La única experiencia necesaria para escribir
es la experiencia del fenómeno estético.
Roberto Bolaño
A modo de un particular caleidoscopio se ha desenvuelto la obra de Dazra Novak, una de las voces más originales y ajustadas con que cuenta hoy la narrativa cubana. Libros de cuentos —Cuerpo reservado, Cuerpo público, ambos publicados en 2008, Los despreciados (2019) y Erótica (2020)— y las novelas Making of (2012), Niñas en la casa vieja (2019), ganadora del Premio de la Crítica, más la recién publicada Chérie (2023), galardonada con el Italo Calvino 2020, integran hasta ahora el cuerpo ficcional de la habanera y, aledaño a él, una selección de crónicas de su blog homónimo Habana por dentro (2019).
La reconozco como una verdadera outsider de la literatura cubana, conquistada por una poética que, sin embargo, no es previsible, porque ha pulsado cada uno de sus libros como si los escribiera desde la orfandad de una fuerza creadora, la suya, que es sinónimo de aventura creativa; pero siempre con un puerto seguro donde guarecerse, prueba de su indiscutible talento para narrar. Poseedora de una lucidez y de una limpieza en su prosa que la distinguen de otros coetáneos, sus creaciones avanzan más allá de su intensa vocación metapoética para entregarnos —regalarnos— a los lectores páginas, ante todo poderosas y ausentes de pudor, convertidas en ráfagas de verdades donde se nos muestra ella con una peculiar forma de filosofar sobre la vida y la conciencia moral de eso que se ha dado en llamar la raza humana.
Chérie, se ha dicho, no es una biografía de la pintora Rocío García, aunque por momentos se aludan a hechos que la rozan: es novela de formación dialogante con el arte de pintar y, a la vez, trata de alejarse de él, pero por suerte sin lograrlo, como si la fuerza —o una posible, pero inexistente resistencia— entre escritora y pintora tratara de encontrar un espacio de equitativa comprensión.
Texto configurado desde una línea convergente e intercambiable entre ideas y propósitos fusionados, Chérie trasuda alegrías y tristezas, pero sin claudicar ante el arte como fenómeno artístico negado a deprenderse de sí mismo, hijo nunca bastardo del sentir como refugio y libertad creadoras. De este intercambio surge una obra conjunta donde se aúnan el arte, la humanidad y sobre todo el entendimiento, en la comprensión de la necesidad de reconocerse, el primero, como un fenómeno independiente, muy personal y con una clara conciencia de que la pregunta imaginada puede inquietar, pero también pervertir, como si la simulación pudiera ser, acaso, una forma más del comportamiento. Por momentos Chérie me pareció una novela en cierto sentido despiadada, pero su singularidad creadora es sencillamente definitiva, sin abigarramientos, construida al natural creativo: lo necesario es lo más sustantivo, en tanto carece de ornamentos desmedidos que entorpezcan el flujo de la narración.
El itinerario vital de la pintora desde su casa de huéspedes de la infancia, cerca de la loma de Chaple, en el municipio de Diez de Octubre, el corazón del Vedado —17 y 12—, la fría Leningrado —que antes fue San Petersburgo y ahora vuelve a serlo—, sus resquicios de recuerdos apenas insinuados o evocados como referentes, su padre consentidor y permisivo, su hermana, punzante en sus ácidas apariciones, los amigos de la artista, hombres y mujeres que, en su calidez, expresan la poética del mundo visual, redondean estas páginas que parecen inimaginables cuando el libro solo se ha tocado, no abierto. Voces, colores con sus correspondientes metáforas: «azul de la inmensidad, rosado de la candidez, morado del misterio, verde de la aceptación, rojo de la pasión, amarillo del coqueteo»,[i] preñan líneas de escritura sabias y plenas, nacidas del sincero decir y escritas desde el centro mismo de la creación más auténtica. Páginas leales en medio de un concierto de ideas y propósitos que se corresponden con el más genuino arte de crear y recrear mundos.
Chérie nos revela vericuetos, tiempo pasado, tiempo presente, angustias e insatisfacciones, exaltaciones y umbrías búsquedas que descubren la existencia real y palpable de una verdadera artista de la palabra que en cada obra publicada parece que siempre está recomenzando, porque nunca choca con elementos estáticos, sino dinámicos donde nada es pasajero. Se apodera esta novela de una atmósfera antijerárquica e irreverente perfectamente construida, pues con una sola jugada desequilibrada Dazra logró alcanzar, sin trampear lo narrado, una sucesiva trasmisión de nostalgias, frustraciones, pequeñas y olvidadas noticias que confluyen en una voluntad de narrar donde solo cuenta su propia opinión, pero donde nada se agota. Habilidades narrativas y muchas sutilezas enriquecen este libro, que se apropia de la palabra para aprisionar, entender y concebir modos que remueven los cánones habituales, como si «el buen arte de decir» —frase tan querida por los críticos decimonónicos— cobrara hora un nuevo sentido, otras pulsaciones.
Huyendo del, para algunos, manso alivio de las narraciones convencionales, con alusiones sutiles, con elegancia natural y calculado (o no) encanto y, sobre todo, con refinamiento, la autora nos demuestra que sin falsas manipulaciones se logra una novela con el poder de dialogar, más allá de las apariencias, con punzantes realidades, en un despliegue de talento capaz de apresar no a cualquier lector, sino solo a aquel que ve en el arte un gesto mayor de entre cuantos manan, en este caso, desde las páginas de un libro singular y este, sin dudas, lo es.
[i] Novak, Dazra. Chérie. Ediciones UNION. La Habana, 2023. p. 202.
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Leer también:
- Dos palabras sobre Chérie de Dazra Novak de Roberto Méndez Martínez.
- Chérie, fragmento de la novela
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