
Salir de un hecho traumático, navegar por las torturas, las violencias múltiples durante las torturas de la ESMA, pero antes, mucho antes nacer de una madre y un padre ―que tenían una relación a ratos alegres, a otras tantas veces, tormentosa―. Ser hermosa ante la mirada de todos. Construir vínculos y relaciones con amigos, amigas, amantes.
Sobrevivir a un campo de concentración, sobrevivir a la sospecha posterior. ¿Por qué esta mujer está libre?, dirá el exilio. ¿Por qué no murió? Qué resortes especiales tenía en su alma, qué cosas ocurrieron y cuáles dejaron de pasar para que Silvia Labayru en numerosas tardes, mañanas, en días de nasobuco (o barbijo) conversara con Leila Guerriero, y dieran paso a La llamada (Editorial Anagrama, 2024). Un libro tan monumental como entrañable.
«La arbitrariedad garantiza el pavor perfecto: infinito», escribe Guerriero al descubrir la argentina de los setenta, marcada por la dictadura, destrozada y arrancada a ratos de hijos e hijas con una violencia malcriada, a veces consigues vivir, pero la mayoría de las personas secuestradas no conquistan el estatus de sobreviviente, sino otro tenebroso e insondable, desaparecidos, una palabra que deja abierta la posibilidad del reencuentro, pero que en la práctica latinoamericana no es más que el rostro más triste de la muerte. Silvia es el personaje central del perfil, queda claro, pero hablando de ella y sus circunstancias aparecen conocidos, amigos, pareja, exesposos, exmilitantes montoneros, que dan cuenta de la realidad de ella, la mujer interesante y llena de ilusiones, principios y contradicciones, pero también de una realidad más amplia, del tono de la época.
El tono de una juventud rebelde, de una militancia con errores y utopías, de una etapa de secuestro, tortura y muerte, del parto de las presas sobre una mesa en condiciones deplorables, del destino incierto en manos de los captores de la mayoría de esas criaturas, el destino del exilio, el hambre del exilio, la lucha del exilio, la desconfianza del exilio. Silvia, la mujer que fue, la mujer que habla en numerosas entrevistas, en tantísimos encuentros, es descubierta como un ser humano a varios tonos: feliz, triste, con una manera de contar que parece fría, como si se viera a sí misma en tercera persona mientras narra lo peor, pero que se rompe y raja si habla de la pérdida de su perro o del miedo a que se acabe un gran amor, el mayor de su vida.
Leila Guerriero construye un retrato a una voz, a dos, a tres, a cuatro… los testimonios, las escenas, los diálogos van tejiendo un relato donde técnicas narrativas y recursos de otros géneros ayudan a narrar la realidad, y a hacerlo bien. Un texto para que sea leído con placer, debía tener vida propia, palpitar por él cierto ritmo, cierta bomba, o eso entendí de varias conferencias, declaraciones, artículos de la propia periodista, este libro es la evidencia, otra —por si alguien tenía una duda—, de que esta autora es maestra y practica en cada entrega eso que predica sobre el periodismo: que no es una escritura de segunda categoría.
La llamada resulta una lectura impactante, a ratos desoladora; a otros, como una luz en las tinieblas que alumbra donde duele para que se sane: «Se le removía todo lo que había pasado por excavar tanto en su memoria. Y hubo un episodio, justo antes o después de su declaración en el juicio. Le robaron el reloj por la calle. Ella me lo contó muy angustiada, más que por el robo en sí porque creo que le volvió el sentimiento de que la iban a secuestrar. La agarraron por detrás y la tiraron al suelo, y creo que le trajo directamente el recuerdo de cuando la secuestraron. Ahí yo vi claramente que estaba muy angustiada y estuvo dos o tres días muy metida en sí misma». Así dice uno de los hijos sobre Silvia, la mujer centro de la historia.
En sus conflictos, placeres, tristezas, pérdidas, dolores se centra la periodista para llevarnos de la mano —no siempre con piedad—, por una vida con todo lo que implica, que va más allá de un hecho o una circunstancia, sino del impacto de un día tras otro, de una decisión más otra.
«El resultado es el retrato de una mujer con una historia compleja en la que se amalgaman el amor, el sexo, la violencia, el humor, los hijos, los padres, la infidelidad, la política, los amigos, las mudanzas, y en la que sobrevuela una llamada telefónica que, realizada desde la ESMA el 14 de marzo de 1977, le salvó la vida».
Gracias, 2024, gracias, vida, por darnos la oportunidad de leer este libro de Leila Guerriero, que tiene el arte de la buena escritura y de la investigación profunda, rigurosa. Si acaso un defecto, al terminar se puede sentir que tenemos dentro una voz nueva, o dos, tres, cuatro, cinco.
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Tomado de medium
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