Oswald de Andrade, el hombre que durante la década del ´20 clamaba a los cuatro vientos que quería «ver con los ojos libres», se dedicó —después de una estadía en Europa en la que, por cierto, recibió influencia de las vanguardias europeas— a intentar cambiar el rumbo de las letras brasileñas formando y, de alguna manera, liderando junto a Mario de Andrade, aquel movimiento que introduciría un nuevo marco literario: el modernismo. El nombre de Oswald de Andrade no puede separarse del modernismo porque él fue uno de sus popes y, además, su obra está concebida ideológicamente desde ese eje.
En líneas generales, mirando su obra a la distancia y comprobando las etapas que atravesó, se podría decir que uno de sus lemas fue el de retomar el sentido puro para encontrar la inocencia constructiva del arte. Para lograrlo, buscó conciliar la cultura nativa con la cultura intelectual renovada, la selva con la escuela, en un compuesto que ratificara el mestizaje étnico del pueblo brasileño y donde se aunara, según palabras del propio Oswald, «lo mejor de la tradición lírica con lo mejor de nuestra demostración moderna». Este ser polémico pasó períodos en que fue poco comprendido, inclusive criticado, y tuvieron que surgir en 1956 los concretistas, es decir, los hermanos Campos, y reconocerlo como a su maestro, para ocupar nuevamente el lugar que merecía dentro de las letras brasileñas. Los que lo vapuleaban se basaban en que la obra del paulista es despareja, opinión que no se puede rebatir porque en ella se reflejan todos los logros, pero también todas las limitaciones del modernismo. Así, el poeta paulista se convirtió en uno de los abanderados de este grupo, pero también en su conejito de Indias, porque experimentó en carne propia todos los deseos y todas las frustraciones generacionales: innovó el verso libre en Brasil prescindiendo de la métrica, de la puntuación, de la mesura parnasiana; practicó el poema flash, su poesía es, así, de una vitalidad absoluta y se expresa en una extrema sintaxis y con gran crudeza en la palabra:
Y el pueblo / Ansioso / Airoso / Sacude en el aire / El sombrero de paja / De la esperanza / Contemplando el día / Tropical / Que pasaba / En el carruaje / De los destinos / De Brasil.
Su revolución formal
Por esta simbiosis que hubo entre Oswald de Andrade y el modernismo, y para comprender mejor su obra, convendría analizar ligeramente este movimiento que se inició en aquella legendaria semana de octubre del ´22 en San Pablo.
Allí surgen estos jóvenes que aspiraban a la renovación artística para encontrar la esencia de esa tierra brasileña, en ese país, un país nuevo en el que comenzaban a crecer las grandes ciudades. Este movimiento buscaba desacralizar el arte, bregaba por la no escuela y la libertad creadora, incorporaba el lenguaje coloquial y buscaba sus fuentes de inspiración en la vida cotidiana, rescatando el ridículo, la ternura, el humor. Ellos se habían propuesto descomponer humorísticamente la solemnidad intelectual de la sociedad brasileña para retomar la originalidad nativa y hacer de esta el integrante de un arte nacional exportable.
Muchos asociaron el modernismo al futurismo. Quizá porque cuando Oswald regresó de Europa, llegó totalmente influido por las teorías de Marinetti, y todos terminaron catalogándolo de esta manera, sin discernir que entre las influencias de este grupo también se destacaban las líneas impresionista, cubista, abstraccionista, que se encaminaban hacia la construcción del objeto poético autónomo; y la línea primitivista, expresionista, surrealista, que significaba, antes que nada, la proyección de las tensiones inconscientes del sujeto.
Oswald de Andrade, ese hombre inquieto que supo distinguir las señales de su tiempo, incursionó por la narrativa, la poesía, y el ensayo. En la narrativa, sus mejores críticas marcaron tres niveles de expresión y de valor. En el límite inferior se situaría la prosa que marca La trilogía del exilio: Los condenados, La estrella de Absinto, y La escalera roja. Estas novelas, mitad mundanas, mitad psicológicas, no fueron evidentemente el camino mejor para Oswald de Andrade, y, además, si consideramos que Oswald era un escritor moderno, estas tienen una actitud anticuada frente al lenguaje novelesco y al tratamiento de sus personajes. En un segundo nivel se situaría Memorias sentimentales de João Miramar, una novela informal que abre un nuevo rumbo en las letras brasileñas. Su estructura es revolucionaria y fue concebida alrededor de 1918, es decir, cuatro años antes de la publicación de Ulises, de Joyce. Son capítulos —instantes, capítulos-relámpagos, capítulos— sensaciones con una libertad formal absoluta en los que aparecen poemas, cartas, diálogos a través de su protagonista, João Miramar, un periodista que deja su oficio para iniciarse en la carrera de las letras. En el prólogo de este libro aparece un personaje, Machado Penumbra, literato pomposo que, en un estilo afectado y lleno de clichés académicos, contrasta con el del autor João Miramar. Este último es un humorista que procura reflejar la vida por medio de un lenguaje sintético, fulgurante, y su montaje de fragmentos parece envuelto en una técnica cinematográfica y constituye una tentativa muy seria de estilo y representa también una sátira social. Veamos uno de sus capítulos que se llama «Casa de Pataroxa»:
La noche / El sapo el cachorro el gallo el grillo / Triste tris / tris-tris-te / Uberaba abaaba / Ataque y el reloj taque-taque / Mozas sordas y cigarros.
