representante liberal concluye respecto al voto de simpatía en discusión: «temo nos falte valor para darlo en este triste período de miedo que nos ha sobrecogido por las potencias extranjeras».[xiv]
Su discurso no fue parco a la hora de resaltar el mérito de los patriotas cubanos en su lucha heroica por la emancipación. Destacaba que su resistencia era admirable por el solo hecho de que España pudo concentrar, por primera vez en sus guerras del Nuevo Mundo, todas sus tropas de combate en una sola de sus colonias:
Y, sin embargo, los cubanos resisten; amoldan ese arte a sus necesidades; contra el fusil perfeccionado rehabilitan el arma blanca, demostrando que la ventaja de su empleo no depende sino del grado de valor del que la esgrime (…) en las guerras de emboscadas sorprenden con una sola descarga al español desprevenido y se le van luego encima como tigres, con las hojas afiladas.
(…)
Máximo Gómez es, por el saber militar, la serenidad del valor y la nobleza del alma, el Gran Mariscal de Ayacucho redivivo, y fuera suave y glorioso caer militando a sus órdenes y regar con la propia sangre el noble suelo cubano. Maceo es el León de Apure, el Aquiles americano, Páez convicto, y se hinche el pecho de coraje con sólo imaginarse que se sigue el centelleo de su lanza.
En pie, caballeros colombianos, en cuyas venas circula sangre de próceres no degenerada; en pie los cumplidores del deber que en sus actos no calculan mezquinamente con sus dedos el cómputo de bienes y de males; en pie todos y aclamemos este voto de simpatía al grito de: ¡Viva Cuba Libre![xv]
En sus palabras se puede distinguir el respeto que tenía por las armas blancas que usaban los cubanos en sus ofensivas contra los españoles. Por esa razón blandiría con mucho orgullo, en la Guerra de los Mil días, la espada que el general Antonio Maceo le remitiera desde los campos de Cuba libre. Derrotadas las huestes liberales en Colombia y teniendo que huir de su país, le encargaría a José Meola D’Angelis preservarla con todo celo.
A pesar de todo su esfuerzo, Uribe fue derrotado por la mayoría de representantes conservadores que rechazaban su propuesta, los que terminaron aprobando otra moción la cual establecía que las manifestaciones de simpatía por la independencia cubana «no deben recibir carácter oficial, a lo menos mientras el gobierno no reconozca la beligerancia de aquellas fuerzas».[xvi] Esta última propuesta fue aprobada por votación de 27 votos contra 13. Consideraba Uribe que esa derrota era también la de la patria y la libertad, decepcionado con la conducta inconsecuente de muchos de sus colegas presentó a la consideración de la Cámara una moción donde convocaba a los representantes «a volver la patria al estado de Colonia» y restituirle los poderes a España.[xvii] Por supuesto, esta última oferta no fue aceptada por el presidente de la Cámara de Representantes.
Rafael Uribe Uribe mantuvo su postura liberal radical y latinoamericanista hacia los últimos días de su vida cuando maduró su pensamiento al comprender todavía más la amenaza que representaba las ambiciones imperialistas de los Estados Unidos para América Latina. A escasos tres meses de su deceso, en carta de 29 de julio de 1914 a Alberto Uribe Holguín comentaba el tratado que Colombia firmara con los Estados Unidos el 6 de abril mediante el cualse oficializó ante Bogotá la independencia que en 1903 declarara Panamá, sujeta a partir de entonces al control de los Estados Unidos. Sus previsiones iban más lejos cuando advirtiera:
No todas las cuestiones conexionadas con nuestras relaciones hacia los Estados Unidos quedaron resueltas con el Tratado del 6 de abril. (…) Los que atrás vengan, ahora mismo y en la sucesión de los tiempos, deberán proveer a las demás cuestiones que se vayan presentando y a las que ya existan (…), la peligrosa presencia de la United Fruit Co. en el Magdalena, la explotación de los petróleos, la suerte del archipiélago de San Andrés y Providencia, y, sobre todo, la opción para el Canal de Atrato. A usted le consta que donde los Estados Unidos llegan una vez a poner el ojo, nunca más vuelven a apartarlo hasta realizar sus miras a través de los años, con persistencia pasmosa.[xviii]
[i] República de Colombia. Anales de la Cámara de Representantes, 23 de septiembre de 1896. Acta de la sesión del viernes 21 de agosto de 1896.
[ii] Jaramillo, Gabriel Giraldo: Colombia y Cuba. Ed. Minerva LTDA., Bogotá, 1953. p.114-115.
[iii] Discursos parlamentarios de Rafael Uribe Uribe ante el congreso en el año de 1896. Imprenta y Librería del Señor Medardo Pinzón G. 1897, p.121.
[iv] Ibidem. p. 34.
[v] Idem.
[vi] República de Colombia. Anales de la Cámara de Representantes. Sesión del 24 de agosto de 1896.
[vii] Idem.
[viii] Discursos parlamentarios de Rafael Uribe Uribe ante el congreso en el año de 1896. Imprenta y Librería del Señor Medardo Pinzón G. 1897. p.86.
[ix] Ibidem. p. 120.
[x] Ibidem. p. 122.
[xi] Ibidem. p. 93.
[xii] Ibidem. p. 126.
[xiii] Ibidem. p. 132.
[xiv] Ibidem. pp. 142 y 144-145.
[xv] Ibidem. pp. 151-154.
[xvi] Ibidem. p. 155.
[xvii] Uribe Uribe, Rafael. Obras selectas. Tomo II. Compilación y presentación. J. M. Eastman. Imp. Nac. Bogotá, 1979, pp. 163-176.
[xviii] Fotocopia de la carta de Rafael Uribe Uribe a Alberto Uribe Holguín, 29 de julio de 1914. En: Archivo personal de Jesús Martínez Beatón.
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