Fragmento del texto leído en el espacio «El autor y su obra»
Después de Regina tuve muchas muchísimas mujeres. Era más un asunto de bioquímica que emocional. La testosterona, demasiado abundante, cegaba mi raciocinio y me hacía actuar como un diablo lujurioso e implacable. Macho, joven, saludable, en el trópico. Combinación brutal. Estoy convencido de que una segregación excesiva de testosterona es más decisiva que el contexto social circundante, la herencia cultural, las tradiciones o cualquier otra cosa.
Pedro Juan en Fabián y el caos.
Van a cumplirse, dentro de unos días, veinticinco años de que Trilogía sucia de La Habana viera la luz, y como en nuestro país la pasión por los aniversarios es famosa, más si son múltiplos de cinco, deseo comenzar por resaltar ese acontecimiento.
Cuando apareció Trilogía…los lectores sufrieron un fuerte estremecimiento, no solo por la forma directa y minimalista, sin oraciones subordinadas, con una prosa rápida y limpia con que estaba escrito el libro, que evidenciaba la deuda con la práctica periodística previa del autor, sino también por las historias alucinantes de violencia, sexo, pobreza y desesperación que allí se narraban. Fue una lectura chocante para todos (…) Una nueva voz había aparecido súbitamente en el paisaje letrado del país, una voz llena de ira, soez, procaz, sin pelos en la lengua y con una destreza narrativa indiscutible.
[…] [En los libros de Pedro Juan Gutiérrez] Más que lo político primaba lo sociológico. A partir de Trilogía… apareció una escritura crítica, implacable y devastadora de lo que se vivió por los cubanos de todos los estamentos o niveles sociales durante aquel período más que especial. En la narrativa cubana, en general, afloraron, simultáneamente, la marginalidad, las jineteras, pingueros, chulos, vividores, traficantes, balseros y tipos violentos de diferente pelaje, temas novísimos en nuestras letras.Pero si las condiciones sociales de supervivencia llenaban buena parte de la trama y descripciones de las historias narradas y el personaje Pedro Juan brotó de entre ellas de una forma convincente, lo otro que llamó mucho la atención de los lectores fue la manera desnuda y descarnada en que el sexo se describía desde las primeras hasta las últimas páginas. El personaje Pedro Juan y los demás que aparecían y desaparecían de tramas y subtramas vivían en el sexo permanentemente, enviciados y sofocados en la práctica de los genitales. Un sexo que desbancaba, en ocasiones, todo lo demás de la trama; una sexualidad que hizo que muchos lectores dieran una interpretación errónea de sus implicaciones literarias y de las intenciones del autor. Con los libros siguientes, El rey de La Habana (1999) y Animal tropical (2000), estos rasgos llegaron al delirio, a su exacerbación y también a su maduración como textos narrativos.
(…) Diálogo con mi sombra (2015) [es un] volumen que es necesario leer si se aspira a dominar cabalmente el orbe PJG. Si la dimensión literaria de la sexualidad, como afirmó Nara Araújo, se imbrica con interrogantes existenciales, la obra de nuestro autor parece ser la pregunta de las preguntas sobre el papel del sexo en la conducta humana.
En la narrativa y poesía del autor lo sexual se da en varias dimensiones. La más importante, a mi juicio, es la del sexo comprendido desde una dimensión antropológica, es decir, como un discurso de la otredad, o lo que es igual, un vínculo esencialmente humano o vía de comunicación entre las personas (sin dudas la más eficaz que existe). Es decir, aunque hay poco amor romántico entre los personajes de la selva citadina pedrojuanesca, de cualquier manera la relación ocasional y furtiva puede verse como un puente de humanidad entre las personas. A ello se suma el contexto social como el descrito en casi todos estos libros donde los personajes son seres rotos, abandonados a la pobreza y sin un norte o futuro para sus vidas. Es la condición social lo determinante en esta forma de apreciar lo sexual, el juego carnal como exaltación de la vida en medio de un contexto dramático de depresión y pobreza. Pero, insisto, es una relación de naturaleza humana.
Otra perspectiva es el sexo per se, donde lo erótico colinda con lo pornográfico, cuestión que el autor trata de mostrarnos sobre la base de que esos seres viven su sexualidad desaforadamente porque, básicamente, no tienen otra cosa mejor a mano o, dicho de otra manera, porque los pobres solo disponen de su cuerpo y por tanto deben y pueden usarlo. Desde luego, aquí la estrategia escritural consiste en la descripción lo más realista posible de los actos sexuales, creando una sinfonía de cópulas, orgasmos y seducciones que no tiene parangón en la literatura insular,
[…]La picaresca recorre sutilmente (a veces no tan sutilmente) la obra en prosa de nuestro autor y también se encuentra en su obra poética. Es un rasgo fundamental de su narrativa. Los libros Fabián y el caos (2015) y El nido de la serpiente (2016), dieron cuerpo biográfico al personaje del Pedro Juan adolescente y joven. Era preciso para el autor explicar la formación del hombre cuarentón de los primeros libros e indagar en los inicios de los rasgos de su personalidad (su intensa sexualidad entre ellos). Son títulos muy interesantes en el sentido de abordar estos temas al momento del triunfo revolucionario de 1959.
[…]Resumiendo, tal parece que Pedro Juan Gutiérrez adoptó el credo de Augusto Roa Bastos con esta idea: «El sexo es el rey del tiempo. En él vivimos y por él morimos (…) Dios mismo ha creado el universo como un sexo sin fin, cuya fuerza de gravitación es el deseo». O también con Cioran, cuando este aseveró que la sexualidad es lo único de lo que no se cansa la humanidad. Dios priápico, pues, es nuestro autor, gozador empedernido, del que no es raro que haya expresado la frase con la que concluyo estas líneas, «La escritura es como un orgasmo después del proceso del pensamiento». Amén.
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El texto completo saldrá en el próximo número de La Letra del Escriba cuya versión digital estará colgada en nuestro portal Cubaliteraria.
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