El Che, al igual que Bolívar en su época, se daba perfecta cuenta de que la nueva etapa de emancipación en América no podía concebirse como una pugna entre fuerzas locales, sino que le atribuía a la lucha un carácter continental: «¿Podría concebirse esta nueva etapa de la emancipación de América como el cotejo de dos fuerzas locales luchando por el poder en un territorio dado? Evidentemente no, la lucha será a muerte entre todas las fuerzas populares y todas las fuerzas represivas».[1]
Consciente estaba de que América Latina debía cerrar filas en el combate contra el imperialismo y las oligarquías, los que estarían dispuestos a internacionalizar el conflicto y ahogar en sangre cualquier levantamiento popular; y ante esto, todas las fuerzas revolucionarias del continente deberían estar preparadas para la unidad. A su vez, para el Che Guevara estaba bien claro que esta batalla a nivel latinoamericano y mundial contra el neocolonialismo, el colonialismo y cualquier otra forma de explotación ejercida por el imperialismo, tenía como objetivo debilitar su base económica, y así propender a su destrucción:
De modo que quitarle el sustento, quitarle la base económica al imperialismo, es debilitarlo y debilitarlo en su mismo corazón. Porque no hay que olvidarse de que el imperialismo funciona extraterritorialmente, ya no es los Estados Unidos una potencia que trabaja solamente allí en los Estados Unidos; sus capitales están por todo el mundo, juegan con ellos, los quitan y los ponen de tal manera que ese debilitamiento de la base económica del imperialismo ayuda a romper su fortaleza y ayuda a la paz, a la paz mundial, a la paz global, que es lo que nos interesa a nosotros.[2]
Papel de Cuba en la unidad latinoamericana
Respecto al papel que Martí y el Che atribuían a Cuba en la unidad latinoamericana, hemos de significar la relevancia que en una y otra época tuvo la posición política de la Isla. Ambos supieron valorar muy bien la interrelación entre Cuba y América Latina a los efectos de una defensa común. Según sus criterios, Cuba constituía la primera trinchera latinoamericana frente al imperialismo. Para ejemplificar esto en Martí citaremos un fragmento de su carta / testamento político, dirigida a Manuel Mercado: «Ya estoy todos los días en peligro de dar la vida por mi país y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América».[3]
Otra referencia velada de Martí a este deber continental que debía cumplir Cuba se encuentra en las bases del Partido Revolucionario Cubano, donde se convoca a fundar en la Isla una nación capaz de «cumplir, en la vida histórica del continente, los deberes difíciles que su situación geográfica le señala».[4] Un antecedente a la carta a Manuel Mercado lo observamos en otra misiva cursada por Martí a Gonzalo de Quesada, en la que ambos, en alerta latente contra los proyectos anexionistas, se propusieron trabajar para frustrar estos planes con una intensa propaganda a favor de la causa latinoamericana, que era en definitiva un recurso para defender la propia independencia cubana:
El peligro en Cuba arrecia: La organización tiene que comenzar. ¿Cómo, siendo tan pobre como soy, y habiendo, en lo de la anexión, sobre todo, tantos vacilantes? Es la hora de empezar a obrar, y en Washington, sin que se sienta, ni se vea, ni se ponga en riesgo el trabajo por el anuncio incauto o el entusiasmo indiscreto, está ahora el campo de operaciones (…) Sin hablar de Cuba, caso de que fuese posible no hablar de ella, lo que yo haya de escribir en pro de América resultará forzosamente en pro nuestro, y será una plegaria útil, que moverá al interés a ayudar lo que manda a hacer el sentimiento.[5]
Asimismo, el Che hizo referencia amplia al papel de Cuba como avanzada política o ideológica de nuestro continente, en el momento en que el socialismo había emergido como proyecto social que comenzaba a ensayar soluciones a los graves problemas sociales generados por el capitalismo en el Tercer Mundo:
En esta lucha de características mundiales, la posición tiene mucha importancia. A veces es determinante. Cuba, por ejemplo, es una colina de avanzada, una colina que mira al amplísimo campo del mundo económicamente distorsionado de la América Latina que abre su antena, su ejemplo hecho luz a todos los pueblos de América. La colina cubana es de alto valor estratégico para los grandes contendientes que en este momento disputan la emergencia del mundo: el imperialismo y el socialismo.[6]
