A pesar de las circunstancias históricas que separan la vida y obra de José Martí y Ernesto Guevara, aspectos comunes en su postura ideológica los asemejan. Las situaciones han cambiado con el decursar de los tiempos, pero en América Latina una realidad de subdesarrollo y dependencia permanece invariable. Tanto en Martí como en el Che, la batalla por Cuba era parte del cumplimiento de un objetivo máximo y final que se centraba en la libertad continental.
Sus estrategias tenían como meta común ofrecerle resistencia al avance del imperialismo estadounidense erigiendo en Cuba la barrera que le impidiera dominar a la América Latina. Ambos concibieron a Cuba como faro de libertad y país promotor de la dignidad latinoamericana frente al expansionismo de los Estados Unidos.
Martí no pudo hacer realidad su sueño, el imperialismo impuso su poderío al sur del Río Bravo y dominó por largo tiempo. Aunque a través de esos años no le faltaron hijos a Latinoamérica para enfrentar al gigante imperial, resaltó entre ellos el inolvidable comandante Ernesto Che Guevara, quien demostró con sus ideas y con su acción, ser uno de los más genuinos continuadores del proyecto de unidad continental que desarrollaron Bolívar, San Martín, Sucre, Juárez y Martí. En el mundo de hoy, en el que los pueblos de América Latina claman con más urgencia que nunca por una solución a los graves problemas que le ha creado el yugo de los monopolios internacionales, los valores que trasmite el pensamiento guevarista y martiano son recurrentes.
Con la revolución cubana se cumplen los anhelos de estos dos héroes de ofrecer, desde la mayor de las Antillas, una seria resistencia al predominio imperialista en el continente americano.
De cómo el Che veía a Martí
El Che veía en Martí uno de los pilares ideológicos de la revolución cubana y continental. La presencia de Martí en cada decisión de la revolución de 1959 era decisiva. Su pensamiento era una fuente importante para conocer la experiencia revolucionaria anterior:
Más aún, Martí fue el mentor directo de nuestra Revolución, el hombre a cuya palabra había que recurrir siempre para dar la interpretación justa de los fenómenos históricos que estábamos viviendo y el hombre cuya palabra y cuyo ejemplo había que recordar cada vez que se quisiera decir o hacer algo trascendente en esta Patria (…) porque José Martí es mucho más que cubano: es americano; pertenece a todos los veinte países de nuestro continente y su voz se escucha y se respeta no solo aquí en Cuba sino en toda la América.[1]
Che Guevara reconoció en Martí su antimperialismo y se empeñó en dar a conocer a América Latina esa faceta del pensamiento del Apóstol. En su discurso en la conferencia de Punta del Este introduce al Martí antimperialista ante los delegados de los gobiernos de las Américas que apoyaban la Alianza para el Progreso, mecanismo que aseguraba a los Estados Unidos un mayor control sobre las economías latinoamericanas:
El presidente de una de las delegaciones aquí presentes nos hizo el regalo de una cita de Martí para iniciar su intervención. Contestaremos pues, a Martí con Martí, pero con el Martí antimperialista y antifeudal, que murió de cara a las balas españolas luchando por la libertad de su patria y tratando de impedir, con la libertad de Cuba, que los Estados Unidos cayeran sobre la América Latina, como escribiera en una de sus últimas cartas.[2]
Tanto en Martí como en el Che, la lucha por romper lazos de dependencia y librarse de yugos extranjeros que atasen a la América Latina, debía ser propulsada por las masas populares. Sin ellas nada se podía hacer, a ellas había que acudir y reivindicar en todo proceso revolucionario. Las masas populares eran concebidas en ambos casos como motor impulsor de la liberación latinoamericana. Fue así como Martí comprendió y al propio tiempo concibió la independencia de Latinoamérica:
Libres se declaran los pueblos todos de América a la vez. Surge Bolívar, con su cohorte de astros (….). Hablándoles a sus indios va el clérigo de México. Con la lanza en la boca pasan la corriente desnuda los indios venezolanos. Los rotos de Chile marchan juntos, brazo en brazo, con los cholos del Perú. Con el gorro frigio del liberto van los negros cantando, detrás del estandarte azul. De poncho y bota de potro, ondeando las bolas, van, a escape de triunfo, los escuadrones de gauchos. Cabalgan, suelto el cabello, los pehuenches resucitados, voleando sobre la cabeza la chuza emplumada. Pintados de guerrear vienen tendidos sobre el cuello los araucos, con la lanza de tacuarilla coronada de plumas de colores; y al alba, cuando la luz virgen se derrama por los despeñaderos se ve a San Martín, allá sobre la nieve, cresta del monte y corona de la revolución, que va, envuelto en su capa de batalla, cruzando los Andes. ¿A dónde va la América, y quién la junta y guía? Sola, como un solo pueblo, se levanta. Sola pelea. Vencerá sola.[3]
