
Desde hace siete años Taimí Antigua Lorenzo radica en Canadá. Allí ha trabajado como periodista y traductora, ha impartido clases de español. Ha escrito poesía y lleva el blog «Las mil y una islas». También, de manera no remunerada, hace las veces de conductora del bus del equipo de pelota con el que juega su hijo.
Como si todo eso fuese poco, escribió un libro que va a horcajadas entre la biografía y el relato de aventuras; la historia de un hombre que salió de Cuba a los 21 años de edad y nunca más regresó a la Isla; el primer cubano en Australia, como ella le llama, sobreviviente del naufragio del barco norteamericano General Grant, que se hundió el 14 de marzo de 1866 frente a las islas Auckland, en el Pacífico Sur, con 83 pasajeros y tripulantes a bordo, y con la mayor cantidad de oro que se registra en los anales de todos los naufragios, por lo que sigue siendo el pecio más buscado del mundo. Diez y nueve expediciones fracasaron en el intento hasta que el gobierno de Nueva Zelanda prohibió su búsqueda a fin de ahorrar a los exploradores un desastroso final.
Diez y ocho hombres y una mujer sobrevivieron al desastre del General Grant. Permanecieron durante largos meses en una isla inhóspita y desierta en la que, víctimas del escorbuto y la disentería, se alimentaron con carne de foca y mejillones. Entre ellos estaba nuestro compatriota que, junto con sus compañeros de infortunio, fue rescatado al fin por un barco ballenero, que lo llevó a Nueva Zelanda, de donde pasó a Melbourne, Australia.
Sorprende saber su nombre. Guillermo Sanguily Garrite, hermano mayor de Julio y Manuel, próceres de la independencia de Cuba. Nació en La Habana, en 1843 o 44 y falleció en Sidney, en 1909. Jamás los tres hermanos volvieron a reunirse luego del viaje de Guillermo a Boston; nunca más Julio y Manuel volvieron a saber de su hermano.
A él, Taimí Antigua Lorenzo dedica su libro William Sanguily; primer cubano en Australia. Historia de un naufragio. Conocer de las motivaciones de su autora para acometerlo, y de sus inquietudes y proyectos fue el propósito de esta entrevista con una mujer que, lejos de su patria, sigue pensando en Cuba, mientras añora los tamales de su tierra.
Será en La Habana
Si tuvieras que presentarte ante un auditorio que no te conoce, ¿qué dirías de ti misma?
Me defino como una cubana que, aunque emigró a Canadá, conserva vivo el amor por su tierra y sus raíces. Soy filóloga por mis estudios universitarios, pero periodista por vocación y oficio. Me gusta mucho leer, investigar y escribir; tanto poesía como prosa. Escribo en mi blog «Las mil y una islas» sobre temas relacionados con la historia de Cuba y con lugares interesantes que visito. Amo las artes en general y mi segunda vocación y hobby es la pintura.
¿Cómo ves desde hoy tu paso por el periodismo en Cuba? ¿Qué te aportó?
Fue una gran escuela. Me formé en la redacción de noticias de Radio Habana Cuba y algunos compañeros de trabajo fueron también mis maestros. Fue allí donde aprendí a redactar noticias, a entender qué aspecto priorizar y a interesarme por esta profesión, Me aportó la calidad en un mundo donde cualquier error —sea ortográfico o de contenido—, echa por tierra la credibilidad de lo que se dice. La disciplina y el amor por cada cuartilla que se redacta. Luego trabajé en la antigua AIN —hoy Agencia Cubana de Noticias—, donde durante casi dos años hice traducciones de las noticias que llegaban de la agencia de Qatar, QNA. Esta fue una herramienta que, a mi llegada a Canadá, me sirvió para mi primer empleo en el Magazine Latino of London, y luego en otros medios de prensa hispanos donde ha colaborado como traductora o redactora, como Toronto Hispano, por ejemplo.
¿Es este tu primer libro sobre William Sanguily? ¿Hay planes para otros?


El primero y espero que no sea el único. Escribo también poesía que alguna vez reuniré en libro. En octubre del pasado año tuve el privilegio de que dos de mis poemas «Contigo en Quebec City» y «Será en La Habana» fueran elegidos —como premio de un certamen—, para ser parte del Catálogo ilustrado de artistas plásticos y escritores hispano canadienses, que de forma bienal se publica en Canadá.


Sigo escribiendo poesía y tengo planeado otro libro para el que ya comencé la investigación. Me gusta investigar utilizando una frase que despierta curiosidad: el primer cubano en hacer algo; en llegar a x lugar del planeta.
¿Cómo catalogarías el libro sobre William Sanguily, ¿biografía o libro de aventuras?
Si bien se lee como una novela de aventuras, el estilo se acerca al fotorreportaje. Es un libro «a caballo» entre ambos géneros, podría decirse. Incluso, quedaron varias fotos por intercalar en el texto. Mi idea fue ir ilustrando lo más posible la narración para que el lector promedio entendiera. Muchas personas no saben dónde quedan las Islas Auckland, ni yo lo sabía… tuve que buscarlas. Por eso el mapa era tan importante, así como la foto de la caverna donde «encalló» el barco donde viajaba Sanguily.
