Sabiduría no es destruir ídolos,
sino no crearlos nunca
Umberto Eco
El comunicólogo, escritor, filósofo y crítico literario, Umberto Eco, murió el 19 de febrero de 2016, dejando tras de sí un sinfín de condecoraciones entre las que figuran Príncipe de Asturias y Doctor Honoris Causa en treinta y ocho universidades de todo el mundo.
Contaba con 84 años cuando ocurrió su deceso, un viernes, de noche, en su casa de Milán. No quiso ceremonia pomposa y pidió en su testamento que no se le celebrara homenaje por al menos 10 años. En ese mismo año se publica De la estupidez a la locura.
Nació un 5 de enero de 1932 en Alessandria, al norte de Italia. Por su precaria situación económica tuvo una educación salesiana, pero su primera escuela fue visitar la biblioteca de su abuelo, la que amplió hasta almacenar alrededor de 50 000 ejemplares. Los libros que no había leído para él eran más importantes que aquellos que logró leer.
El joven Eco trató de escribir novelas desde niño. Cuenta en su biografía Confesiones de un joven novelista que empezaba por el título, luego las ilustraciones, adornando siempre la primera letra como una capital, al aburrirse, dejaba a medio hacer el borrador.
El padre lo quería abogado pero él estudio filosofía medieval y se hizo profesor. La semiótica era su pasión.
Umberto Eco, fue ateo, sin embargo los temas religiosos son el eslabón crucial en casi todos sus escritos. Con ellos no dejó de criticar todo lo mortal y lo sobrenatural de su interés.
Llegó al estrellato en edad madura, con el debut de la novela En nombre de la rosa en 1980, de corte policiaco. Fue traducida a múltiples idiomas se publicó en 35 países como en Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Japón, China, Suecia, España, etc. El texto tiene un corte filosófico, histórico y culturalista que la dotan de múltiples lecturas. Eco era un gran admirador de Jorge Luis Borges, el monje ciego, custodio de la biblioteca, Jorge de Burgos, es un claro homenaje al autor de La biblioteca de Babel.
El péndulo de Foucault, es otro de sus grandes títulos; y como ensayista podemos encontrar Obra abierta, Diario mínimo y Tratado de semiótica general.
Leerlo es enfrentarse a una escritura compleja, por la sapiencia del autor, su versatilidad y juego de imágenes. Cada personaje principal de sus relatos es una extensión de él mismo como pensador. Hay una gran relación entre el mundo de los signos y el de las ideologías. Para Eco la cultura era un sistema de comunicación, ir a ella desde sus raíces es comprender mejor muchos de los problemas que aún nos preocupan.
Este clásico de clásicos estará vivo en todos los siglos por venir, porque supo exponer un universo único desde la semiótica, sirviéndose de ella para expresar, una vez más, los temas más universales: el amor, el odio, y, claro está, las contradicciones existentes entre el saber (el bien) y la ignorancia (el mal).
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