Jesús Orta Ruíz, destacado poeta y periodista, fue conocido como el Indio Naborí. Su nacimiento tuvo lugar en la zona de San Miguel del Padrón, el 30 de septiembre de 1922. Llegó a ser considerado como el más alto cultor de la décima en Cuba en el siglo XX y la etapa inicial del actual.
El Indio Naborí escribió varios libros de poesías y colaboró con diferentes publicaciones. También desarrolló una importante labor investigativa y crítica que se reflejó en diferentes libros, como Poesía criollista y siboneista, cuya selección, prólogo y notas estuvieron a su cargo.
En su libro de poesía Entre el reloj y los espejos recurrió a su memoria para destacar el simbolismo de temas eternamente humanos. Están presentes en esta obra aspectos relacionados con la intimidad, así como la niñez y la juventud del poeta, quién, además, meditó sobre el destino del hombre y ofreció su solidaridad a los demás seres humanos.
Entre las obras más singulares de contenido histórico de Jesús Orta Ruíz se encuentra el poema que dedicó a los asaltos a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba y el Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, acaecido el 26 de julio de 1953, trabajo publicado seis años después. Con este poema y dos más de su autoría, Cubaliteraria celebra la vida, obra y legado de uno de los hijos más dignos de nuestro país.
Obra La vida nos da una piedra tosca cuando entramos en su taller difícil. Hay que tomar cinceles y cincelar sin tregua hasta dar al pedrusco la forma artística, perfecta. Sucede que no siempre el escultor logra el milagro, pero es bastante gloria que la muerte lo encuentre cincelando, cincelando…
Mi padre Poeta con la agonía de no atrapar la expresión de ti, de tu corazón, me vino la poesía. Sentiste una melodía honda, que no tradujiste, y yo, el heredero triste de tu inefable sentir, sigo empeñado en decir el canto que no dijiste. Tu emoción analfabeta era un poema frustrado. Estaba crucificado en la palabra el Poeta. Y yo supe tu secreta pena de ave sin volar, siempre que para cantar te era esquiva la palabra, como una jíbara cabra, como un anillo en el mar. Un ansia de aparición de tus cantares arcanos te hacía inquietas las manos y musical el bastón. Así, con esa obsesión, vibraste calladamente hasta que sobre tu frente se posó una paz traidora y vi llama tan sonora en un hielo tan silente. Y luego vi el ataúd, velas, flores, lagrimear y tu ansiedad de cantar en una blanca quietud. ¡Y no sembrar un laúd en tu silencio enterrado para que en el perfumado tiempo de la primavera subas por la enredadera a decir lo que has callado!
Pequeño dios A la memoria de Vicente Huidobro Los hombres y mujeres que me tratan no se presentan como son, sino como la sombra de sus cuerpos, bípedas nubes, humo coloquial, pero a cada uno yo doy fisonomía. A mis viejos amigos que me conocieron los sigo viendo como entonces porque el tiempo no pasa para ellos en mi mundo interior. A los nuevos amigos que vienen con su luz a mi eclipse total, invento caras y estaturas porque yo no sé qué asociaciones con sus manos, sus voces, sus risas y sus pasos. ¡Oh, mágica ilusión creacionista que me convierte en un pequeño dios!
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