Para muchos críticos y autores, el cuento es una de las modalidades más difíciles de la narrativa. Pues, mientras que en la novela, la considerable extensión permite ciertas digresiones y hasta llega a exigir momentos de claro relajamiento dramatúrgico, al relato le toca ser, citando a un famoso escritor, el tigre de la fauna literaria: si le falta una pata o le sobra un colmillo, ya no será tan eficaz a la hora de capturar a su presa y sobrevivir. O sea, nadie lo leerá hasta el final.
Concisión y eficiencia, por encima de virtuosismo formal o estilístico, deberían, entonces, ser las principales características de los textos cortos, y llegar a su paroxismo en el microrrelato, consecuentemente.
Pero, ¿cómo ser conciso cuando se escribe fantástico cuando describir vívidamente el universo —por lo general algo distinto de la cotidianeidad— donde transcurre la historia, cobra tanta importancia como la trama misma, o lo impactante de sus personajes?
No hay fórmulas establecidas. Pero el matancero Raúl Piad (1989) que además de ilustrador y guionista de cómics, ya es un escritor bien conocido del fandom nacional, gracias a libros como Lo que importa es soñar (premio David de Ciencia ficción 2017) y A la sombra del mundo hogar (premio Calendario 2021, también en CF) apuesta audaz y decididamente por lo que podríamos llamar «impresionismo narrativo».
Si alguna característica común pudiera atribuirse a los siete cuentos que conforman su volumen digital Voces fantasmas (Cubaliteraria, 2023) sería la sorprendente calidad evocativa de su prosa. Más que describir con obsesiva, a veces cansina minuciosidad, un mal del que adolecen muchos autores del fantástico, Piad se las arregla para evocar y sugerir ambientes con unos pocos brochazos narrativos, en frases de sobria economía.
El tono emocional que predomina en estas páginas es también algo sorprendente, sobre todo en un escritor de tan pocos años: se trata de una nostalgia que por momentos se vuelve casi cínicamente pesimista, con acordes de fondo como de decepción tras haberlo visto todo y saber que nada nuevo queda; lo que da a estos textos un aire a la vez reflexivo y melancólico, dotándolos de rara belleza y madurez.
Sin caer en el espóiler, cabe señalar que en el primer relato —el cual da título al volumen—, se maneja hábilmente la línea del tiempo para reflexionar sobre la decadencia de una cultura y lo efímero y/o equívoco de las huellas que dejará al desaparecer, un tema desde siempre caro a la ciencia ficción, en tanto que literatura del cambio y de las consecuencias, según la definen algunos teóricos.
El segundo cuento, «Nadie encadenará a los ángeles», es casi pura poesía, en su esbozo de la relación de una astronauta, náufraga en un mundo alienígena, con su otra habitante: una entidad racional no humana antiquísima. Tan poderosa que bien podría considerarse un dios… casi igual e incomprensible. Este ser —el último de su especie—, y la mujer homo sapiens, establecerán un nexo que no por breve y asimétrico deja de resultar conmovedor… lo que conduce a un final paradójicamente triste y optimista.
En nuestra opinión, el libro de relatos debió comenzar con este, pues deja un agradable sabor y ansias de más de lo mismo a quien lo lee.
Tal vez por eso las peripecias del contacto de la humanidad con lo no humano son, asimismo, el tema de la tercera narración: «Regreso a Nicasar». Otra vez CF: una biosfera entera se opone al invasor terrestre… y en la guerra biológica que así se desata, el amor entre los dos miembros de una pareja, más fuerte que la muerte y la distancia, jugará un papel crucial.
El cuarto cuento, «98.3 FM», funge como eje de esta recopilación, quizás porque resulta dificilísimo de clasificar. Es CF, es fantasía, es terror… es todo a la vez. Una historia de atmósfera en la que no parece suceder anda, pero hay mucho sugerido. Muchísimo. Tanto, que solo se puede decir que el tema es una antigua emisora de radio descontinuada… pues agregar más, revelaría demasiado.
El quinto relato, «Estirpe de la ceniza», se aleja de la CF y es fantasía pura. Una diosa muerta, tres hijas herederas de sus poderes, celosas unas de otras… y una vaga promesa de resurrección. Todo contado magistralmente, con profusión de diálogos que desnudan, con habilidad, la diferencia de caracteres de sus personajes.
«La herencia del primero» —el penúltimo cuento—, sorprende, en primer lugar, con una original ambientación nada eurocentrista, y que por momentos trae a la mente a Centroamérica, en otros, a la Polinesia. Podría clasificarse como fantasía cínica o épica realista: un astuto tatuador logra volverse parte imprescindible de una brutal tradición guerrera tribal… sin mayor riesgo para su vida. Una de las mejores historias de Piad, sin duda alguna, y que consideramos debió haber reservado para cerrar el volumen. Pues el séptimo y último relato, «La leyenda de Jhessai», pese a lo cautivador del ciclo de transformaciones humano-monstruo que tiene por núcleo, por momentos suena a tópico y trillado, sin que logre salvarlo, ni siquiera, lo extraño de su historia de cazadores del poderoso endriago alado… que resulta no ser lo que se suponía que era.
Voces fantasmas se lee casi de un tirón. Es el septeto de narraciones de un autor que, pese a su juventud, ya es mucho más que una promesa, y que no teme experimentar con los géneros y los puntos de vista. Nos encontramos aquí a un prosista sólido, que empieza a conseguir una música propia en su estilo, sin dejar por eso de apoyarse en su mayor baza triunfadora: unas tramas exóticas, originales en su concepción misma o en su elección del punto de vista… o en ambos recursos.
Con menos de 70 páginas, esta colección de relatos no permite de ningún modo una lectura ligera o puramente entretenida, sino una sucesión de pequeños desafíos filosóficos que llevan al lector valiente a reflexionar sobre las grandes preguntas de la humanidad: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos? y ¿hacia dónde vamos?
Pero también, de algún modo, sobre los por qués que subyacen tras estas interrogantes eternas, que es lo que realmente nos debe definir, al menos en opinión de Piad.
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