Ya no volveremos a ver a Eduard Encina deambulando por los corredores del Pabellón Cuba, al frente de la tropa de jóvenes autores de su Santiago natal. Existe un ángel literario que convierte a los escritores en inmortales a través de su obra y en esta ocasión el ángel lleva el nombre de Ediciones Áncoras. Esta editorial en su colección Hojas Clínicas sigue apostando por la literatura infantil cubana y publica lo mejor de su patrimonio.
El libro cuenta con un prólogo sustancioso del ensayista Idiel García Romero en el que destaca:
(…)
Si en De ángel y perverso, su lenguaje aparece provisto de una abundancia que, paradójicamente, no le resulta suficiente, en Manigua tiene lugar una concreción que muestra la suficiencia alcanzada por un lenguaje que ya no es profuso.
(…)
Nos queda la sensación de que hemos asistido a una pelea entre el poeta y el lenguaje.
Pero dejemos que sea Eduard quien nos hable con su poesía:
Soy un árbol/una rama de silencio/ en silencio./ La sombra/ el chasquido de la cáscara/ en la tierra./ Miro hacia arriba/ y me parece cercano el cielo/pero soy el árbol/ atado a sus raíces.
Como el también desaparecido poeta pinero Paco Mir hoy Eduard también se convirtió en árbol. Los jóvenes pineros encontraran en su obra un legado como dice en el poema «La poesí»: El bejuco/ se aferra al tronco. Al principio/para trepar./ Después engorda/ y aprende a vivir/ de los más fuertes./ El bejuco/una vez dentro/ del árbol/ es árbol.
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