Corría el año 1990 y era el mes de mayo cuando mi amigo y compañero Norberto Codina y yo nos encontrábamos en Madrid luego de desarrollar varias jornadas de presentaciones artísticas y literarias en diferentes regiones de España y fue entonces que nos invitaron a Suecia. Nosotros teníamos relaciones con La Revista del Sur publicada en español que circulaba por América Latina y, además, nos invitaban a participar en un Festival Internacional de Poesía a celebrarse en ese país.
Yo era colaborador de dicha revista, recuerdo que el último trabajo que organicé fue a la muerte del «cuentero mayor» Onelio Jorge Cardoso, para lo que un grupo de intelectuales cubanos hizo colaboraciones sobre la extensa y magnífica obra del ahora desaparecido escritor y presidente de la Asociación de Escritores de la UNEAC.
La propia Revista del Sur me proporcionó un carnet de Periodista Internacional colaborador de dicha publicación, del cual adjunto copia, y además quiero presentarles una entrevista realizada a Pepe Viñoles, un destacado artista plástico uruguayo que vivió un tiempo en Cuba en el que nos hicimos grandes amigos.
Dicha entrevista habla de La Revista del Sur, su fundación, su contenido, su impresión, su divulgación, etc.
Entrevista al artista plástico y periodista Pepe Viñoles (Uruguay 1946), antiguo integrante y uno de los fundadores de La Revista del Sur, publicación cultural uruguaya y latinoamericana editada en el exilio en Suecia en los años 80.
¿Cómo surgió la idea de hacer la revista?
La idea de editar La Revista del Sur en 1983, surgió de un grupo de militantes políticos uruguayos (escritores, teatristas, músicos, artistas plásticos etc.) exiliados en Malmö, Suecia y en otros países de Europa y América Latina, que naturalmente manteníamos vínculos muy fluídos con otros creadores latinoamericanos y europeos.
¿Cuál fue tu papel/función en la revista?
Integré el Consejo Editor, y colaboré en el propio diseño de la revista junto a su director, el actor, escenógrafo y artista plástico uruguayo Federico Ferrando (1933-2015). En algún caso, también escribí notas en la misma.
¿Qué tenían en común los colaboradores? ¿Nacionalidad, pertenencia partidaria, una cierta visión común sobre la literatura?
Lo común era nuestra condición de trabajadores culturales políticamente afines a la izquierda antiimperialista y anticolonialista. Nuestro convencimiento y urgencia de que la cultura y el arte en particular, podían apoyar la lucha contra las dictaduras imperantes en el sur de América Latina, la necesidad de conocer y difundir de nuestra propia historia y reforzar la relación con pensadores y creadores progresistas incluso de otros continentes.
¿Todos eran refugiados políticos?
En el grupo editor y entre muchos de los colaboradores sí. Aunque contamos con valiosas colaboraciones de compañeros que permanecían en nuestros países bajo condiciones dictatoriales. Y en otros casos, fuimos asesorados y apoyados por intelectuales y artistas nacionales que vivían en sus países tanto en América Lattina como en España, Italia, Francia etc.
¿Cómo se constituyeron como grupo?
El grupo editor uruguayo tuvo en común una única pertenencia política y de que la mayoría de nosotros residíamos en Suecia.
¿Cómo se organizaba el trabajo entre los miembros de la redacción? ¿Trabajo colectivo? ¿División del trabajo? ¿Qué hacía cada uno?
Era un trabajo colectivo, con distintas responsabilidades: dirección, redacción, contactos, edición, distribución etc.
¿Los colaboradores de acá eran ya reconocidos como escritores en sus países de origen? ¿La revista sirvió para que se difundieran en ellos?
Si se mira el contenido de los artículos publicados, se verá que la mayoría de los mismos provenían de autores reconocidos en sus países de origen, incluyendo los de la sección en portugués dedicada a mayoritariamente autores brasileños. Quizá en algún caso hubo algún autor que debutó en la RdelS.
La revista contó con valiosas colaboraciones de reconocidos intelectuales de toda América Latina y de Europa. Sería injusto olvidar tantos nombres, pero recuerdo colaboraciones y textos —entre los cubanos— de Roberto Fernández Retamar, Nancy Morejón, Manuel López Oliva, Onelio Jorge Cardozo, Emilio Comas Paret, María Eugenia Haya, Francisco López Sacha, Carlos Espinosa Domínguez, Bernardo Márques Ravelo.
¿Cuáles eran las intenciones iniciales? ¿Qué pudieron concretar?
Como rezaba debajo del logo de la RdelS: «Artes-Letras-Pensamiento. Publicación uruguaya y latinoamericana». No queríamos hacer solamente una publicación literaria ni tampoco sólo uruguaya, sino que además incluyera todos los géneros de la creación intelectual de toda América Latina. Por entonces ya se editaban en Malmö otras publicaciones periódicas nacidas un poco antes y en la que ya participábamos muchos de nosotros. El semanario Liberación (1981) y la revista política Cuestión (esta última como continuación en el exilio de la que existió en Uruguay hasta 1972).