En esta poética descripción, Martí enaltece el papel de que en nuestras guerras de independencia desempeñaron indios, gauchos, negros, en fin, todo el conjunto de pueblos explotados que clamaban por su libertad y que, en su fusión, veían en América a su patria. También Ernesto Guevara exaltó el papel primordial que en nuestra revolución protagonizaron las masas populares y, parafraseando a Martí, dijo:
Es una revolución hecha para el pueblo y mediante el esfuerzo del pueblo, que nació de abajo, que se nutrió de obreros y campesinos, que exigió el sacrificio de obreros y campesinos, en todos los campos y en todas las ciudades de la Isla. Pero que ha sabido también recordarlos en el momento del triunfo.
«Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar», decía Martí…y así mismo, interpretando sus palabras, lo hicimos nosotros.
Hemos venido puestos por el pueblo y dispuestos a seguir aquí o hasta que el pueblo lo quiera, a destruir todas las injusticias y a implantar un nuevo orden social.[4]
Cierta vez, en una conferencia de prensa, el Che dejó bien clara su vocación latinoamericana e internacionalista; no le faltó en este caso la evocación de Martí. La pregunta del periodista fue: «Comandante, ¿Usted sigue siendo argentino?». La respuesta:
Yo nací en Argentina…. permítame que sea un poquito pretencioso al decirle que, Martí nació en Cuba y Martí es americano, Fidel también nació en Cuba y Fidel es americano: Yo nací en Argentina, no reniego de mi patria de ninguna manera, tengo el sustrato cultural de la Argentina, me siento también tan cubano como el que más y soy capaz de sentir en mí, el hambre y los sufrimientos de cualquier pueblo de América fundamentalmente, pero además de cualquier pueblo del mundo.[5]
La unidad latinoamericana como respuesta al expansionismo yankee
Dentro de los preceptos revolucionarios que en distintas épocas histórica sostuvieron Martí y el Che, constituía una necesidad que los países latinoamericanos cerrasen filas ante los peligros del imperialismo. De esta forma, América Latina se fortalecía ante los Estados Unidos. Martí al respecto planteaba: «¡Los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas. Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes».[6]
El Che también comprendía la necesidad de la unión continental ante el imperialismo norteamericano; la dinámica de una revolución hacía imprescindible la unidad:
Porque ahora se aprende, como se aprende siempre en revolución, que no puede haber desunión, que no podemos luchar contra los grandes enemigos, separados unos de otros; que solamente hay un enemigo común en este momento que es el que reúne todas las enemistades que pueden caer sobre nuestro pueblo, es el que significa pobreza, es el que significa opresión de cualquier tipo: el que significa asesinato, el que significa opresión política, el que significa opresión económica, el que significa distorsión de nuestro desarrollo, el que significa incultura; todo eso significa el imperialismo.[7]
Ernesto Guevara reconoció en la lucha contra el imperialismo la mayor de las motivaciones de su existencia, así lo explicó en su carta de despedida al Comandante Fidel Castro:
En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.[8]
Solidario con todo el dolor humano, el Che mantuvo siempre una posición radical contra los abusos que el imperialismo cometía con los pueblos del Tercer Mundo:
Es, pues, una revolución con características humanistas. Es solidaria con todos los pueblos oprimidos del mundo; solidaria,…. porque también lo decía Martí: «Todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre». Y cada vez que una potencia imperial avasalla a un territorio, le está dando una bofetada a todos los habitantes de ese territorio.[9]
Esta frase de Martí era la preferida del Che, constantemente la citaba. Era la frase que mejor resumía su concepción del mundo y sentido de la vida.
