Ha sido publicada una biografía de Carmen Zayas-Bazán: es una noticia no solo sorprendente, sino también sumamente grata. Durante más de un siglo, la figura de la esposa de Martí ha estado bajo un manto de silencio, cuando no de una serie de juicios ominosos. Con unanimidad se piensa en ella, como mínimo, como en una elección equivocada por parte del Apóstol. Y, sin embargo, él escribió algo tan categórico y apasionado como lo siguiente: ¡Y ella, mi Carmen mía, arranca los más ardientes, y arrebatados y centelleantes cantos a mi espíritu!”.1 Y en efecto, en su ciertamente hermoso poema “Carmen”, escribió una de las más tiernas y conmovida imágenes de amor conyugal de la poesía cubana:
Es tan bella mi Carmen, es tan bella,
Que si el cielo la atmósfera vacía
Dejase de su luz, dice una estrella
Que en el alma de Carmen la hallaría.
Y se acerca lo humano a lo divino
Con semejanza tal cuando me besa,
Que en brazos de un espacio me reclino
Que en los confines de otro mundo cesa.2
Y se trata de una pasión entretejida de admiración. No es un hombre cegado por la belleza física de la mujer amada quien escribe: “Voy lleno de Carmen, que es ir lleno de fuerza”.3 Lo más trágico en esa pareja consiste en que sí debió haber una serie de fuertes nexos de atracción. Martí nunca se hubiera enamorado de una cara bonita, pero estúpida a quien no pudiera respetar. Nótese que escribió en carta a su amigo Mercado: “No me oculto a mí mismo que para emprender e imaginar, para alentar con fe y obrar con brío, la presencia de Carmen me es indispensable”.4
Demasiado tiempo ha transcurrido en que los prejuicios —tan influyentes, por absurdo que parezca, en la crítica literaria cubana de todos los tiempos— han impedido que nos acercásemos a una mujer a quien Martí tanto amó. De modo que es preciso agradecer muchísimo el libro de Mirtha Luisa Acevedo y Fonseca, Bautismo en la soledad. Biografía de Carmen Zayas-Bazán, esposa de José Martí. (Ed. Ácana, Camagüey, 2016), una profusa investigación realizada desde la comprensión de que esa “visible marca de silencio”.5
Se trata de una investigación minuciosa, tanto más de apreciar cuanto que la documentación revisada por la investigadora está muy dispersa y no es de fácil acceso. Se trata de un estudio bien concebido, que parte de un interesante análisis de la familia de Carmen y en particular de su padre, Francisco Zayas-Bazán y Varona. Asimismo la historiadora examina con acierto diferentes contextos de Puerto Príncipe, donde naciera Carmen. La evocación de esa ciudad es uno de los aciertos del libro. Habría que señalar que no puedo suscribir su afirmación de que “[…] en Puerto Príncipe, la instrucción pública estaba en estado crítico”,6 puesto que hay un estudio específico de la educación en Puerto Príncipe que demuestra ampliamente lo contrario.7 Salvo este detalle, la contextualización histórica es muy precisa y está realizada con gran despliegue de datos y acuciosidad.
Paso a paso son examinadas las fases de la vida de Carmen. La investigadora desarrolla su texto de modo que sean los hechos objetivos los que hablen, sin intervención continua de la voz ensayista. Es una estrategia válida, y que, en este caso, resulta muy comprensible: habida cuenta de las muchas sombras —a menudo bien injustas— que han caído sobre Carmen, no había mejor estrategia que dejar que los acontecimientos biográficos por sí mismos se encarguen de trazar el rostro de la biografiada.
Y, en verdad, Carmen adquiere cuerpo y proyección en este libro. De sus páginas se desprende que fue una mujer sensible y culta, y que amó toda subida a Martí, a pesar de que no coincidieron. Por cierto que sus divergencias se presentan aquí en toda la objetividad que proporcionan los documentos y, sobre todo, los hechos de la existencia. La investigadora tiene el capital buen gusto de obviar las suposiciones sobre una relación extramarital de Martí con Carmen Miyares: eso no es asunto que le interesa. Mirtha Luisa Acevedo se concentra en reconstruir un carácter y lo recupera en sus múltiples contradicciones. Nada de chismes, nada de supuestos: pura objetividad historiográfica en la medida en que ella es posible. Las cartas de Carmen —y no solo las dirigidas a Martí— la muestran en toda su estatura. La pregunta central no es si Martí fue un esposo infiel, sino si estas dos almas tenían puntos en común como para haber intentado ser una pareja. La respuesta que se obtiene de este libro es rotundamente afirmativa: Carmen y Martí tenían en muchos aspectos una identidad espiritual sorprendente. Fueron, sin embargo, sus ideas respecto a la familia las que los arrastraron a una separación que, nunca fue absoluta, como lo evidencian las cartas traídas a colación por la biógrafa. Al mismo tiempo, este libro permite asomarse a zonas intocadas de la vida del propio Martí.
Se trata de un libro de gran interés y de una incuestionable humanidad. Así viene a rescatarnos a una mujer que, querramos o no, pertenece a nuestra historia patria, pero también ciertos perfiles del rostro más personal de Martí.
Notas:
1 José Martí: Obras completas. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, t. 19, p. 56.
2 “Carmen”, en: José Martí: Obras completas, ed. cit., t. 17, pp. 134-135.
3 En carta a Manuel Mercado, Obras completas, ed. cit., t. 20, p. 16.
4 Ibíd., t. 20, p. 20.
5 Mirtha Luisa Acevedo y Fonseca: Bautismo en la soledad. Biografía de Carmen Zayas-Bazán, esposa de José Martí. Ed. Ácana, Camagüey, 2016, p. 11.
6 Ibíd., p. 22.
7 Cfr. Olga García Yero et al.: Educación e historia en una villa colonial. Editorial Oriente, 1989.
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