No, Borges no tenía razón. Tampoco Gombrowicz. Cuba no está tan lejos.
Está más cerca de la Argentina de lo que ambos podrían suponer.
Jorge Fornet[1]
Desde el borde inferior de la cubierta se erige el trazo de un neumático en la tierra que avanza hasta borrarse en un punto digamos que infinito de la ilustración. «[L]a pampa dice todo cuanto tiene que decir en un metro cuadrado, pero lo repite luego en miles y miles de kilómetros cuadrados»[2], recordaba José Bianco que había escrito Michaux y así nos lo hace saber Jorge Fornet en las primeras líneas de su libro Un metro cuadrado de pampa y otras perplejidades, editado por Capiro en 2018 y presentado cuatro años después en la Feria Internacional del Libro en Villa Clara.
Entre los escritores cubanos de la actualidad, Jorge Fornet, ganador del Premio Nacional de la Crítica y del Alejo Carpentier, destaca por su forma particular de asumir el ensayo como una disciplina más de la literatura. Las conexiones que establece no son las del científico de la lengua, sino las del poeta de la ciencia. La imagen forniana del cable eléctrico que corcovea nos sirve para entender el impredecible camino de sus reflexiones. De esta manera, Fornet defiende que el acto de creación debe entenderse y explicarse desde la libertad que ofrece el propio acto de creación. El crítico como artista que proponía Oscar Wilde. La crítica como reconstrucción del paisaje literario que deseaba Roberto Bolaño.
Y cuando digo, quizás con menos fortuna que buenas intenciones, poeta de la ciencia, me refiero a una sensibilidad para asumir las ideas, no al estilo entre almibarado y cartón-piedra que infelizmente campea por los predios de la literatura reflexiva. La prosa de Fornet, en cambio, no requiere de otras vestiduras que las necesarias para una buena redacción: claridad, naturalidad, sencillez y síntesis. Él ha entendido, y ha sabido hacernos entender, que las empresas creativas solo deben iniciarse cuando encontramos el ángulo correcto para desarrollarlas; pues, como le dice el comisario Croce a Emilio Renzi: comprender «no es descubrir hechos, ni extraer inferencias lógicas, ni mucho menos construir teorías, es solo adoptar el punto de vista adecuado para percibir la realidad».[3]
En libros como Los nuevos paradigmas. Prólogo narrativo al siglo XXI (2006), El 71: Anatomía de una crisis (2013), Elogio de la incertidumbre (2014) y Salvar el fuego. Notas sobre la nueva narrativa latinoamericana (2016), el actual director de la revista Casa de las Américas demuestra que la literatura, la historia de vida y el contexto político forman parte de una figura integrada por piezas tan distinguibles como inseparables; certeza que lo ha llevado más de una vez «de la crítica literaria a la historia intelectual».[4]
El escritor de apellido Sensini, personaje del famoso cuento de Bolaño, nos enseñó que un factor tan insignificante como el cambio de título puede trastocar el sentido de un cuento. ¿Qué podemos decir, entonces, del ejercicio de agrupar de una manera u otra reflexiones, en un principio, impulsadas por encargos de ocasión? Un metro cuadrado de pampa y otras perplejidades reúne conferencias ya impartidas y textos ya publicados. Sin embargo, la propia selección y articulación dota a cada «perplejidad» de un nuevo sentido tanto a nivel general como particular.
He juntado aquí trabajos inéditos o desperdigados en revistas y libros colectivos porque creo que, en este contexto, son susceptibles de ser leídos de otro modo y, a la vez, capaces de proponer ellos mismos nuevas lecturas.[5]
El libro de Fornet se divide en tres partes. La primera analiza la trayectoria de dos figuras cimeras del arte latinoamericano del siglo pasado: Gabriel García Márquez y Roberto Matta. El ensayo que abre el conjunto es una inmersión en el vínculo entre el premio Nobel y la Revolución cubana. Cuando otros investigadores se asoman con mirada superficial, para después sentenciar (palabras más, palabras menos) que a García Márquez le encantaba codearse con el poder, Fornet reconstruye una historia casi perdida, donde los personajes tienen matices y toman decisiones que van más allá del simple dejarse arrastrar por la corriente.
No le interesa al ensayista el rigor de los hechos. Importa poco saber quién rompió la máquina de escribir cuando explotaba El Bogotazo. Lo que verdaderamente atrae a Fornet son las conexiones, los contrastes, el poder revelador de las casualidades. «Intentaré evitar, por lo pronto, sucumbir a la embriaguez de la nostalgia […], cuando de lo que se trata es de ver un proceso, entender sus claves y evaluar su pertinencia en el mundo de hoy»[6], nos dice a propósito de la historia del concurso literario de la Casa de las Américas. Y esto ocurre porque el autor sabe que el ensayo, como la narrativa de ficción, juega también con las verdades posibles. «[L]a verdad que importa no está en lo que llaman hechos»[7], asegura un personaje de Onetti citado por Fornet.
