El 14 de noviembre de 1867 fallece en Matanzas José Jacinto Milanés a la edad de 53 años. Había nacido en la misma ciudad el 16 de agosto. Tuvo una vida relativamente corta y bastante azarosa, lo cual no le impidió cultivar la poesía, el teatro y la ensayística. Considerado uno de los principales exponentes del drama romántico en lengua española, casi toda su creación se desarrolla entre 1835 y 1843.
En 1832 vivió en La Habana y publicó su poema «La Madrugada» en la revista literaria el Aguinaldo Habanero (1837). Inició su actividad literaria gracias a su amistad con Domingo del Monte, promotor cultural venezolano radicado en la capital cubana, quien incluyó a Milanés en sus famosas tertulias. Los primeros poemas del autor matancero, publicados en el Aguinaldo Habanero son de un tierno romanticismo e imitan el tono sentimental de Lope de Vega. Sin embargo, en la poesía que publica después de 1837 se advierte la influencia de Espronceda. Entre sus títulos poéticos aparecen: «El mendigo», «El hijo del ebrio», «La fuga de la tórtola» y «De codos en el puente».
Más tarde, en 1838, estrenó con éxito de crítica su drama El Conde Alarcos, pieza que tuvo una gran repercusión en el movimiento romántico cubano, al mismo tiempo que empezó a escribir para diversos periódicos y revistas de La Habana y Matanzas. Cultivó el teatro en sus diversos géneros con títulos como Una intriga paternal, El mirón cubano, Un poeta en la corte (drama) y Por el puente o por el río (comedia).
En noviembre de 1839 sufrió un ataque cerebral y estuvo inválido durante más de dos meses. Poco después obtuvo el cargo de secretario en la Compañía del Ferrocarril de Matanzas a Sabanilla, pero abandonó ese puesto en 1843 debido a su precaria salud. En el plano personal, hacía diez años que había establecido un compromiso matrimonial que abandonó fascinado por su prima Isabel Ximeno.
Rechazado por la familia de ella mostró los primeros síntomas del desequilibrio mental que padeció hasta su muerte. En mayo de 1846, viajó a los Estados Unidos, Londres y París, con la esperanza de curarse, pero regresó a Cuba en noviembre de 1849, sin haberse recuperado del todo. En esta etapa escribió muy poco pues hacia 1852 su enfermedad sufrió otra crisis y vivió en un mutismo absoluto hasta su muerte el 14 de noviembre de 1863. Hoy, el teatro provincial de la ciudad de Pinar del Río lleva su nombre en señal de recordación.
El azar hizo que otro José, cubano y también del mundo literario naciera en noviembre. José Antonio Portuondo Valdor, destacado crítico e historiador literario, profesor y ensayista nació en Santiago de Cuba el 10 de noviembre de 1911. Entre 1930 y 1934 fueron editados sus primeros poemas y artículos en las publicaciones santiagueras La Salle, Diario de Cuba y en Orto (Manzanillo).
Su tesis de doctorado Concepto de la poesía, editada como libro en 1945, fue pionera de los estudios científicos de la literatura en Cuba. Colaboró, entre otras, en las publicaciones Atalaya (Remedios), Revista Cubana, Universidad de La Habana, Revista Bimestre Cubana, Suplemento de El Mundo (Suplemento Literario), Noticias de Hoy, Lux, Nuestro Tiempo y Ciclón. Realizó el prólogo y la recopilación de El Pensamiento vivo de Maceo y del ensayo Bosquejo histórico de las letras cubanas, obra que fue traducida a varios idiomas. Su obra estudió cuestiones de poética y estética en la literatura, con obras dedicadas a escritores como José Martí, Antonio Maceo y Julián del Casal. Los títulos José Martí, crítico literario (1953) y Martí escritor revolucionario (1982) dan cuenta de ello.
Entre 1960 y 1962 fue embajador de Cuba en México y posteriormente Rector de la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba. Fue delegado al Primer Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba celebrado en 1961, en el que resultó electo vicepresidente de esa Institución
En 1965 fue nombrado Director del recién creado Instituto de Literatura y Lingüística. Fue miembro de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO y miembro de la Sociedad Cubano Mexicana de Relaciones Culturales, en la que ocupó la presidencia. Como profesor impartió conferencias en distintas universidades del mundo (Wisconsin, Columbia de Nueva York, Nuevo México). José Antonio Portuondo falleció en La Habana el 18 de marzo de 1996. Como homenaje a su trayectoria el Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba lleva su nombre.
Por su parte, el novelista cubano José Soler Puig nació igualmente el 10 de noviembre pero de 1916. A este excelente narrador se le recuerda, sobre todo, por su novela Bertillón 166, Premio Casa de las Américas en 1960. Sin embargo, su destreza narrativa lo convierte en una figura imprescindible dentro de la literatura cubana. Al decir de Armando Hart Dávalos: Soler Puig «era un hombre de pueblo, de la vida cotidiana, raíz de trabajador que supo entender con finura y narrar con arte, la vida del pueblo santiaguero y al hacerlo revivió épocas de la historia, de la vida cubana, de la vida del trabajo y de las luchas sociales en este país». Recibió el Premio Anual de la Crítica Literaria en 1982 por el título Un mundo de cosas, y en el año 1986 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura, como reconocimiento a su trayectoria literaria.
Durante su vida desempeñó numerosos oficios: trabajó como jornalero, vendedor ambulante, cortador de caña, pintor de brocha gorda, recogedor de café, billetero, y vendedor de líquido de freno. En 1959 se trasladó a la Habana, donde escribió para el cine y la radio. En este último medio colaboró hasta 1980 para el cual redactó unas doce novelas, entre ellas El nudo y El caserón que después aparecieron en forma de libro. Entre sus obras más conocidas están: En el año de enero (1963), El derrumbe (1964), El pan dormido (1975) y las mencionadas El Caserón (1977) y Un mundo de cosas (1984).
Nadie como José Soler Puig se adentró tanto en los recursos y técnicas narrativas para brindarnos toda la fuerza en sus protagonistas verosímiles, en conversaciones desprovistas por completo de acotaciones, donde el habla popular muestra su arraigo genuinamente cubano, y pone al descubierto muy agudamente los estados anímicos de sus personajes.
Además, demostró su versatilidad como escritor dejando una huella en el teatro cubano con obras como: El macho y el guanajo, puesta en escena por el conjunto dramático de Oriente. En 1988 los Estudios Siboney, de Santiago de Cuba, editaron el disco Encuentro con Soler Puig, con fragmentos de su vida y sus novelas en su propia voz. José Soler Puig, falleció en la Habana el 30 de agosto de 1996 y a pesar de darse a conocer en el mundo literario del país con 40 años de edad, legó novelas perdurables con un espacio propio en el panorama de la literatura cubana de todos los tiempos.
Visitas: 30
Deja un comentario