Sobre la vida y obra de Virgilio se ha escrito y estudiado hasta la saciedad. Sus poemas han sido considerados como la más perfecta expresión poética de la civilización romana. Eso le ha llevado a cosechar fortuna y reconocimiento, pero también muchos prejuicios en torno a lo que se cree saber sobre su figura. En la conferencia: «Virgilio: Poeta de Occidente» el catedrático José Luis Vidal presenta una visión más cercana y acertada de la vida de Virgilio, resaltando su influencia en la cultura de Occidente a través de tres de sus grandes obras: Las Bucólicas, Las Geórgicas y La Eneida.
Un joven tímido de origen campesino
Publio Virgilio Marón, más conocido por el nombre de Virgilio, nació el 15 de octubre del año 70 a.C en un pueblo no lejano de Mantua que se llamaba Andes. De origen campesino, con tez morena y de gran contextura, Virgilio pasará los primeros años de su infancia en su ciudad natal. Los paisajes mantuanos tendrán una gran influencia en su obra, y sus poesías harán alusión al rio Mincio y a los meandros perezosos que lo rodeaban.
De Mantua se mudaría a Cremona para continuar con sus estudios, que comprendían poesía, retórica y matemáticas. Después de culminar sus estudios, llega a Roma en torno al año 50 a.C y allí empieza a ejercitar la carrera forense: a defender las causas del foro. Pero debido a su timidez, su titubeo y su incapacidad de proyectar la voz, Virgilio decide no desempeñarse como forense y deja el foro para emprender el camino del estudio de la filosofía con un sabio epicúreo en Nápoles, ciudad en la que vivirá permanentemente.
Las Bucólicas: la primera gran obra de Virgilio
Algunas poesías —quizá atribuibles a Virgilio— nos hacen pensar que cuando escribe esta obra ya tenía detrás una ejecución poética, pero no tenía un prestigio consolidado, lo que explica por qué hasta sus treinta años no se da a conocer en el mundo de la poesía. De esta manera, gracias a su relación con un círculo de hombres prominentes como Cornelio Galo y Asilio Polión —cercanos a Augusto— logra ponerse en contacto con Cayo Mecenas, quien lo impulsará en su carrera y patrocinará sus obras.
Las Bucólicas constan de diez poemas compuestos sin un orden cronológico preciso y se basan en una serie de vicisitudes bélicas que Virgilio experimentó a lo largo de su vida y que reflejó en su obra. Muestra de esto es la temática de la primera bucólica, en la que el pastor Titiro —que representa de alguna manera a Virgilio— puede continuar gozando de la paz de los campos, mientras que Melibeo se ve obligado a tomar el camino del exilio, despojado de sus tierras a causa de la guerra.
El origen campesino de Virgilio y su experiencia como el pequeño propietario rustico de Mantua fueron fundamentales para el desarrollo de Las Bucólicas, pues dan muestra de una verdadera autenticidad que el poeta supo combinar con una belleza de gran complejidad. Esto se evidencia en la primera y novena bucólica, en las que a pesar del lenguaje sencillo y claro, se puede observar cómo cada palabra, vinculada musicalmente con otra, exhibe una complejidad semántica. Estos son fragmentos de una fórmula mágica, repletos de significado, precisos y al mismo tiempo, metafóricos.
La importancia de esta obra en Occidente es incalculable, pues toda la poesía pastoril depende de la creación de Virgilio. Es importante resaltar que el inventor de ese género es el poeta helenístico Teócrito de Siracusa, quién lo utiliza como vía de escape de una cultura refinadamente urbana y crea para ello un universo con pastores hechos a su medida. Estos pastores utilizan un lenguaje erudito y complejo, características que difieren completamente de la realidad pero que son propias de ese tipo de poesía.
Las Bucólicas tiene también un componente utópico. La cuarta bucólica es una pieza destinada a festejar el nacimiento de un niño que traerá una nueva era al mundo y será alumbrado por la presencia de una virgen. La égloga cuarta y la figura de Virgilio se suelen asociar al cristianismo, porque estos pasajes, para ellos, profetizaban la venida de Jesús a la Tierra.
En este marco pastoril, Virgilio consigue introducir, bajo la figura de la poesía, una serie de realidades espirituales, sociales y políticas. En la primera y novena bucólica reverbera el drama virginiano de la desposesión de sus campos y de sus pequeñas propiedades mantuanas. De igual forma, la existencia de una melancolía baña toda la obra del poeta y se puede palpar en sus creaciones posteriores.
Las Geórgicas: La representación de la clase social campesina
Cayo Mecenas era íntimo amigo y gran colaborador de Augusto. Su misión era descubrir y proteger jóvenes talentos que pudieran ser útiles en la labor de reconstrucción en la que estaba empeñado el emperador. Una reconstrucción que no solo era de índole material, sino sobre todo espiritual. En especial después de los cien años de guerra civil que había padecido el Imperio Romano. Por esta razón, cuando Mecenas le encomienda la creación de Las Geórgicas a Virgilio, este respondió que eran «órdenes no fáciles de cumplir». Esta frase produce al lector moderno una cierta sensación de incomodidad, pues no es concebible que una obra de arte pueda producirse por encargo. No obstante, es bueno recordar que en esa época la gran mayoría de los artistas respondían a los intereses de los reyes y emperadores, quienes les encargaban la creación de las obras que ellos quisieran.