Mi siguiente libro será sin duda un libro de aventuras. Es mi género favorito desde pequeña cuando leía a Salgari o Verne. Volviendo al libro sobre Sanguily… aunque fue una historia real, podría enmarcarse en la categoría de aventuras.
¿Cómo fue el proceso de investigación?
¡La investigación fue la mejor parte! Como explico en el prólogo, tras ver por Cuba Visión Internacional, en enero de 2010, la entrevista en la que tú aludías a William o Guillermo Sanguily, la chispa de mi curiosidad se encendió y no paré hasta que descubrí todo lo que era posible averiguar. Empecé a enviar correos electrónicos haciendo preguntas a la Alcaldía de Sidney, luego a Ally Burnes —historiadora del Museo Marítimo de Nueva Zelanda «Te Papa Tongarewa»—, y a varios periódicos australianos. Poco a poco fueron saliendo los detalles tras muchas horas de minuciosas búsquedas y traducciones de artículos en periódicos de fines del siglo XIX. Fue como un trabajo de arqueología —pero sin ayudantes —, y yo sola en el mundo virtual. Cuando descubrí que William llegó a Australia por ser marinero del famoso barco General Grant, poco a poco fueron saliendo a la luz otros detalles.
El primer artículo donde revelaba su increíble historia como náufrago, y algunos detalles de su árbol genealógico, lo publiqué en un blog donde aparecía mi correo electrónico. Luego Julio Sanguily —nieto de nuestro héroe de igual nombre— me escribió durante varios años. También lo hizo Patrick, uno de los descendientes de la rama francesa de la familia original, Saint-Guilly, para finalmente entrar en correspondencia con Carolyn McPherson, la tataranieta de Australia que más en serio se tomó durante toda su vida buscar a sus parientes cubanos. Su madre, Norma McPherson —que tiene ahora 107 años—, mantuvo vivo el recuerdo de su ancestro y fue la promotora del rencuentro de familiares dispersos en cuatro países. Ellos me están muy agradecidos y vinieron a visitarme en octubre de 2012 antes de viajar a La Habana. La satisfacción de haberlos podido ayudar a rencontrar a sus familiares me causa aún mucho regocijo.
Luego, en 2012, escribí otro artículo en mi blog. Pero como me seguía llegando información decidí, durante la pandemia, escribir el libro para reunir todo lo acopiado ya que esta maravillosa historia de supervivencia bien merecía un libro.
¿Cuál fue la mayor dificultad a la hora de escribirlo?
Fueron varias las dificultades. Estuve pensando primero en darle vida a los personajes principales, otorgarles una psicología. Hubiera querido trabajar mejor la voz del narrador y recrear la historia como novela histórica, con más diálogos, intriga, mayor descripción de cada entorno… Yo conocía el marco socio-cubano, pero no suficiente la vida en Sidney en el siglo XIX.
Escribir una novela más biográfica requería un estudio aún más profundo y detallado de la historia de Australia y de la ciudad de Boston, donde vivió y estudio William. Incluso hubiera sido bueno adentrarme en el intrincado contexto socio político mundial. No era opción para mí, que no soy de temperamento paciente, sino todo lo contrario. Entonces elegí basarme en los testimonios de los once sobrevivientes; por suerte, uno de los mejores fue el del propio William: Él escribía todo lo que podía con carbón sobre pieles de focas.
¿Influencias?
Como te dije, mi vida como lectora, desde la infancia, estuvo marcada por los grandes escritores de aventuras. Quizás me faltó mencionar a Jack London o a Alejandro Dumas… y mencionar que adoro leer historias como las de los viajes de Magallanes, de Marco Polo y todos los grandes exploradores españoles en América, desde Álvar Núñez Cabeza de Vaca y Pizarro.
¿Cómo se ve desde Canadá la literatura cubana? ¿Logras mantenerte al tanto de lo que se hace aquí?
Con sinceridad y tristeza te respondo que de la literatura cubana no se habla en Canadá. A veces los medios de prensa hablan del Ballet Nacional de Cuba cuando viene, nada más. Sin embargo, hay también varios escritores cubanos que residen en Canadá y tenemos ocasión de reunirnos durante la Feria Iberoamericana del Libro, que se celebra una vez al año en Otawa. Tenemos una editorial radicada en Montreal, Cristálida Ediciones, que publica aquí obras de autores cubanos. Pero el mercado del libro en español acá está limitado a este entorno, y a un par de librerías, porque solo es el idioma de una minoría de las muchas que forman el tejido cultural canadiense.
¿Qué es lo que más añoras de Cuba?
Sus playas, los tamales y los cake. Aquí el maíz es dulce; no me acostumbro a morder una mazorca de maíz dulce. Añoro comer tamales de verdad. Los más parecidos aquí los hacen los peruanos, de harina y envueltos en hojas de plátano, pero no es lo mismo. Igual me pasa con los cakes. Ese instante en que yo le pasaba el dedo al merengue de un cake en Cuba es una de las travesuras que no puedo hacer aquí porque el merengue lo hacen con margarina. ¡Comería tamales cubanos hasta que me subiera la presión y cake con mucho merengue hasta volverme diabética! Y si quieres no lo publiques, pero yo soy así de espontanea: ¡como lo pienso lo suelto!
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