La revista para niños La Edad de Oro (1889), creada por José Martí, y dedicada a los niños de América, sirvió de título a otras revistas de similares propósitos surgidas en el alborear de la República. En 1904 apareció bajo ese nombre una «Revista quincenal dedicada a los niños», bajo la redacción de quien sería posteriormente un importante novelista, Miguel de Carrión (1875-1929), autor de dos novelas claves de la década del diez del siglo xx: Las honradas (1917) y Las impuras (1919), acompañado de Félix Callejas (1878-1936), que comenzaba a tener una larga historia como fundador de revistas: Cuba Pedagógica (1903), la que ahora comento, Primavera (1912) y colaborador de otras como Letras y Cuba y América. Como periodista se destacaría años después en una sección humorística titulada «Arreglando el mundo», firmada con el sobrenombre de Billiken, la cual mantuvo durante más de veinte años, primero en La Prensa y a partir de 1927 en El Mundo. No fue larga la presencia de ambos redactores en la revista recién fundada, y en breve la cedieron a Eduardo Pulgarón, que decidió subtitularla «Revista infantil ilustrada». Tuvo como particularidad que publicó trabajos escritos por niños.
Algunos años después apareció, también en La Habana, Don Pepe, publicación quincenal dedicada a las niñas y niños. Comenzó a salir el 1º de octubre de 1917 bajo la dirección de Néstor Carbonell (1883-1966), que posteriormente se dedicó con mayor énfasis a estudiar la historia de Cuba y en particular a José Martí. Esta revista tuvo como peculiaridad que publicó numerosas biografías de figuras heroicas relacionadas con nuestro pasado. En ella colaboraron figuras eminentes de las letras como Enrique José Varona, Aurelia Castillo de González y Luis Rodríguez Embil, entre otros. De la Castillo reprodujeron algunas de sus fábulas, como la titulada «El reloj y la campana», donde leemos:
En una torre vecinos
un reloj y una campana,
entablaron cierta tarde
plática amistosa y franca.
— ¿Sabes, dice ella, amiguito,
que tienes costumbres raras?
¡Qué serio! ¡Qué taciturno!
¡Qué voz tan grave y pausada!
Nunca ríes; nunca lloras;
¿no hay pasiones en tu alma?
Tengo una pasión, amiga,
pasión buena, pasión santa:
la pasión de la verdad
unida con la constancia.
¿Qué crees tú que piensa el mundo
de tu sempiterna charla?
Tan pronto lloras a un muerto
con lamentos que desgarran,
o al ver a un recién nacido,
de risas te desbaratas.
Y esto sin tregua, querida,
pues a veces van mezcladas
con tus más alegres voces
tus lágrimas más amargas.
—Me gusta agradar a todos,
tener protección y fama,
y según miro las otras,
así compongo mi cara.
—La lisonja, amiga mía,
solo a los necios agrada;
creyendo engañar a todos,
ella propia es quien se engaña.—
¡Qué pocos relojes hay!
y ¡cuántas, cuántas campanas!
De Enrique José Varona dieron a conocer algunos aforismos, o «comprimidos», como gustaba llamarlos:
Las vidrieras de los fonduchos me hacen pensar en las vidrieras de las librerías. Pollos fríos de una semana; libros fríos de un año. Porque lo difícil no es publicar; lo difícil es ser leído.
* * *
Mi padre se esforzaba porque yo aprendiera idiomas; pero no se cuidaba de los libros que leía. Me daba las llaves, y me dejaba abrir cofres y puertas, encontrara lo que encontrara. No es malo el sistema, aunque peligroso. Después de todo, así abrimos los escondrijos de la vida.
No se sabe exactamente en qué año apareció Billikencito…, pero, al parecer, fue en 1928. Acaso su original nombre provenga del seudónimo utilizado por el antes mencionado Félix Callejas, que colaboró en estas páginas con comedias para niños y en 1929 creó el semanario satírico con su famoso seudónimo. El redactor de la revista fue Juan J. Remos, que más tarde se vinculó a la docencia media y universitaria y publicó numerosas obras. El propósito de la revista era dar a conocer, según expresaron en el «Saludo cordial»:
La anécdota educativa, la fábula ingeniosa, la comedia interesante, el verso inspirado, el cuento provechoso, el consejo moral, el chiste fino y medido, [que] proporcionarán a la niñez cubana amable lectura que eduque el gusto, temple el corazón, discipline la mente y regocije el espíritu.
Cuentos, pasatiempos y otros entretenimientos infantiles, así como reproducciones de poesías de autores cubanos y extranjeros aparecieron en sus páginas. Reprodujeron varios trabajos de José Martí aparecidos en su revista La Edad de Oro (1889), así como poemas de Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), así como de autores extranjeros como Rubén Darío, José Santos Chocano y Rabindranath Tagore. Pocos poetas vivos aparecieron en la revista y quien aparece con más colaboraciones fue Bonifacio Byrne (1861-1936).
La Edad de Oro, Don Pepe y Billikencito. Lectura para niños, jóvenes y ancianos desocupados son solo tres muestras, entre varias, de las revistas para niños que aparecieron en las primeras décadas republicanas. Otras vendrían con el tiempo —siempre de escasa vida—, porque el desdén por este tipo de literatura imperó en aquellos años que fueron prometedores, pero quedaron en la incertidumbre.
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