La literatura sobre música cubana sigue creciendo dentro y fuera de nuestras fronteras marinas. Es un fenómeno que asocia el pensamiento crítico y académico con la creación. El volumen Música e identidad. Impronta de la música en la identidad y sicología social del cubano, Colección Sur (ensayo), La Habana, 2008, de la autoría de Oscar Oramas, es un ejemplo notable de esa escritura. Recientemente, el libro Trovar el cine, Ediciones Icaic, La Habana 2019, del lamentablemente fallecido Carlos León (a inicios de este año), se convierte en el título más fresco de esa interminable saga.
Para suerte de aquellos que investigamos o trabajamos este tema se siguen realizando, y con mucha frecuencia, análisis sobre la música insular desde diferentes perspectivas críticas. El libro que se reseña muestra un ambicioso panorama, pues parte de una aproximación de carácter histórico sobre la génesis de nuestra cultura musical, desde los momentos fundacionales de la conquista y la colonización, abordando los componentes étnicos y el mestizaje operado en nuestras canciones (con la notable impronta africana), hasta la resultante de una sonoridad ecléctica y diversa. Se trata, desde el primer capítulo, de una aproximación, a partir del papel de la música, en paralelo, sobre la cultura nacional y la conformación de nuestra identidad como nación. Resalta los más diversos modos de relación entre música y sociedad.
Repasados los orígenes del tema de estudio, en el segundo capítulo el autor se lanza a una precisión clave para su tentativa analítica: localizar ese papel de la música en nuestra cultura, utilizando como referencia indispensable a tres grandes especialistas de la cultura nuestra como Fernando Ortiz, Alejo Carpentier y Leonardo Acosta. Oramas interpreta un grupo de procesos esenciales al interior del gran tema; así, identidad, criollez, música popular, folklore, ritmo, géneros musicales, lenguaje, musicalidad, entre otros, encuentran su espacio dentro de su contexto histórico. Es un capítulo cardinal en la estructura escritural del volumen y en el que son citados canciones, melodías, intérpretes y compositores fundamentales del itinerario musical insular.
El tercer capítulo, aborda la problemática más compleja: «La música, forjadora de nuestra sicología social e identidad nacional», se adentra con mayor fuerza en el terreno de las conceptualizaciones y de la combinación dinámica de diferentes disciplinas teóricas a las cuales la música aporta su papel de componente de la cultura e identidad de la nación. Es, por tanto, la parte del libro en que el autor echa mano de la teoría y abandona el tema esencialmente descriptivo que seguía hasta ese momento. Definir la identidad del país, tarea complejísima sin dudas, lleva a Oramas a utilizar referentes previos como Carolina de la Torre, Jorge Mañach, Rogelio Martínez Furé, Eduardo Torres Cuevas y Roberto Fernández Retamar en un gran esfuerzo por abarcar un concepto profundo y nada fácil de capturar en pocas líneas. Para ello, el autor rastrea nuevamente, como en el primer capítulo, las raíces históricas y culturales de la Isla. Oramas encuentra una idea central en el pensamiento del bayamés José Antonio Saco, cuando este dijo por 1832 que «La música goza (…) de la prerrogativa de mezclar negros y blancos, pues en las orquestas (…) vemos confusamente mezclados a los blancos pardos y morenos… Las razones dimanan del hecho de que había pocos peninsulares que ejercieran dicha profesión». Esta observación se hará mucho más frecuente dentro de la década de 1868-1878 en los campos de Cuba Libre, durante la primera de las guerras independentistas, en la que las interacciones interétnicas se consolidaron y agilizaron el proceso de formación nacional. La música, por tanto, y es uno de los temas que nos aporta el libro, acompañó de manera importante a la conformación de la cultura nacional y a la materialización de lo cubano. El criollismo quedaba superado y las letras de las canciones dieron fe de esa transformación.
De los cabildos y barracones de esclavos, a los salones de bailes afrancesados, pasando por los guateques y música campesina hasta llegar a la música de concierto de Alejandro García Caturla y Amadeo Roldán, la música integró de manera importantísima el sostenido, convulso y agónico proceso de formación de nuestra cultura e identidad nacional. Música y costumbres, música e historia, música y resistencia; lo negro aportando una sustancia esencial, así como lo español y lo europeo ofrecieron el resto del caldo. Sin embargo, algo de lo indocubano atravesó los siglos y consiguió un mínimo, pero sólido aporte a nuestra musicalidad (a veces preterida en algunos estudios).
En este tercer capítulo el libro se mueve hacia los terrenos de la sicología social; quizá es el asunto que posee un análisis menor y del cual Oramas solo plantea algunos aspectos. Es, a mi juicio, desde la teoría, el tramo más endeble de un análisis extenso e intensivo sobre el tema abordado. Finaliza el libro con tres conclusiones y una bibliografía de poco más de sesenta asientos, en los que aparecen libros indispensables para el estudio de nuestra música a lo largo de su evolución histórica, además de algunos títulos clásicos sobre el tema a nivel universal. Considero que, desde La música en Cuba, de Alejo Carpentier y Del tambor al sintetizador, de Leonardo Acosta, más los indispensables ensayos de Fernando Ortiz y Cristóbal Díaz Ayala, no se había publicado un título tan pretencioso y vasto como este de Oramas, desde luego, deudor de los anteriores.
No puedo concluir esta reseña sin mencionar el extenso prólogo del músico José Loyola Fernández, el que, ahora desde la visión del especialista en el tema musical, va recorriendo toda la arquitectura del libro y nos da como conclusión: «El texto en su integralidad resulta convincente, necesario y muy oportuno, pues al mismo tiempo abre el camino a nuevas investigaciones sobre los temas que ha desarrollado. Sus conclusiones revelan y confirman la profundidad, el profesionalismo y el compromiso del autor al presentarnos un documento que trasciende sus propósitos…». Sin lugar a dudas, es este carácter aperturista a nuevas indagaciones el mérito mayor del interesante libro de Oscar Oramas.
Rosilín Bayona Mojena. (rosilinb@yahoo.com.mx) Máster en Desarrollo Social Flacso-Cuba (2010) y estudiante de doctorado en Ciencias Sociológicas, ambos por la Universidad de La Habana. Becaria Clacso-Asdi 2012-2013. Labora como investigadora en el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello (ICIC). Incursiona en el área de conocimiento especial de Sociología de la Música. Actualmente cursa el primer certificado en estudios afrolatinoamericanos desarrollado por el Instituto de Investigaciones Afrolatinoamericanas en el Centro Hutchins, Universidad de Harvard.
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