Alejandro Casona, ante un nuevo aniversario
Alejandro Casona fue uno entre los tantos intelectuales españoles a quienes la marejada turbulenta de la Guerra Civil arrojó a las costas americanas. Muy fresco y doloroso estaba aún en la memoria el desenlace trágico del cual Federico García Lorca fue víctima como para arriesgar la vida inútilmente.
A Casona se le valora en su arista de dramaturgo, que le dio reconocimiento tempranamente, pues en 1934 recibió el premio de teatro «Lope de Vega» por su obra La sirena varada. El autor tenía entonces 31 años.
Nacido en Asturias el 23 de marzo de 1903 e hijo de una familia de maestros, estudió en Gijón y en Murcia, se graduó en Magisterio en 1926 y emprendió su carrera en la enseñanza. Después, destinado a Madrid, se le asignó en la Inspección Provincial y pronto lo tendremos en el ejercicio de su vocación primaria: las tablas, con el proyecto Teatro del Pueblo, adscrito a las Misiones Pedagógicas, las cuales se extendían por toda España porque, recordemos, corrían los años de la República en la nación ibérica, lo que dio a Casona la satisfacción de comprobar cuán bien recibida era su propuesta entre la población rural.
Ya en curso la Guerra Civil, en 1937 parte hacia el exilio, primero a México. Era un autor más que conocido en el ámbito hispanohablante cuando arriba a Cuba en mayo de 1939. Con él vino la compañía de comedias de Pepita Díaz y Manolo Collado. Al dramaturgo no le costó trabajo alguno ganarse al auditorio, tampoco la buena voluntad de los medios teatrales y la crítica. Su obra —La sirena varada, Prohibido suicidarse en primavera, La dama del alba, Nuestra Natacha y varias más— gozaba ya de la aprobación de la crítica y los espectadores.
Un recuerdo se asocia a la presencia de Casona en Cuba: el de Federico García Lorca, a quien lo unió el afán por llevar a los rincones apartados de España el gusto por el teatro.
Meses antes de esta visita, en diciembre del 37, la periodista cubana Loló de la Torriente lo había entrevistado en México y a una pregunta sobre esta confluencia de objetivos, Casona respondió: «El teatro de “La Barraca”, de García Lorca, era teatro clásico realizado con todos los recursos que ofrece el teatro moderno; el nuestro, el “Teatro del Pueblo”, era elemental, ambulante, de máxima sencillez en decorados, vestuario y repertorio».
El 7 de mayo el dramaturgo visitante dio la primera de sus charlas en el Teatro Principal de la Comedia. Llevó por título «El amor a través de los tiempos» y, para su mejor comprensión, la ilustró con fragmentos escénicos interpretados por los actores de la compañía.
Una segunda conferencia tuvo lugar siete días después: «El amor a través de los pueblos». Abordó en esta el romanticismo y los nuevos valores de emoción y poesía incorporados por dicho movimiento a «la historia del amor», entre ellos la ternura, la tristeza, la devoción por la música y el paisaje.
La tercera conferencia, culminación del ciclo, fue el 21 de mayo, ilustrada como las anteriores, esta vez con escenas de La sirena varada y piezas de Ibsen.
Mas no únicamente por las disertaciones se recuerda a Casona. Hubo una escenificación adicional del capítulo del Quijote, titulado «De cómo el gran Sancho Panza tomó la posesión de su ínsula y del modo que comenzó a gobernar», representación efectuada en Palisades Park, en el Vedado, bajo los auspicios de la Institución Hispano Cubana de Cultura y de otras entidades, en beneficio de los intelectuales ibéricos en el exilio.
La obra de Alejandro Casona revela una intención poética siempre subyacente, conseguida a través de diálogos concisos y una dramaturgia atractiva, de asuntos contemporáneos.
El crítico cubano José Valdés Rodríguez lo vio así: «Tenía fina la estampa breve y enjuto el rostro, con una expresión algo triste en los ojos inteligentes, de un mirar a veces un poco sonreído, intencionado, con cierta malicia. Vestía con sencillez, con algo de desaliño pero limpio y pulcro, y llevaba casi siempre la clásica chalina que contribuía en modo principal a darle un aire de bohemia de fines y principios de siglo en España».
Contaba entonces Alejandro Casona unos 35 años y deambulaba expatriado, lleno de ideas, por Latinoamérica. La Habana representó para él un puerto más, en tránsito, donde reponer fuerzas y seguir adelante.
Finalmente Alejandro Casona se estableció en Argentina, donde permaneció hasta su regreso a España en 1963.
Perteneciente a la Generación del 27, Casona murió en Madrid el 17 de septiembre de 1965 y pese a tratarse de un autor de teatro, más de una de sus obras fue llevada a la pantalla por la cinematografía austral, ello tal vez porque como afirman los estudiosos de su producción, en ella se combinan los juegos entre la realidad y el sueño, con un basamento que lo adscribe a la corriente del «teatro poético».
Desde las páginas digitales de Cubaliteraria hemos querido recordar el aniversario 119 del natalicio de este autor y hacerlo con la evocación de su estancia en La Habana, donde presentó una muestra de su obra escénica que hoy pugna por no perderse entre los vericuetos de la desmemoria.
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