Una similar estrategia a la que Martí señaló en su carta a Gonzalo de Quesada en el sentido de que la defensa de América Latina estaba indisolublemente ligada a la defensa y seguridad de Cuba, fue la que el Che esbozó en los años 60:
El destino de las revoluciones populares en América está íntimamente ligado al desarrollo de nuestra revolución (…) [Los Estados Unidos] han elegido y han seguido con bastante meticulosidad la política de ir aislándonos de toda América (…) Es muy importante luchar contra eso, porque nuestro contacto con América depende también de la forma en que el pueblo de América reaccione frente a los ataques del imperialismo, y de esta forma de reaccionar depende una buena parte de nuestra seguridad (…) Es que las revoluciones, la lucha popular es, aunque parezca paradójico, la forma de defender la paz. El imperialismo no puede luchar con todo un pueblo armado, tiene que llegar en definitiva a algún tipo de transacción.[7]
En la hora de la segunda independencia de la que habló Martí, a Cuba le había tocado un sitio singular, según consideraciones del propio Guevara:
A nosotros nos interesa mucho América por varias causas: porque somos parte de este continente culturalmente, históricamente, porque somos parte de un conglomerado que lucha por su libertad, y además porque la actitud de Latinoamérica está muy cerca a nuestro destino futuro y al destino de nuestra Revolución en sus afanes de expansión ideológica, porque las revoluciones tienen esa característica, se expanden ideológicamente, no quedan circunscritas a un país, sino que van tomando zonas, digamos, para utilizar un término económico, aunque no es el caso, zonas de influencia.[8]
Denuncia de los mecanismos económicos de dominio empleados por el imperialismo
A Martí y al Che les cupo la responsabilidad de representar a la América Latina en conferencias económicas continentales. Martí en la Conferencia Monetaria de 1890 y el Che en la Conferencia de Punta del Este, en 1961. Los dos supieron denunciar la farsa con que los imperialistas quisieron pasar como nuestros grandes padrinos, promotores de nuestro desarrollo. En aquella ocasión Martí alertó: «Si dos naciones no tienen intereses comunes, no pueden juntarse. Si se juntan, chocan. Los pueblos menores, que están aún en los vuelcos de la gestación, no pueden unirse sin peligro con los que buscan un remedio al exceso de productos de una población compacta y agresiva, y un desagüe a sus turbas inquietas, en la unión de los pueblos menores».[9]
Con el paso de los años, cuando Lenin logró definir con más claridad las características del imperialismo, el Che denunció en foros internacionales la esencia económica de la dependencia económica de los países del Tercer Mundo:
Es la penetración de los capitales de los países desarrollados, la condición esencial para establecer la dependencia económica. Esta penetración adquiere formas diversas. Se presenta como préstamos en condiciones onerosas, inversiones que sujetan a un país dado a los inversionistas, dependencia tecnológica casi absoluta del país dependiente hacia el país desarrollado, control del comercio exterior por los grandes monopolios internacionales.[10]
Martí también alertó sobre las relaciones económicas de dependencia que los Estados Unidos impondrían a América Latina, se daba cuenta de que nuestra producción de materias primas y productos agrícolas requería de un mercado en esa nación y había que luchar por evitar que la dependencia comercial pudiera vulnerar la independencia política. No era ajena a José Martí la esencia de las relaciones neocoloniales:
¿Pueden los Estados Unidos convidar a Hispanoamérica a una unión sincera y útil para Hispanoamérica? ¿Conviene a Hispanoamérica la unión política y económica con los Estados Unidos?Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro, se convierte en influjo político.[11]
No le falto perspicacia a Martí para reconocer este peligro de expansión económica imperialista y denunciarlo. Sin embargo, con la irrupción de la Revolución cubana, los Estados Unidos comprendieron que sus mecanismos más burdos de control debían cesar y que convenía fundir sus capitales con los de la burguesía dependiente de América Latina. Pensaron que debían reformar ciertos mecanismos económicos demasiado arcaicos, como el propio orden feudal de las relaciones agrícolas en algunos países latinoamericanos. En esta ocasión, tal y como al principio de su penetración en América Latina, formularon promesas de prosperidad económica.