Durante los años 60, todo paso progresista que entrañara mejoras para el pueblo había sido violentamente suprimido por las dictaduras entronizadas en América Latina por los Estados Unidos. El conjunto de los problemas acumulados iba constituyendo las condiciones objetivas y subjetivas para una revolución social. La lucha armada como vía de liberación se iba imponiendo a cualquier otro camino. Al respecto el Che manifestó:
En América, al menos en la mayoría de los países, me parece que ese camino pasa entre las balas y quiero aclarar que no soy guerrerista, ni pretendo ser un teórico de estos difíciles problemas. Simplemente tengo ojos y oídos y una realidad americana que ver y un murmullo creciente de aspiraciones insatisfechas, de esperanzas truncas y de odio concentrado que va uniéndose en todos los rincones de América y empieza a formar un todo audible hasta para los sordos.[10]
Ha tenido cierta difusión por el mundo la idea de que el Che era un aventurero que pretendió imponer la lucha armada como única salida posible a la crisis latinoamericana. Realmente, Guevara poseía la agudeza política necesaria para captar cuál era el momento oportuno para su empleo. Valoró las condiciones objetivas y subjetivas para su comienzo y criticó más de una vez a quienes gestaron rebeliones sin considerar las condiciones socioeconómicas prevalecientes:
En todos los países han surgido lo que se llaman alas de ultraizquierda o a veces se llaman provocadores que tratan de implantar la experiencia cubana sin ponerse a razonar mucho si es o no el lugar adecuado, simplemente toman una experiencia que se ha realizado en América y tratan de llevarla hacia cada uno de los países.[11]
De igual manera obró Martí cuando preparaba la guerra necesaria contra el poder colonial español. Estudió profundamente las condiciones generales imprescindibles para su inicio y se dio a la tarea de convencer al pueblo de la necesidad de emprender una nueva contienda. Concibió la guerra como el camino elegido por hombres sensatos cuando se habían cerrado todos los demás caminos para obtener la independencia. Estos conceptos los dio a conocer junto a Máximo Gómez en el Manifiesto de Montecristi:
La guerra no es la tentativa caprichosa de una independencia más temible que útil, que solo tendrían derecho a demorar o condenar los que mostrasen la virtud y el propósito de conducirla a otra más viable y segura, y que no debe en verdad apetecer un pueblo que no la pueda sustentar, sino el producto disciplinado de la resolución de hombres enteros que en el reposo de la experiencia se han decidido a encarar otra vez los peligros que conocen.[12]
[1] Ernesto Guevara: «Discurso en la conmemoración del natalicio de José Martí», en: Escritos y discursos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1972, t. 4, p. 54.
[2] Ernesto Guevara: «Discurso en la quinta sesión plenaria del Consejo Interamericano Económico y Social en Punta del Este, Uruguay», en: Ibídem, t. 9, pp. 41-42.
[3] José Martí: «Discurso pronunciado en la velada artístico-literaria de la Sociedad…», en Obras completas, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963, t. 6, pp. 137-138.
[4] Loc. cit. (1): pp. 56-57.
[5] Ernesto Guevara: «Conferencia de prensa en Montevideo, Uruguay», en: Ob. cit., t. 9, p. 118.
[6] José Martí: «Nuestra América», en: Ob. cit., t. 6, p. 15.
[7] Ernesto Guevara: «Discurso en la Universidad Nacional de Montevideo», en: Ob. cit., t. 9, p.154.
[8] Ernesto Guevara: «Cartas a Fidel», en: Ibídem, p. 394.
[9] Loc. cit. (2): p. 55.
[10] Ernesto Guevara: «Entrevista desde Moscú para el diario El Popular, de Montevideo», en: Ob. cit., t. 9, p. 282.
[11] Ernesto Guevara: «La influencia de la Revolución Cubana en América Latina», en: Ibídem, p. 202.
[12] José Martí y Máximo Gómez: «Manifiesto de Montecristi», en: Ob. cit., t. 4, p. 94.
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