La obra escritural de Norberto Codina se dio a conocer desde los años setenta con sus primeros poemarios, los que rápidamente integraron antologías de los poetas de su generación. El que abrió su trabajo fue el poemario A este tiempo llamarán antiguo, que recibió el Premio David de poesía en 1974. Poco tiempo después, en junio del siguiente año, mereció una reseña crítica de Pedro de la Hoz, en la revista Bohemia, con el texto «El principio de la palabra», valoración muy favorable al libro. De ahí en adelante su poesía fue publicada con sistemática frecuencia y comenzaron a aparecer, los libros de ensayo y crónicas. Tanto unos como los otros han recibido diversos reconocimientos.
Precisamente, uno de estos libros acaba de merecer el prestigioso Premio de la Crítica, se trata de Cuando el beisbol se parece al cine, de Ediciones ICAIC, 2021, libro que ha gozado de un considerable éxito de ventas y buena recepción por la crítica especializada desde que apareció en las librerías.
Ahora ve la luz este volumen que también es una compilación de crónicas, artículos y ensayos en los que aparecen los amigos del autor como protagonistas de sus líneas. Es un libro sui generis.
Esas amistades de Norberto, según el mismo refiere en la introducción, son concebidas en un espectro amplio, desde personas que conoció fugazmente hasta los amigos más estrechos que comparten de todo durante etapas de la adolescencia, la juventud y la madurez. La mayoría de los textos del volumen aparecieron en revistas digitales e impresas, muchos en La Jiribilla, con la que Codina colabora en la actualidad, también en sitios digitales, periódicos y formando parte de algunos de su títulos en prosa.
El pabellón de amigos está organizado en tres partes, la primera bajo el rubro del deporte de las bolas y los strikes, el beisbol (sin acento, como le gusta precisar al autor), actividad que le prodigó numerosas amistades, entre ellas al erudito beisbolero Ismael Sené, a quien dedicó esta sección. Es importante expresar aquí que Codina, junto a los intelectuales Félix Julio Alfonso y Omar Valiño, lideraron el reconocimiento de ese deporte como Patrimonio Cultural de la Nación, una empresa a la que los tres dedicaron tiempo, esfuerzo y voluntad. Recuerdo que les acompañé en algunos momentos de esa dura brega con los directivos del INDER y del Consejo de Patrimonio del Ministerio de Cultura, visitas al estadio Palmar del Junco en Matanzas y otras gestiones, y realmente fue un esfuerzo agónico felizmente cumplido. La esencia de aquella batalla y del capítulo del libro es la concepción de la pelota (como decimos en buen cubano) como fenómeno cultural en sus esencias.
La segunda y tercera partes del libro, tituladas respectivamente «Inventario personal» y «Lo primero fue descubrir una Casa», se centran más en la literatura y las amistades del autor que han girado en torno al ejercicio de escribir y promocionar las letras, sus dos actividades sociales cardinales. No olvidemos que Codina dirigió la revista La Gaceta de Cuba durante la friolera de 34 años, hecho fundamental para que en 2022 recibiera el Premio Nacional de Edición, alto reconocimiento a esa dedicación revistera.
El voluminoso libro se extiende por 468 páginas y Norberto Codina, de manera sarcástica dice en su introducción, «hay una vieja y sabia conseja que nos recuerda que los amigos se conocen cuando uno está enfermo, preso o en una lectura de poesía», lo que nos lleva a preguntarnos cuántos seremos capaces de recorrer el libro de la primera a la última página… lo que sería una nueva prueba de lealtad.
En el libro se encuentran textos muy inspirados, evocando a algunas de los afectos que motivaron esas líneas. Puedo citar ahora, sin menospreciar para nada otros trabajos aquí recogidos, los siguientes: «La primera vez que Enrique Núñez Rodríguez vio un juego de pelota», «Desde el estadio de Ismael Sené», «Una crónica casi inédita de Nicolás Guillén», «Elegía a Emmett Till, un poema que regresa del pasado», «Presencia de Gustavo Aldereguía», «Del cuartel de la montaña a La Habana: testimonio de un exiliado republicano», «Inventario personal de Fayad», «El hijo de Olimpia», «Sigfredo y el Gacetón, … “por si cuela”», «Volver a Miguelón», «El pequeño caimán del “gallego” Posada», «Para filmar a Julio Travieso», «Dos lecturas de Alberto Rodríguez Tosca», «Una criolla llamada Graziella Pogolotti Anderson», «Lo primero fue descubrir una Casa… Gracias, Roberto» y «Tío Panchito, un estudiante del 71». Esta selección, como cualquier otra, responde a gustos personales y a no seguir colocando trabajos que mucha nostalgia me provocan, pero que no deben hacer demasiado larga la lista.
De cualquier manera, en El pabellón de los amigos se recorre completa la obra escritural de Codina, pues ya sea en clave de evocación o de cita, de testimoniar o de deseos de narrar, sus distintos títulos aparecen por aquí y por allá en sus páginas. Una obra que, vale añadir, en los últimos años ha crecido considerablemente.
También se encontrará el lector en estas páginas bastante de historia, de literatura, de deporte y de otras contingencias asociadas a la vida de Norberto.
No puedo finalizar sin decir que muchos de estos trabajos encendieron mi memoria, porque es que en el recorrido vital de Norberto Codina me encuentro reflejado totalmente. Nos conocimos en segundo grado en 1960 y recorrimos juntos la primaria, la secundaria, parte del preuniversitario y, después, fuimos cercanos permanentemente en las buenas y en las malas, en la literatura y en los avatares de la vida (los más simples y los más complejos), en nuestras alegrías y en nuestras pérdidas, como debe ser en una amistad auténtica. De la infancia a la adultez de la tercera edad, una gran parábola. Mi familia fue la suya, su hija Jimena me dice «tío», y nos hemos reunido periódicamente para analizar nuestros problemas respectivos cada vez que se han producido. Eso es lo que llamo Amistad. Una hermandad que supera los sesenta años de existencia está hecha a prueba de balas. Aquello que Lezama Lima denominó «la prueba irrecusable», en nuestro caso, es decir, en el de nuestra amistad, ha sido naturaleza.
Bienvenido pues este libro que canta a los afectos y recuerda a los amigos, a los que siguen respirando y a los que partieron. Y como escenario común están la literatura, los libros, las revistas, los grandes autores, el intercambio libre de las ideas, la cultura y el pensamiento. Con una prosa fluida, bien escrito y mejor pensado, este libro digital gustará a los amigos y a los que no conocen ni saben de su autor, pero sí del sentimiento de la amistad.
Será un buen regalo que Cubaliteraria entrega a la Feria del Libro del presente año.
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El pabellón de los amigos en formato pdf
El pabellón de los amigos en formato epub
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