En el tercer nivel se sitúa Sefarim Ponte Grande, una novela en la que exacerba la experimentación anterior y pone en jaque la idea tradicional del género y de la obra literaria para proponer un nuevo concepto del texto y de su lectura.
Aquí acentúa la ruptura de lo discursivo y utiliza una estructura fraseológica sincopada y facetada en planos dispares que se cortan y se confrontan, se interpretan y se desdoblan, pero no como una secuencia lineal, sino como partes móviles de un ideograma crítico-satírico del estado social y mental de San Pablo en las primeras décadas del siglo. Veamos uno de estos capítulos-relámpagos en que se ve la ironía andradiana:
Vuelvo de nuevo a preocuparme por la novela que imaginé escribir y que creo que saldrá con seudónimo. Tengo algunos apuntes tomados sobre el personaje principal, la joven marquesa de M… Cuando el seductor, el invencible galán Alvaro Velas inicia su ofensiva por debajo de la mesa de comer, ella retira bruscamente el pie. Nota humorística: la marquesa tiene un callo.
Retorno al elemento brasileño
Si bien estas dos novelas son novedosas, hay otras vertientes de Oswald de Andrade en la que ha dejado un gran legado a las letras brasileñas y es en la poesía. Porque, ante todo, Oswald de Andrade fue un poeta y sus novelas fueron concebidas desde esta faceta y fue, además, un poeta insólito. En su poesía es donde mejor podemos encontrar al modernista en acción. Todos sus poemas son hijos del truco, del experimento y del humor. Sus versos socavan de manera más directa la política de los parnasianos, tan poco dada al ejercicio de la narrativa. Y otra de sus características es que el ser humano de Oswald de Andrade se nos muestra íntegro en cada uno de sus poemarios: Pau Brasil se hace vocero de su particular nacionalismo: El Primer Cuaderno, de su concepción lúdica de la literatura; El Cántico de los Cánticos, de su erotismo; El escarabajo, de su extraordinaria capacidad mimética y combinatoria.
En 1925 Oswald publica su manifiesto de poesía Pau Brasil y, un año más tarde, el libro Pau Brasil que cayó, según sus palabras, «bajo una cortina de silencio» porque después de la publicación de Memorias sentimentales de João Miramar le habían adjudicado la fama de que no se podía tomar de él nada en serio porque solo hacía irreverencias y chistes. Entre las propuestas de Pau Brasil, él decía que deseaba una «lengua sin arcaísmos, sin erudición. Natural y neológica. La contribución milenaria de todos los errores. Como hablamos, como somos».
Muchos años más tarde, ese poeta que fue Vinicius de Moraes antes de dedicarse a la música, dijo que todos los elementos de la nueva poesía brasileña salieron de Pau Brasil. En este manifiesto ya comienzan a delinearse varios de los principios de Antropofagia, manifiesto en que él se aleja de los conceptos reformistas e instaura los principios que lo acompañaron durante el resto de su obra.
Uno de los elementos más importantes en esta es la vuelta al elemento brasileño en aquello que tiene mayor originalidad: «La poesía existe en los hechos. Las chozas de azafrán y ocre de los verdes de la favela sobre el azul cabralino. Estos son hechos estéticos».
