La profesión de maestro es importante. Representa un pilar para cualquier nación que cuide de sus miembros y desee que estos sean personas de bien. La vocación por el magisterio surge y evoluciona bajo la influencia de varios factores como la familia, la escuela y la sociedad en su conjunto.
No le es ajena, a la referida profesión, la figura del individuo, su ejemplo como motivación. La labor de pedagogos destacados por sus aportes a esa ciencia y a la formación del ser humano, inspiran a presentes y futuras generaciones para inclinarse a ser maestros.
Un ejemplo es el caso del pedagogo cubano José de la Luz y Caballero (1800-1862), cuya obra inspiró, en particular, al Apóstol de Cuba a expresar: «Amo la vida porque me fue permitido conocerlo». Tal aseveración, el develar en qué forma caló en él su figura, son incentivos que conducen a los autores a investigar.
José Martí (1853-1895) fue un hombre de palabra y de acción. Hizo mucho por la libertad de su patria. A ello lo ofreció todo. Fue tan encumbrado su sacrificio como su saber y humildad. Al espectro de su mirada no le fueron ajenos quienes despuntaron en el largo proceso de forjar la nación cubana.
Así, no escapa al pensamiento martiano la vida y la obra de José de la Luz y Caballero, quien viviera en un siglo donde el dominio colonial y los estigmas inherentes a él truncaban la sociedad cubana de entonces. Tal hecho hizo mella en la personalidad de quien se calificara como «[…] el silencioso fundador […]».
José Cipriano y Pío de la Luz y Caballero nació el 11 de julio de 1800. Tuvo un rico entorno de desarrollo, no tanto por la posición adinerada de la familia materna, sino por la influencia educativa ejercida por su tío materno José Agustín Caballero: presbítero, filósofo, preconizador de la reforma del pensamiento y de la enseñanza en Cuba. Este asume su educación desde los trece años.
Sin duda, su tío caló hondo en el pensamiento y la personalidad de Luz y Caballero. Tal influencia lo condujo a una superación continua. Recibió educación e instrucción en instituciones de renombre de la época como el Convento de San Francisco; la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de La Habana; el Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos.
La instrucción y cultura de Luz y Caballero crece: estudia latín y ciencias; obtiene en 1817 el grado de Bachiller en Filosofía; tres años más tarde recibe el de Bachiller en Derecho Civil y el de Bachiller en Leyes, aunque ya había solicitado para ese entonces, su ingreso en la carrera sacerdotal en el Seminario San Carlos. La culminaría tiempo después.
La unión de su formación, junto a los viajes realizados por Francia, Italia, Escocia, Estados Unidos, entre otros países, le permite forjar un universo cultural y una concepción acerca de los métodos de enseñanza más avanzados de la época. Experiencia que enriquece la ya adquirida en Cuba. Tales sucesos lo hicieron desempeñar una connotada labor como maestro en los colegios San Cristóbal y Salvador.
Martí, conocedor de la obra de Luz y Caballero, valorando la aureola intelectual que lo rodeaba y el hecho de verter en el campo educacional de la Isla la experiencia foránea, expresó: «Supo cuánto se sabía en su época; pero no para enseñar que lo sabía, sino para transmitirlo. Sembró hombres».
Se une a esto el hecho de que parte de una generación de cubanos que jugó un importante papel en la lucha por la independencia, fueran alumnos de Luz y Caballero, lo cual atrapó la atención del Apóstol. Esto se evidencia cuando expresa: «[…] Pudo ser abogado, con respetuosa y rica clientela, y su patria fue su única clientela […] nada quiso ser para serlo todo, pues fue maestro y convirtió en una sola generación un pueblo educado para la esclavitud en un pueblo de héroes, trabajadores y hombres libres».
Luz y Caballero fue un hombre comprometido con el tiempo que marcó su vida. Escogió el camino del magisterio como una vía para alcanzar la independencia de Cuba. Supo vislumbrar el poder que la educación tiene en el individuo. Al respecto José Martí escribió: «[…] Pudo lucir en las academias sin esfuerzo su ciencia copiosa, y solo mostró lo que sabía de la verdad, cuando era indispensable defenderla. Pudo escribir en obras […] y no escribió en los libros, que recompensan, sino en las almas, que suelen olvidar […]».
José de la Luz y Caballero fue tan sabio como humilde. Martí, al conocerlo en persona, quedó impactado con la manera amable, educada y serena con que este siempre lo trató. Sobre este particular expresó: «[…] Yo era pobre, yo era muy pobre y muy infeliz ante él, y me trató siempre como a un hermano y como a un monarca».
Es pertinente expresar que para Cuba constituye un honor y un privilegio el haber tenido dentro de la historia del magisterio a la figura de Luz y Caballero. Su obra y acción representan un incentivo para generaciones presentes y futuras. Así, cobra vigencia hoy la aseveración martiana: «[…] así ama, con apego de hijo, la patria cubana a José de la Luz».
El padre y maestro José de la Luz y Caballero fue un hombre de vasta cultura; se entregó al magisterio motivado por producir un avance en ese campo y con el ánimo de cambiar la realidad social de su patria. Acercarse a la visión martiana sobre el ilustre pedagogo, constituye un reencuentro con la figura de un maestro que supo comprometerse con su tiempo y con el futuro de su patria, de cuya opresión fue testigo durante toda su vida. Las valoraciones de José Martí sobre Luz y Caballero, representan una manera más de develar la amplitud del pensamiento del Apóstol, su sapiencia y su humildad, pues para quien era grande ya en su época, no le fue ajeno valorar a aquel que hizo tanto por Cuba desde el campo del magisterio.
Bibliografía
Martí, José: Obras completas, t. 5, Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 888.
de la Luz y Caballero, José: Obras y aforismos. Imagen Contemporánea, La Habana, 2001.
Medina Carballosa, Emma y González Arbella, Dilma Elena: «José de la Luzy Caballero: el silencioso fundador». Luz, VI, 2, (2007).
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Tomado de UACJ
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