El temor de Virgilio pronto se disipa, pues encuentra una afinidad por las intenciones de Augusto: reconstruir la clase de los pequeños propietarios rurales que había colapsado a causa de las guerras civiles. Las Geórgicas puede ser considerada al mismo tiempo fruto de la inspiración del poeta y un testimonio de una implicación voluntaria de Virgilio al programa restaurador del Emperador.
En Las Geórgicas se aprecia el uso de un estilo de poesía didáctica, una poesía que enseña sobre la naturaleza y sobre el cultivo del campo. Este tipo de poesía es muy común en la Antigüedad, pero lo especial que tiene Las Geórgicas es que Virgilio le aporta un gran sentido de humanidad basado en la gran belleza poética y una sencillez de observación natural. Montaigne la llamó «el más cumplido trabajo de la poesía» por la perfección que baña silenciosamente cada verso de Las Geórgicas.
La Eneida: la encarnación literaria de los ideales del pueblo romano
Hacia el año 26 a.C, Augusto —que estaba en Tarragona tomándose un descanso de la guerra contra los cántabros— escribe a Virgilio, solicitándole que envíe al menos un primer esbozo del poema La Eneida, una obra que, desde el momento de su creación, había despertado tal expectación que se llegó a pensar que iba a ser más grande que La Ilíada.
En apariencia La Eneida no tiene un mensaje trascendente. Es otro poema épico, que empieza, como tantos otros, a partir de la leyenda troyana. Eneas, hijo del troyano Anquises y de la diosa Venus, recibe de los dioses la misión de salvar lo que queda de Troya después de haber sido asaltada por los griegos. Los troyanos salen en busca de una tierra prometida que les permita reconstruir su reino. En su travesía pasan por una serie de calamidades, como el encuentro con la reina Dido de Cartago, pero finalmente logran llegar a su tierra prometida.
La popularidad de La Eneida se centra en dos razones. La primera es que los romanos se identificaron tanto con la historia de Eneas, que vieron en ella una visión idealizada de aquello a lo que aspiraban ser como sociedad. La segunda se centraba más en un motivo estético literario, pues era un poema de tan alto nivel que los romanos sentían que el relato era la encarnación literaria de sus ideales. De esta manera, La Eneida resuelve la mayor crisis que había sufrido la poesía y la sociedad romana hasta ese momento.
La Eneida se convierte en una propaganda de la política de Augusto, pues en ella se expresa el máximo argumento de su gobierno: la búsqueda de la paz. Una paz anhelada por todo el pueblo romano y viable gracias a la llegada de Augusto al poder. De este modo, Virgilio hace en su obra una sutil y poética referencia, a través del mito troyano, a la nueva realidad de Roma.
Entre las múltiples bellezas que adornan La Eneida se puede apreciar el placer más intenso —pero también el más perturbador— que puede ofrecer la literatura: el lector puede sentir cuándo el poeta desafía tácitamente sus actitudes y creencias, suscitando en él, al mismo tiempo, una honda emoción estética y un extraño desasosiego. Esto ocurre, por ejemplo, en el texto final, cuando los dos caudillos Eneas y Turno se enfrentan en un duelo a muerte por el territorio que habían ocupado los Troyanos. Este final de La Eneida produce una reacción de estupor en el lector, acostumbrado a los finales felices de las historias épicas en las que el héroe mata a su enemigo y se casa con la doncella.
El legado del poeta de Occidente
Antes de culminar La Eneida, Virgilio decide embarcarse en un viaje para ver las costas de Grecia y terminar de retocar su obra. En agosto del año 19 a.C se encuentra en Atenas con Augusto, que regresaba de Oriente y allí decide terminar su viaje y regresar a Italia. Desafortunadamente, en su viaje de regreso contrae una fiebre terrible que solo le permite llegar a Brindisi, en donde fallecerá el 21 de septiembre del año 19 a.C dejando su obra más importante inconclusa.
El legado de Virgilio trascenderá el tiempo y las fronteras, pues no hay literatura europea que no haya desarrollado hasta la saciedad los mitos virgilianos. Virgilio ha protagonizado múltiples historias y leyendas, como la de Doménico Comparetti, titulada: Virgilio en la Edad Media. Su figura ha llegado hasta los tiempos modernos, siendo una muestra el discurso que dio Thomas Stearns Eliot en 1944 ante la Sociedad Virgiliana de Londres, en el que resaltó la importancia de Roma como origen de la civilización occidental y a La Eneida como texto clásico por excelencia. Con estas palabras Eliot quería demostrar que Virgilio está en el centro de la civilización europea, y que su personaje Eneas no solo es una representación de la Roma Antigua, sino que es, por definición, la representación de la cultura del viejo continente.
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Tomado de Fundación Juan March
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