El «perfecto viajero» no conoce distancias; descubre que son una trampa de los empresarios turísticos. El «perfecto viajero» no esta más alejado de cualquier lugar que su deseo de recordarlo y, de ese modo, hacerlo aparecer ante sí.
André Heller, Buzo en la sombra
En la memoria de mi sueño, en mis pies que anduvieron sobre las piedras de sus plazas, está viva una Viena que los vieneses ya no ven, de tanto haberla visto. Jardín inmenso de fuentes y estatuas, y macetas con flores en balcones y aceras, y puentes sobre un río cuyas aguas, con su carga de historia y de recuerdos, no son ya tan azules como tal vez lo fueran en los días de Johann Strauss. Mientras la lluvia cae sobre los plátanos del patio en mi casa habanera, miro desde la ventanilla de un tranvía los arces de dorado otoño en la lejana plaza de San Carlos, y la nieve sobre tejados invernales, y el silencio meditativo que se cierne sobre la Plaza de los Héroes a la caída de la tarde, y los jardines de Schönbrunn, bajo la niebla y la llovizna de una mañana inolvidable.
Entre muchos otros, cuatro poetas muy diferentes han contemplado o soñado ese paisaje, y lo han traducido a palabras en su prosa o sus versos. Con parques y jardines de gran extensión que el caminante puede visitar o ver al paso sin que para ello necesite salir de la ciudad, y en torno los famosos bosques, Viena es una ciudad que incluye dentro de sí la naturaleza. Transformada por la mano del hombre, es cierto; pero naturaleza al fin, donde los elementos pueden desencadenarse de pronto, como en este fragmento de la novela Buzo en la sombra [1], de André Heller:
[…] los presagios de una tormenta otoñal recorrían las copas de los árboles a ambos lados de la avenida principal. Miró hacia arriba. Allá, encima de las más alejadas cornejas, se juntaba ahora la tempestad. Decidió permanecer en el parque hasta que hubiera pasado lo peor. El día comenzó a tremolar. Los colores de las flores saltaban de matices claros a oscuros y viceversa. De las plantas, construcciones y objetos se desprendía frescura. Pequeñas banderas de arena flotaban sobre los caminos, a baja altura.Un violento ruido, como si alguien hubiese rasgado un trozo de grueso papel, anunció la llegada de la tormenta. En segundos comenzó un movimiento de follaje que por momentos no permitía a Ferdinand ver su mano puesta ante los ojos. Se quebraban ramas, y en los espesos setos que constituían partes de un laberinto se formaban cientos de pasadizos de viento, de mayor o menor anchura. […] Encima, las pasajeras construcciones de las nubes.
Poeta, narrador, cantautor, director de espectáculos, André Heller (Viena, 1947) es un artista en el más amplio sentido de la palabra. Su obra escrita incluye, por supuesto, la poesía de sus canciones, pero también varios volúmenes en prosa; la novela Buzo en la sombra, a la que pertenece el fragmento anterior, fue publicada en Cuba por la Editorial José Martí–Arte y Literatura en 1999.
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otoño en viena
de todo este esplendor tener que despedirse
y como reclinadas en mármoles de ayer
aguardan las esbeltas blancas emperatrices
entre jardín de rosas sonidos al pastely allí las sobrecogen bocetos de noviembre
cuando en miríadas de luz su sueño danzan
las últimas cascadas de espumas en la fuente
del parque de arce claro con la fronda doradapues tu camino es todo despedida
y desacostumbrarse doliente a cada paso
esos jinetes que resuenan cuesta arribala ancha plaza la cúpula y la torre
compensación no habrá: arduo saber temprano
presagio estremecido de que te sobrepones.
«otoño en viena», con sus nostálgicas imágenes del Volksgarten vienés, pertenece al libro poemas (Casa Editora Abril, La Habana, 1977) de Marie-Thérèse Kerschbaumer. Nacida en Garches, Francia, en 1936, de padre cubano y madre austríaca, Kerschbaumer vive en Austria desde 1939 y es ciudadana de ese país. Autora de poesía, ensayo y narrativa, en Cuba se han publicado sus novelas La extraña, La partida y Lejos, y dos poemarios.
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Desde la publicación de su primer libro, en 1956, Friederike Mayröcker (Viena, 1924-2021) incursionó en casi todos los géneros literarios. En 2004 estuvo nominada para el premio Nobel. El sello editorial Torre de Letras publicó en 2006 la antología bilingüe Páginas mágicas, poesía y prosa poética de Mayröcker. «un forastero una cabeza moruna», poema incluido en dicha antología, recrea esa atmósfera peculiar de Viena que también se refleja en otros textos de la autora. (…) primavera temprana en la Bergstrasse, la calle donde está enclavada la casa que perteneció a Sigmund Freud, convertida en museo: Freud era judío, y Bergstrasse es también una clave para confirmar el sentido del verso súbitamente escapados a los cielos, con un eco del «Oh las chimeneas», de Nelly Sachs.
