
Alfredo Le Pera Sorrentino (São Paulo, Brasil, junio de 1900 [existen controversias sobre el día] – Medellín, Colombia, 24 de junio de 1935) fue un letrista, escritor y periodista autor de la letra de los más conocidos tangos cantados por Carlos Gardel; para quien concibió, asimismo, los guiones de sus principales películas en Francia y Estados Unidos. Gracias a la alta calidad de las letras de sus tangos, Le Pera está considerado un poeta al igual que otros letristas como Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, Cátulo Castillo y Enrique Cadícamo.
Melodía de arrabal
Barrio plateado por la luna, rumores de milonga es toda su fortuna. Hay un fuelle que rezonga en la cortada mistonga, mientras que una pebeta, linda como una flor, espera coqueta bajo la quieta luz de un farol. Barrio… barrio… que tenés el alma inquieta de un gorrión sentimental. Penas…ruego… ¡esto todo el barrio malevo melodía de arrabal! Barrio… barrio… perdoná si al evocarte se me pianta un lagrimón, que al rodar en tu empedrao es un beso prolongao que te da mi corazón. Cuna de tauras y cantores, de broncas y entreveros, de todos mis amores. En tus muros con mi acero yo grabé nombres que quiero. Rosa, «la milonguita», era rubia Margot, en la primer cita, la paica Rita me dio su amor.
Mi Buenos Aires querido
Mi Buenos Aires querido cuando yo te vuelva a ver, no habrás más pena ni olvido. El farolito de la calle en que nací fue el centinela de mis promesas de amor, bajo su quieta lucecita yo la vi a mi pebeta, luminosa como un sol. Hoy que la suerte quiere que te vuelva a ver, ciudad porteña de mi único querer, y oigo la queja de un bandoneón, dentro del pecho pide rienda el corazón. Mi Buenos Aires tierra florida donde mi vida terminaré. Bajo tu amparo no hay desengaños, vuelan los años, se olvida el dolor. En caravana los recuerdos pasan, con una estela dulce de emoción. Quiero que sepas que al evocarte, se van las penas de mi corazón. La ventanita de mi calle de arrabal. donde sonríe una muchachita en flor, quiero de nuevo yo volver a contemplar aquellos ojos que acarician al mirar. En la cortada más maleva una canción dice su ruego de coraje y de pasión, una promesa y un suspirar, borró una lágrima de pena aquel cantar. Mi Buenos Aires querido, cuando yo te vuelva a ver, no habrá más pena ni olvido.
Por una cabeza
Por una cabeza de un noble potrillo que justo en la raya afloja al llegar, y que al regresar parece decir: No olvidés, hermano, vos sabés, no hay que jugar. Por una cabeza, metejón de un día de aquella coqueta y burlona mujer, que al jurar sonriendo el amor que está mintiendo, quema en una hoguera todo mi querer. Por una cabeza, todas las locuras. Su boca que besa, borra la tristeza, calma la amargura. Por una cabeza, si ella me olvida qué importa perderme mil veces la vida, para qué vivir. Cuántos desengaños, por una cabeza. Yo juré mil veces, no vuelvo a insistir. Pero si un mirar me hiere al pasar, sus labios de fuego otra vez quiero besar. Basta de carreras, se acabó la timba. ¡Un final reñido ya no vuelvo a ver! Pero si algún pingo llega a ser fija el domingo, yo me juego entero. ¡Qué le voy a hacer…!
Sus ojos se cerraron
Sus ojos se cerraron… y el mundo sigue andando, su boca que era mía ya no me besa más, se apagaron los ecos de su reír sonoro y es cruel este silencio que me hace tanto mal. Fue mía la piadosa dulzura de sus manos que dieron a mis penas caricias de bondad, y ahora que la evoco hundido en mi quebranto, las lágrimas pensadas se niegan a brotar, y no tengo el consuelo de poder llorar. ¡Por qué sus alas tan cruel quemó la vida! ¡porqué esta mueca siniestra de la suerte! Quise abrigarla y más pudo la muerte, ¡Cómo me duele y se ahonda mi herida! Yo sé que ahora vendrán caras extrañas con su limosna de alivio a mi tormento. Todo es mentira, mentira es el lamento. ¡Hoy está solo mi corazón! Como perros de presa las penas traicioneras celando mi cariño galopaban detrás, y escondida en las aguas de su mirada buena la suerte agazapada marcaba su compás. En vano yo alentaba febril una esperanza. Clavó en mi carne viva sus garras el dolor; y mientras en las calles en loca algarabía el carnaval del mundo gozaba y se reía, burlándose el destino me robó su amor.
Volver
Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos, van marcando mi retorno. Son las mismas que alumbraron, con sus pálidos reflejos, hondas horas de dolor. Y aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor. La quieta calle donde el eco dijo: «Tuya es su vida, tuyo es su querer», bajo el burlón mirar de las estrellas que con indiferencia hoy me ven volver. Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada errante en las sombras te busca y te nombra. Vivir, con el alma aferrada a un dulce recuerdo, que lloro otra vez. Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida. Tengo miedo de las noches que, pobladas de recuerdos, encadenen mi soñar. Pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar. Y aunque el olvido que todo destruye, haya matado mi vieja ilusión, guarda escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón.
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