El segundo texto fija su atención en Cien años de soledad. Hay que ver cómo el escritor cubano se las arregla para llover sobre lo mojado y al mismo tiempo demostrar por qué de la obra maestra de García Márquez no todo se ha dicho todavía. Aunque se trata, como suele repetirse hasta el hartazgo, de proponer preguntas y no de imponer respuestas, el texto «La contundente forma de las verdades inamovibles» no teme desenredar algunos de los nudos teóricos que el paso de la novela ha dejado por nuestra historia literaria. Su condición caribeña, sus innovaciones en el lenguaje, su épica heredera de la mejor tradición occidental y la manera en que lectores como Borges y Piglia recibieron su primera edición, en Argentina, son algunos de los paisajes por donde nos conduce el autor de Un metro cuadrado de pampa… Sin su ayuda difícilmente encontraríamos el minotauro de este laberinto.[8]
La sección cierra con el ensayo «El surrealismo de Roberto Matta y su órbita literaria», disección de un creador que escapa a cualquier encasillamiento como no sea el de poeta, ese que siempre quiso merecer. Junto con Fornet, podemos decir de Matta que «sus poses de niño, su proclividad hacia lo lúdico, su sonrisa, no impiden percibir que es siempre –por encima de todo lo demás– un provocador».[9] Entender al pintor más allá de la obra visual, como propone el ensayista, es una manera de saltar convencionalismos que limitan la aprehensión de la imagen total de ese misterio.
Destacan en la segunda sección el texto «¿Cómo se escribe la revolución?: notas a una relectura de Los de abajo», el ensayo sobre Carlos Loveira, un escritor ni recordado ni olvidado y, precisamente, por eso poco estudiado; la introducción a la novela Juntacadáveres, de Onetti; además de la crónica-ensayo «Un escritor que se expone», a propósito del chileno Pedro Lemebel, donde no falta ni puede faltar el recuento de su «borrascosa» relación con Cuba.
En «Un puertorriqueño en la pampa», Fornet nos entrega su ya recurrente estudio sobre alguna de las aristas de la obra de Ricardo Piglia. En este caso es Blanco nocturno el blanco de sus reflexiones. Casi al final del texto, el ensayista aventura una cronología de la vida del periodista Emilio Renzi: «He hecho este rápido recorrido para que se haga más claro —nos dice Fornet— que si hasta la primera novela de Piglia las apariciones de Renzi […] coincidían con el tiempo del autor y de sus lectores, a partir de entonces suelen desplazarse al pasado, lo que modifica la biografía que le conocemos y, de paso, el sentido de la propia obra de Piglia».[10]
La última sección de Un metro cuadrado de pampa… se interesa por cuestiones relacionadas con la política cultural del período revolucionario cubano; por ejercicios de futurología que hoy se leen como tristes certezas; por restituirle a la Casa de las Américas el sitio que debería ocupar en la historia del pensamiento caribeño y latinoamericano.
No es casual la mención de José Bianco al principio y al final del libro. Se trata de un autor argentino que en 1961 «tuvo que renunciar al cargo de secretario de Redacción de la revista Sur —que ocupaba desde hacía más de dos décadas— por haber integrado el jurado»[11], del Premio Casa en ese mismo año. De Roberto Fernández Retamar, también admirador de Bianco, solía decirse en su momento que era el más argentino de los escritores cubanos, tal vez por cierta frialdad en la prosa, si la contrastamos —claro está— con el tropicalismo sudoroso y soporífero que entonces se imponía como norma para los intelectuales caribeños. El pensar a Jorge Fornet como heredero de esa tradición argentina en la literatura cubana (donde no puede faltar Virgilio Piñera, por supuesto) resultaría poco más que una boutade si no fuera porque en tan ilustre linaje nadie había llegado tan lejos como para titular una de sus obras con la imagen de la pampa que se repite.
[1] Fornet, J.: ¿Para qué sirven los jarrones del Palacio de Invierno?, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2006, p. 38.
[2] Fornet, J.: Un metro cuadrado de pampa y otras perplejidades, Editorial Capiro, Santa Clara, 2018, p. 5. Todas las citas corresponden a esta edición.
[3] Ídem, p. 177.
[4] Ídem, p. 5.
[5] Ídem, p. 6.
[6] Ídem, p. 217.
[7] Ídem, p. 144.
[8] Te atrapé, referencia no planificada de Rodrigo Rey Rosa.
[9] Ob. cit., p. 94.
[10] Ídem, pp. 185-186.
[11] Ídem, pp. 219-220.
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Tomado de Bohemia
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