Abro este libro,[i] cuyo título se nutre en las antípodas de un autor que, a primera vista, parece frágil y descreído, lo encontramos en esa extrañeza de estar de la que nos habló Cintio Vitier. Lo condenan el abuso y el absurdo del ser humano. Por tanto, es la paradoja el recurso que toma como base para expresar la desazón ancestral del hombre. De nuevo el afán de absolutos y el ansia de infinito dibujan la senda del poeta. Ese anhelo de absolutos que toma de los románticos no impide que al poeta lo abata el instinto paradójico; la obsesión por lo más elevado del cielo lo conduce a lo más profundo de la tierra, para recordar así el verso nervaliano.[ii] Sabe que el flujo de los hechos nos deja la moneda de lo efímero. El juego tortuoso de la apariencia y la esencia impulsa la mente del poeta y traza caminos de —a primera vista— absurdos renunciamientos que bien se avienen a su fe, a su idea del universo:
Mi muerte-mi vida
Si las cosas no me hubiesen golpeado con tanta furia tal vez no las hubiese visto tal vez no hubiese rendido cuentas por ellas nunca mi tristeza-mi alegría a veces me es permitido ver cómo se entrelazan el mal y el bien cómo de su soldadura aflora todo lo que existe mi muerte-mi vida nunca hubiese encontrado el camino hacia ti si no hubiese errado profundamente sin rumbo si no me hubiesen cegado tantas noches si las devastaciones no me hubiesen acariciado a veces en medio de la tempestad una paz profunda me invade y mientras soy golpeado, rasgado, descuartizado puedo vislumbrar tranquilo como mi muerte nutre mi vida[iii]
Aquí, como en el mejor romanticismo, se opone «a los límites de la razón clara la confusión de los sentimientos». Se huye «de todo lo definido y preciso», y el infinito y el «no sé qué» vuelven «a ser base de este mundo».[iv]
En las mejores páginas de este poemario se reconoce la capacidad primordial del dolor para la consecución del acto poético y, por extensión analógica, de la vida, de la virtud, del bien. Los cuestionamientos existenciales son la base de esta poesía que entrega mayormente un desgarramiento hermoso. Un deslizarse de los sentimientos y atributos que representan a la muerte y a la vida es el viaje que describe el poeta en este libro, hundiendo la cuchilla sobre sí, no para herirse más, sino para conocerse. Todo existir, toda permanencia resulta improvisada, todo es rudimentario. Una sensibilidad aguzada arroja todo su ingenio sobre sí. Tanto es así que vergüenza y ambición parten de un mismo centro que apunta a veces al instinto monstruoso. Cree que el carácter o el espíritu crean sus propios fantasmas, sus propias ataduras, requiebros y trampas.
El ansia de aniquilamiento recuerda con creces a los poetas románticos. Esa falta de fe se convierte en ocasiones en motivo para la reflexión filosófica y ocasión para mostrar las cosechas y trampas vacías de la duda. Hay a veces un orden preconcebido de la naturaleza, de la existencia que, cuando el creador no lo puede lograr, comprueba lo errado de su mundo y sus frutos vitales. Entonces no hay más apropiado viaje del ser que el que emprende por dentro de sí mismo, buscando las lecciones y las vías que le darán sosiego y reconciliación con el universo. A veces lo que parecen discursos de amor, diálogos con la amada, son intercambios de otra especie, quizá con la existencia, quizá con un élan imposible. En tales contradicciones y paradojas solo puede atisbar la profunda unidad del universo, y salen airosos, por supuesto, más los textos breves, donde hay una plasmación más escueta y efectiva de sus conceptos poéticos. «Todo lo que es dotado de vida sobre la tierra sabe reconocer la muerte». Sobre esta máxima de René Char, Dorin Popa teje su discurso con sus ambivalencias, frecuentes paradojas que revelan el carácter contrastante y dialéctico del universo. ¿Qué es la vida para el poeta? ¿Dirá como Martí: «El punto más alto, ente los puntos que el amor encierra, es lo imposible».[v] ¿Cómo espera la unión con la amada, la comunión de los seres, la plenitud? ¿En un espacio metafísico? Sus páginas nos señalan el misterio de la comunicación y a veces la comunicación del misterio.
[i] Dorin Popa. Mi muerte-Mi vida, Edición Bilingüe Inglés-Español, Editorial Stand@rt, Romania, 2005.
[ii] Gerald de Nerval. Aurelia (El Sueño y la Vida), México, Editorial Novaro, 1958, p. 140
[iii] Traducido por Angélica Lambrú.
[iv] María Zambrano. «La mujer y sus formas de expresión en Occidente». En Unión (La Habana) Año XX, n. 26, enero – marzo de 1997, p. 6.
[v] José Martí. «Ni la enamoro yo para esta vida». Poesía Completa. 2 tomos, La Habana, Editorial Letras Cubanas y Centro de Estudios Martianos, 1985, T. II, p. 120.
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