En este, el líder de un grupo y en el fondo un sublevado solitario, insiste en un proyecto estético nacionalista, donde recalca un concepto que ya es popular en el Brasil: «¡Tupi[i] or not tupi, that is the question». Antropofagia, publicada en 1928, es uno de los proyectos más originales de América latina de esa década. En él se desliza una de las inquietudes de Oswald de Andrade; por ejemplo, la de cómo ser un poeta de vanguardia en una América latina donde no hay mucho para destruir porque —aún hoy— está todo por hacerse. Según él, es imposible renegar de lo europeo. Entonces, propone hacer lo que habían hecho los indios en 1556 con el primer obispo portugués, que por esas ironías del destino se llamaba Sardinha: devorarlo. Se trataba entonces de deglutir lo extranjero para asimilarlo, de adueñarse de lo mejor de la experiencia foránea para reinventarlo en términos propios. En ese manifiesto mezcla, en el estilo telegráfico del anterior, la provocación polémica a la proposición teórica, el chiste a las ideas, la irreverencia a la intuición histórica.
Oswald de Andrade fue un hombre inquieto que se preocupó durante toda su vida por intentar definir la esencia de esa tierra en la que le había tocado nacer. E intentó, también, encontrar un lenguaje coloquial, sin adornos, directo, llano y, por sobre todo, transgresor, que expresase esa sociedad tan compleja como es la brasileña y que él define en su poesía como: «El brasileño es un pueblo de sentimiento / Y el señor sabe que el sentimiento es todo en la vida». Y para ese sentimiento, y para ese pueblo, Oswald de Andrade encontró definitivamente la palabra que necesitaba para expresarlo.
INMEMORIAL
Gesto de pudor de mi madre
Estrella de bordes abiertos
No sé cuando comenzaste en mí
En qué edad
En qué eternidad
En qué revolución solar
Del claustro materno
Yo te traía en el regazo
María Antonieta d´Alkim Te llevé solitario
En los ergástulos vigilantes del orden intraducible
En los trenes suburbanos
En las casas alquiladas
En los cuartos pobres
Y en las huidas
Muelle de mi errada vida
Certidumbre del corsario
Puerto deseado
Coral caído
Del océano
En las manos vacías
De las plantas humeantes Mujer venida de la China
Para mí
Vestida de suplicios
En los duros dorsos de la amargura
Para mí
María Antonieta d´Alkim
Tus gestos salían de rescoldos incomprendidos
Que tu boca ansiosa
De niña repetía
Sin saber
Tus pasos subían
De los barrancos desesperados
Del desamor
Traías en las manos
Algunos libros de estudiante
Y los ojos agónicos de mi madre
Traducción: A. R.
67, INSTITUTO DE DAMASCO
(Capítulo de su libro Memorias sentimentales de João Miramar)
Celia creía que yo debía tener una vocación digna. Yo no tenía ninguna. Pensaba vagamente en entrar a un club de box después de que mi contextura había sido elogiada por un entrenador de box de la calle de Catete. Celia no se inmutaba ante mis fantasías de posibilidades hercúleas entre pesas trampolineas argollas. Replicaba que eso no lo encontraba digno de un estanciero. Yo era apenas un estanciero matrimonial.
La barba investigadora del doctor Pilatos vino a traernos la visita olvidada de San Pablo con ohs y ahs y caspa en el frack de gola. Y propuso que dejáramos a Río, aburrido y paisajal.
Celia se hartó con los anuncios de empresas llevados a cabo por sus colegas del team perspicaz en el Instituto Histórico Geográfico. Y le decían:
-Pena que su marido, tan talentoso y joven, no sea de los nuestros, ¡oh! ¡ah!
Traducción: A. R.
Bibliografía
La trilogía del exilio:
I. Los condenados, novela, 1922
II. La estrella de Absinto, 1927;
III. La escalera roja, 1934
Memorias sentimentales de João Miramar, novela, 1924
Pau Brasil, poesías, 1925
Primer cuaderno del alumno de poesía
Oswald de Andrade , 1927
Manifiesto antropófago, 1928
Serafim Ponte Grande, novela 1933
El hombre y el caballo, teatro, 1934
La muerta. El rey de la vela, teatro, 1937
La revolución melancólica, ensayo, 1943
Poesías reunidas, 1945
La Arcadia y la Inconfidencia, ensayo , 1945
Punta de lanza, polémica , 1945
La crisis de la filosofía mesiánica, ensayo , 1950
Marco Zero I, La revolución melancólica, novela, 1943
Marco Zero II, Suelo, novela, 1945
Un hombre sin profesión: Bajo las órdenes de mamá, memorias y confesiones, 1954
Telefonemas, crónicas.
Mi testamento, ensayo
Un aspecto antropofágico de la cultura brasileña: el hombre cordial, ensayo.
La marcha de las utopías, ensayo.
[i] Tupi. Pueblo indígena que habitaba en el norte y dentro de Brasil, en la región abarcada por el río Amazonas, en su margen derecha. Se le atribuían costumbres antropofágicas.
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Tomado del sitio web de Agustina Roca
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