A la primera turbulencia me miró con ojos de carnero degollado. ¿Qué otra cosa podía hacer? Pobre, lo abracé. A la segunda turbulencia su mano, segura de mi buena voluntad, buscó la mía. ¿Qué otra cosa podía hacer? Pobre, se la apreté. A la tercera turbulencia se lanzó directamente, ante la mirada desorbitada de la aeromoza, sobre mis pechos. ¿Qué otra cosa podía hacer? Pobre, lo amamanté.
Del libro Erótica, Cuadernos del Bongó Barcino, 2019.
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