A propósito de la jornada por el Día del Libro Cubano

Resulta que no es un cantío, sino tres los de este gallo, y no estamos ante un libro ligero o solamente divertido. Lo descubrimos al adentrarnos en las páginas de este cuaderno, que gracias a Cubaliteraria ve la luz en su colección Con voz propia.
Su autor, Ricardo Riverón Rojas, poeta, cronista, editor, promotor cultural, y empecinado defensor de nuestras raíces culturales más genuinas, consagra su inmenso talento al enjundioso ensayo que constituye este libro, francamente admirable, y necesario. Aunque la sinopsis (como todo resumen), se limita a referir que es una reflexión sobre cultura popular con énfasis en la poesía oral, es muchísimo más. Dividido en tres secciones (Primer, Segundo y Tercer cantío), este trabajo ilustra, defiende y recorre las etapas de la trayectoria que han seguido las diversas formas culturales literarias orales que nos identifican a lo largo del tiempo, según estudios propios y ajenos pero afines al tema, siempre anclados en la protección que merecen las tradiciones orales.
El primer capítulo o primer cantío, está dedicado a la teoría que sustenta la defensa que más adelante, en los otros dos acápites, es ejemplificada en la práctica con múltiples décimas, narraciones y evocaciones a figuras poco reconocidas hasta el presente, cuyos resguardos se imponen. Este primer cantío constituye el basamento sobre el cual descansa el propósito de todo el volumen, en tanto desborda el hecho de reproducir décimas, y en general, de muestras de la picaresca criolla a nivel literario. Nos dice el autor:
Las vibraciones del sujeto popular son desatendidas del autoritario legajo de la institución literaria, razón por la cual esta figura se muestra subversivo, discordante […] Al sujeto popular se le identifica con lo pintoresco, lo esperpéntico, lo primitivo, la humorada, el folclor, el color local.
Este ensayo, repito, necesario, fruto de vastas investigaciones y de la propia experiencia del autor, defiende con sabiduría magistral y contundencia incuestionable, el papel fundamental que desempeña la cultura popular en términos idiomáticos, históricos, y, en la identidad como escudo de la nación. Riverón insiste en la validación del sujeto popular representante de un país como el nuestro, cuya historia política es distintiva con respecto al resto del mundo, dadas las condiciones harto conocidas por todos.
Asimismo, analiza a nivel de nuestra problemática social, la aceptación /asimilación de la cultura popular a la luz de lo demográfico, identificando categorías espaciales, geográficas, al establecer diferentes tipos con costumbres y manifestaciones a veces contrapuestas (otro gran aporte de este libro). De dicho diagnóstico, propone cinco locaciones como fuentes particulares de creaciones: La capital del país; Barrios céntricos de las ciudades; Áreas periféricas y aledañas a ciudades y pueblos; Pequeños pueblos, comunidades y bateyes, y Reductos habitacionales en las zonas cada vez más despobladas del campo.
El segundo cantío del gallo, aborda básicamente la décima popular cubana. Demuestra que esta expresión vernácula (por concepto de muy propia del país), se erige como uno de los más ricos exponentes de la picardía criolla, con el llamado doble sentido incluido, y, obviamente, hace referencia al libro Decimerón, prologado y comentado por Yamil Díaz en el año 2016. Con más de treinta décimas ilustrativas, y reconociendo la fecunda labor de autores como Clavelito, Chanito Isidrón, el profesor Espinosa, Samuel Feijóo, entre otros (un texto delicioso llamado «De Riverón a Riverón» da cuenta del homenaje que rinde Ricardo al poeta Francisco Riverón, 1917-1975), no deja lugar a dudas en cuanto a la trascendencia y sobre todo la permanencia de esta manifestación de la poesía oral.
Por último, o mejor, dicho, el tercer cantío de este gallo locuaz, comienza con la figura infaltable de René Batista Moreno, artífice de El Decamerón cubano, publicado por Ediciones Matanzas en el año 2016, y continúa con el tributo a esa misma ciudad, desde el siglo XIX. Otros textos enriquecen este capítulo, como el elogio a un ron nombrado Duque, varias anécdotas simpáticas del ámbito universitario, y, no faltaba más, catorce relatos del archipopular ungüento de la magdalena, quizás el libro más difundido de Riverón. En resumen, estamos ante un ejemplar volumen dotado de una rara combinación de sapiencia con buen humor, de seriedad con choteo, de, en fin, de la mixtura exacta que exige el conocimiento de la cultura al alcance de todos. Por fortuna para nosotros, sus fieles seguidores, no se ha cumplido una terrible profecía que confesó el autor, cuando estuvo fuera de Cuba durante tres largos años: «Creí que estaba curado de la condena de reir a perpetuidad». Dan ganas de decirle al Rive: «Coño, hermano, no nos hagas eso, por tu madre».
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