un forastero una cabeza moruna
acuclillados en los árboles de la avenida así parecía desde la perspectiva
de la ventana situada allá en la altura
acuclillados en los árboles de la avenida, que estaban deshojados
no en un árbol determinado de la avenida así parecía frente al invierno que se aproximaba
contra el cielo plomizo así parecía súbitamente escapados a los cielos
en el tendido eléctrico de la calle así parecía
acuclillados en los árboles de la avenida así parecía, que estaban deshojados
ayer bajo el cielo lluvioso algo se cierra en mí
con el invierno que se acerca algo se cierra en mí
veo a Octavia que anda por el jardín embriagada de sueño
veo el lago que reluce azul oscuro entre los troncos de los árboles
oigo a Octavia que grita deberían haberme despertado haberme despertado más temprano
veo el rosal que está en la terraza empaquetado en paja
contra el invierno que se acerca así parece
he visto bajo el cielo lluvioso el crematorio he pasado por allí
torre almenada alzándose en la planicie de los pequeños jardines
desde su centro negras vaharadas de humo algo se cierra en mí así parece
con el invierno que se acerca así parece, súbitamente escapados a los cielos
algo se cierra en mí sobre el puente he pasado
ella me miró desde las negras flores algo se cierra en mí
los dedos desgarrados de su atirantamiento
la entrepierna del tiempo distendida
contra el invierno que se acerca, los últimos seres humanos
la demora de la primavera así parece
primavera temprana en la Bergstrasse he caminado algunos pasos hacia un lado
el calentarse de la espalda unos pasos colina abajo
la vuelta de la calle algunos pasos colina abajo
y de pronto la vista a la gran hondonada de la ciudad
y en la espalda una ola que enfría desde la primavera y el viento montañés así parece
las primeras hepáticas aisladas entre la hierba que no verdece todavía
un calentarse de la espalda una pareja de padres locuaces
una demora de la primavera así parece, una escena de acecho
no supe bien qué debía hacer
a la espalda así parecía, los últimos seres humanos
acuclillados en los árboles de la avenida así parecía
acuclillados en los árboles de la avenida, que estaban deshojados
contra el invierno que se aproximaba así parecía
La magia de una ciudad cosmopolita donde conviven diversos estilos en la arquitectura y el arte, y donde es posible viajar en el tiempo sin cerrar los ojos y sin que intervenga la ciencia-ficción, es leitmotiv del siguiente texto de André Heller, tomado de Y otra vez Viena, antología de prosa breve del autor, publicada en Cuba por la Colección Sur de Ediciones Unión, en 2006.
Y otra vez Viena. En ciertas noches la siento como hipertrofiado círculo espiritista para evocar figuras, situaciones y atmósferas sepultadas. Entonces merodea la sombra de un hermoso monstruo, y sus alas con filo de tijeras rozan sin inmutarse a amantes que aguardan ser salvados de la razón eterna y el dominio de sí. Ejemplo es para ellos la emperatriz Elisabeth, quien no hizo de la desdicha una virtud. (…) En tales noches no me asombra ver a un marinero. El barco dorado que remata el techo del Palais Equitable lanza sobre la Stephansplatz trece anclas mágicas de palomas que se deslizan hacia los lados. En la oficina recaudadora de la lotería, un ulano intenta excitar al destino a la contradicción mediante maldiciones pesimistas. Judíos de caftán con negros sombreros de ala ancha caminan entre burlas por las calles de una ciudad residencial cuyo emperador, por motivos casi inexplicables, también lleva entre innumerables títulos el de «Rey de Jerusalén». Hasta las nubes, muy altas sobre la plaza, parecen amarillentos hallazgos de un celestial colector de trapos. Pasado, nada sino pasado para el observador superficial. Escuela de bufones que rechaza del todo las exigencias de la época. Tales instantes son para mí belleza de despedida. En la mañana se diluyen, caen bajo el escenario del recuerdo. Y otra vez Viena.
El eco de Viena y sus fantasmas se escucha, a veces, en los lugares más insospechados. Para concluir, un poema de la habanera Reina María Rodríguez, que aborda la temática femenina tomando como punto de partida la figura de Sissi, la emperatriz que vivió en rebeldía contra un destino de mujer-ornamento, de reina cumplidora con los requisitos de una etiqueta sofocante, y quien, al certero decir de Heller, «no hizo de la desdicha una virtud».
Oh, Sissi emperatriz
si pasara un mes sin mirarme
y después fuera otra
no estarían tan fijas tan apretadas
las amarras.
no puedo ver más allá de la caricatura
y entrar en el círculo
en mi fábula con las princesas muertas.
Oh, Sissi emperatriz qué engaño.
nos hicieron a gritos en los cuartos de hoteles
en las oscuras posadas de tránsito
en las camas de hierro donde se aferró
la inseguridad
la sangre del primer asesinato.
otro tono en los ojos y a disfrazarnos:
en las jabas llevábamos lo necesario para la función
alambre para mirar
rímel para las pestañas.
al toque de queda el bebé de goma bajaría
de un helicóptero con pico de cigüeña
estrangulándolo.
cogido en el experimento de soñar
observado en el microscopio
el desafío de vivir
en la poceta del baño en cuclillas
la intimidad.
oh Sissi emperatriz
estoy segura que éstas son fallas del experimento.
vamos a poner un poco de gloria
o de incertidumbre
entre tu cuerpo y el agua.
(Reina María Rodríguez, «Oh, Sissi emperatriz», de En la arena de Padua, Ediciones Unión, La Habana, 1992.)
…«un poco de gloria / o de incertidumbre / entre tu cuerpo y el agua.» Estos versos fueron escritos por su autora sin haber visitado el parque recreado en el poema «otoño en viena», donde una blanca y esbelta emperatriz de mármol se refleja en las aguas de un estanque. Curiosas coincidencias que son también poesía, como la técnica del «perfecto viajar», a la que, por diversas razones, han recurrido y recurrirán todavía tantos poetas.
Notas
[1] La autora de este artículo tradujo las obras austríacas aquí mencionadas, de las que forman parte los textos en cursiva, excepto el último, por supuesto.
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