
Vuelo 455: la eficacia de lo humano
Presentar Vuelo 455, de Juan Carlos Rodríguez Cruz, más que un compromiso político, es un compromiso humano. De aquel terrible acontecimiento, del crimen de Barbados, que junto con la explosión del barco La Coubre, constituyen posiblemente los más bárbaros y despiadados ataques terroristas que hemos tenido que sufrir en casi cincuenta años, y que todos conocimos, sentimos y lloramos junto con nuestro pueblo, «enérgico y viril», como llamó Fidel. Sabemos su génesis, sus autores, su siniestra puesta en marcha y, sobre todo, sus dolorosas consecuencias. Muchas veces los seres humanos enfrentados ante tragedias de semejante magnitud, crean mecanismos de defensa y rechazo, desarrollan conflictos de aproximación-evitación, que mitigan angustias, ansiedades, y horadan los vericuetos de la memoria, que se resiste a conservar su recuerdo y, sobre todo, a mantenerlo vivo y lacerante para el presente que vivimos. En esos casos, creamos barreras psicológicas que los reiterados mensajes de la propaganda política e ideológica no pueden penetrar, sino que resbalan sobre los sentidos sobresaturados y muchas veces provocan efectos contrarios a los que se persiguen.
Sin embargo, y para usar un lugar común que no ha dejado nunca de ser una verdad: hay acontecimientos que no pueden olvidarse. O mejor dicho: que no tenemos derecho a olvidar el crimen de Barbados es uno de ellos. Desde aquel fatídico día la memoria colectiva del pueblo se niega a olvidar: es una da que permanece abierta y no podemos ni queremos cerrarla porque constituye una señal, un mensaje perpetuo de alerta para la conciencia de las futuras generaciones de cubanos.
Vuelo 455 es la más completa visión que conozco de aquella tragedia. Para escribir este libro, Juan Carlos Rodríguez realizó una cuidadosa y exhaustiva investigación que abarcó desde el montaje de un combate de esgrima, hasta los más complejos detalles de las maniobras del piloto del avión de Cubana durante aquellos angustiosos minutos, en que parecía posible el regreso al aeropuerto de la nave averiada.
Recuerdo el impacto que me causó su primera lectura, la extraña sensación de perplejidad con la que recorrí sus páginas. ¿Cómo era posible describir aquellos momentos, con ese descarnado, brutal, estremecedor realismo? ¿De qué fuentes había obtenido el autor semejante información? ¿Todo era ficción, puro acercamiento de la imaginación? Les confieso que cuando llegué al final, volví a leer los cinco últimos capítulos, y no encontré la respuesta. Tuve la impresión de que aquellos cinco capítulos constituían un verdadero tour de force (opinión que le dije a Juan Carlos en alguna ocasión), y eran a la vez un empleo magistral de la técnica de narrar: Truman Capote la había descubierto en la primera novela testimonio, A sangre fría. Pero el gran escritor norteamericano había obtenido toda la información directamente de sus protagonistas. En este caso, el autor procedía a una reconstrucción de los hechos sin contar con el testimonio de los mártires desaparecidos con el avión, basándose principalmente en una investigación de causas, efectos y conclusiones de especialistas-investigadores del caso. EI procedimiento era mucho más complejo. Y los resultados fueron sorprendentes.
Creo que uno de los méritos esenciales de este libro es el enfoque en la construcción de los personajes: uno siente que está en presencia de personas de carne y hueso, incluso en los capítulos dedicados a los siniestros Orlando Bosch, Hernán Ricardo y Freddy Lugo, los autores materiales, el lector termina su lectura convencido de la verosimilitud de esos hombres y esos acontecimientos: tal vez no fue exactamente así como ocurrieron, pero es seguramente una versión muy cercana a la realidad.
Y están, narrados con conmovedora eficacia, los conflictos, el amor, las ilusiones y temores, los afanes y esperanzas de la tripulación del avión de Cubana, y de aquellos jóvenes deportistas, fragmentos inolvidables de unas vidas que, por esa extraña dialéctica de los trágicos acontecimientos de la historia, desaparecieron para quedarse para siempre en el recuerdo emocionado de un pueblo entero.
Por último, hay que agradecerle al autor que haya sorteado, con tanto oficio y talento, los inevitables riesgos que el tratamiento de un tema como este conlleva: ese tacto de mantenerse distante, con pleno dominio del lenguaje y de los recursos técnicos, de la simple denuncia política, es una lección más que nos da: la eficacia no depende del mensaje explícito, sino del implícito, o lo que es lo mismo: lo eficazmente ideológico depende, en gran medida, de lo eficazmente humano. Así es este libro: eficazmente humano.
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Texto incluido en El libro de las presentaciones, publicado por Editorial Oriente en 2018.
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