Fue común a las épocas de Martí y el Che el propósito de los Estados Unidos de reformular su política continental, pero ambos líderes supieron dilucidar el trasfondo real de esos cambios y denunciarlo. El Che, llevando la voz de la Revolución cubana a la Conferencia de Punta del Este, predijo el fracaso de la reforma propuesta en la llamada «Alianza para el Progreso», ya que no implicaba una transformación socioeconómica sustantiva. Explicó, además, las consecuencias últimas que acarrearía, las que incluso llegan hasta nuestros días:
En primer lugar, sin que se considere de ninguna manera una ofensa, me permito dudar de que se pueda disponer de veinte mil millones de dólares en los próximos años (…)
Además, se ha establecido explícitamente que esos préstamos irán fundamentalmente a fomentar la libre empresa (…) es lógico suponer también que los créditos que se acuerden servirán para desarrollar los monopolios asentados en cada país (…) En el régimen de libre cambio, en que casi todos los países de América viven, esto significaría mayor exportación de capitales hacia los Estados Unidos (…)
En ninguna parte del documento ha habido una decisión expresa con respecto a puntos fundamentales, como son mantener los precios de las materias primas (…)
Esta falta de desarrollo provocará más desempleo. El desempleo significa una baja de los salarios; empieza un proceso inflacionario (…) Ya, en tal punto, entrará en casi todos los países de América a jugar un papel preponderante el Fondo Monetario Internacional.[12]
Los mecanismos de dependencia que se han creado a lo largo de los años, y que fueron criticados por Martí y el Che, son los causantes del atraso de los países latinoamericanos y del Tercer Mundo. El Fondo Monetario Internacional, ha pasado a desempeñar el papel de administrador de nuestras economías, a las que impone condiciones onerosas contra su normal desenvolvimiento. La Alianza para el Progreso fue tan solo un castillo de arena, una ilusión perdida.
A José Martí y Ernesto Che Guevara los une tanto el destino común de los pueblos latinoamericanos como el sueño de su unidad en una comunidad libre. Martí y el Che son reflejo de sus épocas, de circunstancias históricas variables en algunos casos y permanentes en otros lo cual demuestra la continuidad histórica del proceso emancipador de Latinoamérica.
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Lea la primera parte de la serie aquí: «Vigencia contemporánea del latinoamericanismo martiano en Ernesto Guevara (I)».
[1] Guevara, Ernesto: «Táctica y estrategia de la revolución latinoamericana». En: Op. Cit. t.9, p. 237.
[2] Loc. cit. (11), p.216
[3] Martí, «José: Carta a Manuel Mercado,18 de mayo de 1895». En: Op. Cit, T 4, p.167.
[4] Martí, «José: Bases del Partido Revolucionario Cubano». En: Ibidem, T 1, p. 280.
[5] Martí, «José: Carta a Gonzalo de Quesada,10 de abril de 1890». En: Ibidem, T 6, p. 129.
[6] Loc. Cit. (13), p. 226.
[7] Loc. Cit. (11), p. 214-215.
[8] Ibidem p. 199.
[9] Martí, José: «La conferencia monetaria de las repúblicas de América». En: Op. cit. t 6, p. 158.
[10] Guevara, Ernesto: «Discurso en la Conferencia de Naciones Unidas sobre comercio y desarrollo». En: Op. Cit, T 9, p. 261.
[11] Loc. Cit. (21), p. 160.
[12] Guevara, Ernesto: «Intervención en la reunión del CIES». En: Op. Cit., T.9,p.134-136
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