¿Con qué dificultades se encontraron para empezar el proyecto?
Las naturales en aquellos tiempos. Las lentas comunicaciones y la preparación e impresión de cada número de una revista con más de 100 páginas, que muchas veces incluyó alguna separata especial. Además, porque teníamos por obligación legal, alcanzar a publicar cuatro revistas por año.
¿Por qué se dejó de editar? ¿Qué factores influyeron?
Dejó de editarse con el final de la dictadura militar en Uruguay y en otros países a mediados de los 80, junto al paulatino retorno al país de muchos de los integrantes de la redacción. Aunque recuerdo que hubo un intento de reeditar la revista en Uruguay que finalmente no prosperó. Y si no me fallan las cuentas, en Suecia desde 1983 se alcanzó a publicar más de 15 números de La Revista del Sur.
¿Había alguna intención de posicionarse como colectivo de exiliados en la sociedad sueca en general?
No sé si la palabra fue «posesionarse». Naturalmente para poder hacer la revista mantuvimos muy buenos contactos a diferentes niveles de la sociedad sueca, en especial con aquellos políticos, intelectuales y artistas suecos solidarios con América Latina. No debemos olvidar que era primer ministro Olof Palme, un líder europeo con una gran comprensión y conocimento de las problemáticas del tercer mundo y de América Latina en particular. Una persona a la que tuvimos oportunidad de conocer y de la cual tuvimos mucho apoyo y comprensión política. Solidario con Chile, Cuba, Nicaragua, comprometido con las luchas latinoamericanas de aquellos años. También con los organismos suecos responsables de la financiación de proyectos culturales los vínculos fueron positivos y estables.
¿Había alguna intención de posicionarse como grupo respecto de otros grupos de exiliados, connacionales o de otras nacionalidades?
De ninguna manera. Brindamos apoyo a todos por igual según las necesidades que nos plantearan, a la par de tener nuestras publicaciones abiertas para que pudieran colaborar compañeros latinoamericanos de diferentes organizaciones y los sin pertenencia partidaria.
¿Se puede decir que había marcadas diferencias entre los diferentes grupos que producían las diferentes revistas? Ángel Rama dice que había «una pluralidad de fuerzas a veces violentamente encontradas dentro de líneas afines, las cuales lejos de apaciguarse no hacen sino acrecentarse en el exilio». ¿Qué puedes comentar a este respecto?
No las hubo, porque publicaciones de derecha no existieron en el exilio y porque creo que además existía en ese momento de América Latina una gran coincidencia entre todos nosotros en principalmente apuntar a la derrota de las dictaduras militares apoyadas por Estados Unidos. Y entre los uruguayos, la mayoría éramos del Frente Amplio aunque perteneciéramos a diferentes grupos políticos. Yo personalmente provenía del movimiento tupamaro y después refundamos en el exilio el Movimiento 26 de Marzo, grupo integrante del Frente Amplio y cara legal de los tupamaros.
¿Había relaciones con otras revistas/sus miembros? ¿Cooperaciones?
Mantuvimos relaciones e intercambios con otras revistas (Araucaria de Chile, Casa de las Américas, La Gaceta de Cuba (Cuba), Nicaráuac (Nicaragua), Areito (EE. UU), La palabra y el hombre (México), El café literario (Colombia), Saltomortal (Suecia) etc. En Cuba, la Casa de las Américas y la UNEAC nos proporcionó muchos vínculos, junto a la participación de la revista en eventos culturales a nivel internacional.
¿Había alguna intención de posicionarse con respecto a los países de los que se tuvieron que exiliar?
Creo que la respuesta general coincide con la que contesté ya para el caso de Suecia en particular. Para compañeros que vivían en España, Francia, Italia, México o Cuba, los buenos vínculos con los creadores nacionales fueron vitales para poder seguir trabajando y creando en el terreno cultural.
¿Cómo conseguían las colaboraciones de gente de afuera si las había?
A través de los vínculos personales con figuras destacadas y de trabajo en los diferentes países, desarrollados a través del movimiento solidario con América Latina.
¿Para los escritores, ser editado en la revista ofrecía algún tipo de mejora en su estatus social? O, por el contrario, ¿el hecho de conseguir colaboradores prestigiosos legitimaba la existencia de la revista?
Creo que a la RdelS la favoreció desde un principio la calidad de los materiales y el prestigio intelectual y artístico de muchos de sus colaboradores. Primó mucho en los aportes con que contó la revista el compromiso político y la afinidad con la lucha. Además, porque se logró hacer una publicación amplia en sus puntos de vista y en los temas tratados en cada número.
