Un día, por azar, cayó en mis manos un ejemplar del diario La Nación. Allí di con un trabajo de Manuel Márquez Sterling. Y al cabo de leerlo no pude sino exclamar: ¡Qué bien escribía este hombre! ¡Qué tremendo periodista fue!
Pero Manuel Márquez Sterling es hoy un desconocido. Es lamentable que así sea porque además de su talento literario, de su calidad como prosista, es una personalidad interesante y digna dentro de la historia de la literatura cubana del siglo XX. Henríquez Ureña lo consideró «el hermano mayor de los prosistas de la primera generación republicana», pues nació en 1872 y contaba 30 años al instaurarse la república en 1902.
Sus primeros libros fueron recopilaciones de crónicas y llevaron por títulos: Esbozos, de 1900, Tristes y alegres, 1901; e Ideas y sensaciones, de 1903. También se cuentan algunos libros de ensayos con observaciones válidas. Ahí se citan Psicología profana, 1905; Alrededor de nuestra psicología, 1906, y Burla burlando, 1907. La lectura de estos libros revela al escritor talentoso, ameno, polemista, cualidades no solo de su prosa, también de su personalidad.
Dos fueron las vertientes en que se movió la vida de Márquez Sterling: una la literatura, otra la diplomacia. Ocupó el cargo de ministro plenipotenciario en Buenos Aires, Río de Janeiro, Lima (donde nació, el 28 de agosto de 1872, en la Legación Cubana, por lo que era ciudadano cubano por nacimiento) y en México, donde se hallaba en 1913, durante la intervención norteamericana en ese país, y de cuya gestión dejó un libro interesantísimo: Los últimos días del presidente Madero, que le ha merecido un profundo reconocimiento entre los lectores y los historiadores mexicanos.Allí escribe:
¡La intervención extranjera! Nada más amargo para un pueblo que, después de pelear medio siglo por emanciparse del yugo extraño, haya ejercido un minuto de soberanía. El glorioso pasado cubierto de laureles que la asfixiante atmósfera marchita; las tumbas de los mártires abiertas y vacías; y ahogado el grito de protesta en la garganta de los vivos, que padecen.
Jefe de redacción del diario El Mundo, labró su prestigio allí, en la columna editorial y en otra sección de actualidad que llevó por título «La nota política del día».
Fundador del diario Heraldo de Cuba en 1913, se deshizo de su propiedad para tres años después fundar otro, La Nación, con intensa participación en la política y en oposición a la campaña reeleccionaria del presidente Mario García Menocal. Mucho escribe Márquez Sterling, con la asiduidad del periodista que día tras día debe entregar su columna. Un volumen, Doctrina de la República, recopila algunos de estos textos.
Otro libro muy citado en su época lo tituló La diplomacia en nuestra historia, 1909, aunque no fue esta su única producción de índole histórica. Después de su muerte se publicó Proceso histórico de la Enmienda Platt. No puede olvidarse al respecto lo mucho que batalló Márquez Sterling en el terreno de la diplomacia —y siendo embajador en Washington— por la derogación de la citada enmienda que restringía la independencia de la República, revocación finalmente conseguida en 1934, año mismo en que el diplomático escritor murió en Washington, el día 9 de diciembre.
Este cubano de tanto mérito fue miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras y de la Academia Nacional de la Historia, además de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de México, título que se le otorgó en 1921. La Escuela Profesional de Periodismo, cuya fundación se legalizó en abril de 1942 y fue la cuarta de su tipo en América Latina, llevó su nombre.
Experiencia valiosa la de leer los trabajos de Manuel Márquez Sterling. Conocerle —vale más tarde que nunca— es una deuda que podemos saldar en la biblioteca más cercana.
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