
Una guagua es un país, metáfora acertada para este archipiélago caribeño. También es el primer título publicado por la periodista de la Isla de la Juventud Yuliet Pérez Calaña con la editorial Ediciones Áncoras y que tuvo su primera presentación al público en la capital cubana durante la 31 Feria Internacional del Libro.
¿Cómo nace Una guagua es un país?
Cuando yo termino la universidad y comienzo a trabajar en el canal Islavisión, debía desplazarme hasta Gerona (municipio capital de la Isla de la Juventud) y yo vivo en Santa Fe, eso queda aproximadamente a 16 km. Tenía que coger transporte público todos los días para ir a trabajar y las situaciones que vivía en las guaguas eran, algunas muy simpáticas, otras desastrosas. Conocí durante ese período a muchas personas.
Como era algo diario pensé que debía sacarle partido de alguna forma. Así, comencé a recopilar algunas de estas experiencias. Me subía a la guagua con la grabadora del celular encendida captando todas las conversaciones, ruidos ambientes… Empecé a hacer una serie de crónicas sin más pretensiones que dejar salir toda esa energía acumulada de las vivencias del transporte público.
Empezaron a salir historias muy interesantes, porque yo creo que una guagua es una Cuba chiquita, es como un lugar por donde todo pasa; incluso los que hoy andan en carro alguna vez tuvieron que subirse a una guagua. Es muy interesante porque es como si se reunieran todos los olores, sabores, todos los colores del país; una gran diversidad comprimida.
Estas crónicas comencé a publicarlas asiduamente en mi cuenta personal de Facebook, Yuliet PC y empezaron a pegar muchísimo. Ya las personas que se incorporaban a leer las crónicas querían leer las anteriores. Unos muchachos informáticos me propusieron hacer una aplicación para celulares Android, nombrada posteriormente así: Una guagua es un país, que es el nombre de una crónica. Esa aplicación caminó casi toda Cuba de celular en celular y parte del mundo. Entorno a estas crónicas empezó a nuclearse la comunidad que es hoy la Yuli de Cuba.
¿Qué tipo de historias podemos encontrar en este libro?
Como el nombre lo dice, la mayoría de las crónicas son de historias que ocurren en el transporte público, pero hay otras que transcurren en el barrio, salpicadas de coquetería, de sexo, de la sensualidad que es tan típica de la Yuli de Cuba. Son escenas muy cotidianas, estampas cubanas que no necesariamente me han ocurrido a mí, sino a otras personas que me las cuentan y yo, por supuesto, le cambio nombres o caricaturizo un poco los personajes y las situaciones buscando que sea simpático. Me regodeo de la sátira y el realismo sucio para escribir estas crónicas.
Hay crónicas que son muy especiales para mí, aunque ahora las leo y pienso «esto no lo escribiría así», porque este libro sale demorado. Pasó mucho tiempo en imprenta por falta de papel, de tinta; por todas las cosas que ocurren aquí en Cuba en los procesos editoriales. Las historias son muy especiales porque permitieron nuclear a la Yuli de Cuba, hoy, una comunidad grandísima y muy variopinta donde coexisten personas que quizás en otros contextos no se tolerarían. La Yuli de Cuba tiene un espíritu muy reconciliador y yo creo que eso ahora mismo a Cuba le hace muchísima falta, la reconciliación entre cubanos. Son crónicas que tienen algo ahí que aún no logro descifrar qué es porque he escrito cosas más pulidas, con más vuelo, pero las personas las leen una y otra vez y siempre las disfrutan como la primera. Se leen muy rápido y entretienen bastante.
¿Si te enfrentaras a la misma situación harías algo diferente?
Supongo que me saldrían crónicas distintas porque como dice el libro Una guagua es un país y si el país ha cambiado las dinámicas del transporte también. Ahora en las paradas se debe hablar de la inflación y otros temas que estén en boga. Si la situación del transporte está más compleja la cola es mayor, el molote para montarse en la guagua también y la tortura que en él se vive.
Por otra parte, he tenido mucho oficio de escribir desde entonces hasta acá y el escritor se hace día a día. Hoy tendría otros recursos, pero yo creo que esas crónicas en su momento fueron reflejo del contexto. Este libro podría haber salido mucho antes, con una tirada mayor porque esta ha sido muy reducida. Apenas alcanzará. Tuvimos que dividirlo entre la feria provincial del libro de La Isla y las presentaciones que haremos en La Habana. Poco para la demanda que tiene. Quizás con una editorial más grande, más prestigiosa, el libro habría salido de mejor factura, aunque estoy bien satisfecha con el resultado final… Yo quería que mi primer libro saliera con una editorial de La Isla y por eso aguanté toda la demora. Creo que valió la pena. Era un sueño que pude cumplir.
¿Por qué prefieres quedarte a hacer periodismo o literatura en La Isla de la Juventud y no buscas llegar a la Capital donde debe haber más oportunidades?
Sigo aquí porque «La Isla tiene un misticismo» que me funciona como imán. He planificado proyectos fuera de aquí, pero no los visualizo en otro lugar que no sea La Isla. Tengo muchísimos deseos de transformar y hacer aquí, en un contexto donde la gente se va y yo no solo me quedo en La Isla, sino que vine para una corresponsalía en La Fe a hacer televisión comunitaria, ni siquiera en Gerona. Es como un viaje a la semilla, cada vez más al interior. Las cosas que más amo están aquí, mi familia es una de ellas. También amo en gran medida a La Isla. He logrado desde aquí hacer trascender mis contenidos. Creo que tuve esa suerte y es muy alucinante que sea desde aquí, en La Fe.
¿Cuánto de aquella niña que creció en la bodega donde trabajaba su madre queda hoy en la periodista y escritora que eres?
De aquella niña criada en la bodega donde trabajaba su mamá hay mucho todavía, de hecho, mi mamá aún trabaja en esa bodega. Ese lugar es como mi cable a tierra. Eso lo necesitamos todas las personas que pasamos mucho tiempo en las redes sociales donde nos creamos una burbuja, en la que, de pronto no sabemos hasta donde es realidad o construcción los juicios que nos hacemos.
Ir a ese sitio me permite saber qué está hablando la gente desconectada, porque Cuba todavía es un país muy desconectado. Hay veces en las que me siento asfixiada por algún tema y voy a ese lugar. Me doy cuenta que las bodegas son como las paradas —también pudiera llamarse el libro «una bodega es un país»—, donde va casi todo el mundo, donde se conversa de casi todo. Esas personas ni siquiera se han enterado de eso otro que me está agobiando y no es que esté bien estar totalmente desconectados, pero también hay que hacer vida fuera de las redes sociales.
¿Quién es Yuliet Pérez Calaña?
Contrario a lo que muchas personas piensan de mí (porque a veces cuesta deslindar entre el performance de la Yuli de Cuba, como personaje que es y la persona que soy yo), la Yuli de Cuba puede parecer más resolutiva, siempre invicta en todos los combates, «una tipa más dura», más ríspida. Yo en realidad soy un poco más ingenua. Sigo creyendo, aunque todo parezca podrido, que se puede limpiar y empezar de cero. Tengo muchos sueños, siempre algo que hacer o poder mejorar, algo que pueda ayudar por lo menos en mi contexto más cercano a alguien. Siempre fui así, desde niña.
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