¿En dónde imprimían? ¿Posibilidades de elegir tipo de letra, ilustraciones, calidad del papel, etc.? ¿Cuántos ejemplares imprimían?
La imprimíamos en Malmö, en la imprenta que se llamó Zelmar Michelini creada por el Movimiento 26 de Marzo de Uruguay, para publicar la revista Cuestión primero y el semanario Liberación en 1981.
Naturalmente nosotros mismos elegimos cómo se veía la revista desde el punto del diseño y el contenido redaccional, dentro de las limitaciones técnicas y económicas de la época, anterior a la digitalización. No recuerdo bien cuantos ejemplares se imprimían, creo que eran entre 600 y 700.
¿Cómo cubrían los costos? ¿Tenían anuncios/publicidad? ¿Cómo los conseguían?
Tuvimos apoyo económico,el destinado por el Consejo de Cultura de Suecia (Kulturrådet) a las publicaciones culturales. No teníamos anuncios pagos, pero sí publicábamos publicidad de intercambio con otras publicaciones culturales en español.
¿Cómo la distribuían?
Mayoritariamente a través del correo y a muchos de los colaboradores en países de América Latina.
¿Para qué lectores escribían?
Desde un principio nos planteamos hacer una publicación dirigida no al gran público lector —al que además no podíamos alcanzar con nuestros limitados recursos— sino a un público interesado, a instituciones y centros culturales y de investigación, a bibliotecas, a personalidades intelectuales y políticas influyentes.
¿Cuántos lectores tuvieron?
Es difícil de estimar, quizá unos cuantos cientos de lectores. Lo que es claro es que en su momento la RdelS se dió a conocer y alcanzó un cierto reconocimiento en muchos de los círculos intelectuales de Europa y países latinoamericanos.
¿Redactores y lectores compartían un campo social, de qué manera la revista ayuda a construir una sociabilidad particular? ¿Había afinidades políticas/artísticas? ¿Lo contrario?
Creo que en muchos de los que participamos en la creación y desarrollo de la RdelS durante aquellos años, lo hicimos por afinidades políticas y también artísticas, convencidos de la utilidad de la misma en consonancia con los tiempos que atravesaba América Latina y el exilio. Personalmente siento que esa bonita tarea que un día nos ocupó, ayudó también a optimizar y darle a nuestras vidas continuidad con el pasado y un nuevo sentido en el exilio.
Y visto hoy a la distancia lo singular de La Revista del Sur, fue que aunque se hacía en el norte de Europa tenía una conexión muy dinámica con la vida cultural y literaria de América Latina, con los intelectuales y artistas progresistas más destacados desde México a la Patagonia, sin olvidar a Brasil, dado que la revista tenía una sección con textos en portugués («Desde Brasil»).
Sobre Cuba y La Revista del Sur
Sería injusto olvidar tantos nombres, pero recuerdo colaboraciones, textos y reportajes —entre los cubanos— Roberto Fernández Retamar, Miguel Barnet, Cintio Vitier, Manuel López Oliva, Onelio Jorge Cardoso, Emilio Comas Paret, María Eugenia Haya, Francisco López Sacha, Carlos Espinosa Domínguez, Bernardo Márques Ravelo, Raúl Hernández Novás, Chinolope, Emilio Bejel, Reynaldo Montero y otros.
Fue muy importante el apoyo que nos dio Cuba a través de sus intelectuales y artistas y de instituciones como la UNEAC, Casa de las Américas y la Fundación Wifredo Lam por ejemplo. Recuerdo que nuestro compatriota uruguayo Horacio Verzi (integrante del Consejo de Redacción) que entonces vivía en Cuba y trabajaba en Casa de las Américas muy vinculado a los cubanos y a intelectuales latinoamericanos nos remitía las colaboraciones. En la UNEAC fue importante el apoyo de Emilio Comas, Norberto Codina, Lesbia Vent Dumois, Alfredo Rostgaard, Mario García Joya, entre otros, y que algunos de ellos, junto con otros destacados intelectuales latinoamericanos, llegaron a ser parte después del Consejo de Redacción de la revista. Gracias a esas colaboraciones La Revista del Sur dedicó suplementos sobre Lezama Lima y Onelio Jorge Cardoso y que de María Eugenia Haya se publicó como suplemento un ensayo sobre a los orígenes de la fotografía en América Latina.
Pero esos fraternos vínculos de La Revista del Sur en Cuba no solo fueron importantes para la publicación, sino que abrieron las puertas para otros proyectos culturales y artísticos que los exiliados políticos uruguayos pudimos llevar adelante en América Latina y en Europa por aquellos años. Como por ejemplo la exposición internacional itinerante «Arte por la Libertad», con obras donadas por artistas de todo el mundo en solidaridad con los presos políticos de la dictadura militar uruguaya.
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