Circunscribir a Sigfredo Ariel en una sola profesión u oficio, sería una labor tan difícil como inútil. Muchos lo recordamos como poeta, radialista, musicógrafo, productor, promotor cultural…. Este intelectual cubano nacido en Santa Clara, provincia de Villa Clara, en 1962, falleció el 26 de julio de 2020, en La Habana, por enfermedad. Su pérdida constituyó un violento golpe para la cultura cubana, y su legado quedó como uno de los más orgánicos, abarcadores y mantenido a través del tiempo. Así pretendemos, en su memoria, realizar un sentido homenaje a quien dejara una huella inolvidable en la literatura cubana.
Además de su labor como escritor destacó como diseñador y dibujante pues ilustró libros, carteles, revistas y cubiertas de discos. Fue un notable guionista y director de programas de radio, televisión y cine: protagonista del nacimiento y fulgor de Radio Ciudad de La Habana desde los ochenta, el bien llamado por un tiempo «emisora joven de la capital». Fundador de series televisivas como La hora de las brujas, en 1990, y del espacio La Poesía toda, de Radio Enciclopedia, en 2001; fungió como asesor musical de la cinta Buena Vista Social Club, del reconocido Win Wenders en 1998, y autor del guion del largometraje Miradas, de Enrique Álvarez en 2000, por el que obtuvo Premio en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, entre otras menudas hazañas dignas de recuerdo.
Sigfredo recibió en dos ocasiones el Premio Nacional de Poesía Julián del Casal, en 1997 y 2004; y el Premio Nacional de la Crítica en 2002 y 2006. Parte de lo mejor de su creación poética fue incluido en el volumen publicado bajo el título de Ahora mismo un puente, y editado como antología por Efory Atocha Ediciones en 2012, dentro de su Colección de Literatura Hispanoamericana, en Madrid, España. Propongo su poema titulado «Signos, runas», donde muestra la magia de una escritura que cobra vida, al ser, paradójicamente, huella y testimonio:
Signos, runas, minúsculas,
mayúsculas, haikús
la gente escribe, yo escribo
para que suceda:
se ama de pie, en las calles
y en e-mails y fábricas y stadiums
se conspira en una línea
de tinta o una raya de carbono
para poner el idioma en fila india
o espiral, párrafo sangrado
por los clavitos de la puntuación
o sin sangrar, fluyente
como un aliviadero / todo
para que ocurran y respiren, logren
verse con alguna claridad
formas
moviéndose
la gente moviéndose
y suceda la gente
que sucede, y que
la gente viva y ya.
La antología poética de Sigfredo Ariel, Ahora mismo un puente, se encuentra dividida en dos partes, y agrupa obras de diez poemarios publicados anteriormente dentro y fuera de Cuba, dos de ellos galardonados con el Premio de la Crítica literaria, así como obras pertenecientes a dos cuadernos inéditos. El poeta construye sus obras con muy personales recursos: imágenes, símbolos condensados a partir de su historia personal, de sus recuerdos y experiencias; metáforas que presenta alternativamente con ironía o tristeza. Interpreta su contexto desde su propia entraña afectiva, inmersa en una realidad que logra apresar en breves frases magistrales para identificar una calle, una ciudad, un rincón preferido, un personaje del entorno, una mascota, una pareja. Según palabras del antologador Antonio José Ponte: «Sigfredo Ariel ha conseguido hacerse de una mitología propia. Su fuerza consiste en persistir en ella, en ensancharla». Crea su universo íntimo y sublime, imbricado sobre lo pedestre y factual; explota la nostalgia y presenta los resultados de esa mezcla cual secuencias breves cinematográficas que sobrevienen como los destellos de un sueño recurrente, tal ocurre en «El enorme verano»:
Esta isla sucede en otra isla.
En sus linderos
volverán a sucederse
tal como fueron, dormidas
nuestras formas. Tu mano las aísla
para reconocerse
de músicas perdidas,
los primeros desdenes y aquel puente que vemos
infinito en el sueño, ya cortado.Del ciclón hemos
salvado
para vivir una torre
de ajedrez, menuda, de madera.Nos han dado
a las encrucijadas
y han dejado para luego
la fatiga. Has dibujado
la isla verdadera
sobre el día que corre
entre violentas nadas:
contigo atravesarlo será
un juego.Entre una nube
de azogue y otra nube
de tinta está el aliento que sostuve
para ti cuando un torrente
no de luz sino de sombra inclina
la punta del ojo hacia otra tierra: un ser
de tu boca hacia otra boca puedo ver
y en el celaje humano
un pájaro imagina
sobre tu mano, mi mano
transparente.
Sigfredo Ariel comenzó a publicar a inicios de la década del ochenta del pasado siglo en diversos periódicos y revistas. Muy pronto llamó la atención del público y la crítica, y empezó a ser incluido en selecciones de poesía cubana contemporánea. Su primer libro, bajo el título de Algunos pocos conocidos, vio la luz en 1986, al ser Premio David de Poesía de la UNEAC. Más tarde aparecieron otros como El enorme verano; Las primeras itálicas; Los peces y la vida tropical; Manos de obra, que obtuvo el Premio Nicolás Guillén en 2002; Hotel central; Escrito en Playa Amarilla; Born in Santa Clara; Recreos para la Burocracia, y Objeto Social, varios de ellos publicados por Ediciones Unión.
Anteceden a la antología Ahora mismo un puente, otras como La luz, bróder, la luz, de 2010 en La Habana, por la casa editora de la UNEAC, y El arte perdido de la conversación, de Monte Ávila, en Caracas, en el mismo año. La asociación de artistas y escritores cubanos ha promovido su obra en distintos espacios. Parte de ella ha sido traducida a varios idiomas.
Desaparecido físicamente hace apenas un año, este poeta prolífico y versátil, quien dejara una extensa y abarcadora obra, será siempre recordado como un creador sensible y discreto, vivaz y entusiasta, convencido de que todo puede ser posible. Dejo entonces mi homenaje con el poema que da título a la antología: «Ahora mismo un puente».
Yo he tenido
buena suerte, he visto
mi rostro entre manos bellísimas
tengo los huesos fuertes y mi silencio
huele a hojas movidas
y a lumbre
y a secreto.Que me soportes el peso, que respires.
Nada me importa más
que este minuto
abriéndose y cerrándose
como un párpado.Este grano de arroz
puede ser toda la tierra.
Que me soportes
el peso, que respires.Mañana mismo
podremos ser el polvo de la bomba
y ahora mismo no encontrar
un pobre sitio donde tenernos en pie
y curar las melladuras.Me sé esta noche y su manantial
bajo los pies que tuvimos sobre nada:
que me soportes el peso
que respires.En cada cruce de caminos
hay un pequeño puente
adelantándose entre el oscuro
caer y el fiero sostenerse.Bajo toda luna nueva
otro arqueado camino, otra ceguera
del tacto y de los ojos.En dos puentes, cegados por la luna
estaremos siempre descifrando
nombres antiguos de amantes
sobre una gran pared
mitad podrida
mitad blanca.
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